Monday, September 21, 2009

(La izquierda caviar) Tienen mano, izquierda - Arcadi Espada - El Mundo

(Muy interesante artículo a la manera epistolar de Arcadi sobre la fuente principal de eso que se ha venido en llamar el buen rollito - el políticamente correcto, por supuesto -, y que representan como nadie las "fuerzas de progreso" de Cataluña, que, en esto y en echar balones fuera poniéndose estupendos, dan "sopas con ondas" al resto. Únicamente he suprimido los "detalles técnicos" de los casos de corrupción por no añadir nada al "bel canto moral" de la gauche, aunque se pueden acceder a ellos en la fuente)

Querido J:

Para empezar sentaremos un principio necesario: la corrupción es de izquierdas. Más precisamente: sólo se corrompe la gente de izquierdas. Tal vez sea llamativo, pero resulta obvio. La corrupción exige un estado previo de inocencia; un proceso, un paso de sólido a líquido. Amigo mío: no se corrompe quien quiere, sino quien puede. En el caso de la gente de derechas no hay corrupción, sino mero ejercicio de las responsabilidades. Un corrupto de izquierdas, en suma, es un traidor: un jefe de la política antiterrorista que oculta terroristas, un superintendente contra la droga que la trafica, algo contra la naturaleza, una mutación, el justo punto donde el crimen cede su paso al error. Por eso, entre otras razones, es tan interesante la corrupción en Catalunya, nación moral, o sea de izquierdas.

Lo que te estoy diciendo se ve muy bien en el reciente caso del administrador del Palau de la Música, Fèlix Millet. Ha confesado que robó a base de bien. Semejante confesión es una gran contrariedad para Catalunya. No por la cuantía de la música, ni por el futuro del coro, desde luego. Es que, además de pertenecer Millet a una saga irrevocablemente patriótica, el Palau es uno de los sagrados lieux de mémoire del nacionalismo. Como recordarás fue allí donde Jordi Pujol cimentó su mito cuando hizo volar centenares de octavillas tituladas: «Us presentem al general Franco», una noche, aprovechando la visita sacrílega del general. Desde que se supo que Millet era un supuesto ladrón, no hay día que la prensa patriótica no cuelgue de su currículum que fue patrón de la Faes, esa fundación que preside Aznar, y que tiene unos despachos tan agradables. Objetivamente, y para el ser ladrón, el dato tiene la misma importancia que saber que Millet (presente en decenas de instituciones catalanas, él solo una sociedad civil) comprara el pan en Turris, pero no es esto lo que piensan los prístinos: vincular a Millet con el PP es convertirlo en un ladrón convencional, perfectamente explicable. Un alivio.

Los prístinos tampoco llegaron a comprender nunca el porqué de que a Javier de la Rosa se le llamara el financiero catalán. Entendieron que aquello iba contra Catalunya. ¡Quia! Aquello era la sumisión más absoluta y elegante a Catalunya que pudiera concebirse. Era un frotarse los ojos, unas manos en la cabeza, un trébol de cuatro hojas. El financiero catalán era el corrupto catalán: una imposibilidad ontológica. ¡Hasta en la hora del agradecimiento les ciega la ira! Javier de la Rosa ha vuelto estos días al banquillo. Tiene para meses, porque el macrojuicio contra la supuesta trama de corruptos de la Hacienda catalana va a durar, exactamente, más que un día sin pan.

(...) La izquierda funda legalidad con cualquiera de sus actos. No importa que otras personas los cometieran antes. En sus manos serán otros actos. Legales, cual hijos de personas legales. Por eso al cabo te escribo, contrito y contradicto, que la corrupción de izquierdas no existe.

Fuente: Arcadi Espada

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