Friday, March 18, 2011

El precio de la locura - Emmanuel Navon



La primera vez que escuche la noticia de los asesinatos de Itamar fue durante la noche del sábado. Enfermo y con náuseas hasta lo más profundo de mi alma, traté de mantener mi mente ocupada terminando el libro que había estado leyendo, la autobiografía de Stef Wertheimer "Un hombre cercano a una máquina". Wertheimer termina su libro con un artículo de fe: es necesario proporcionar trabajo a nuestros vecinos árabes mediante parques industriales, y así lograremos la paz.

¿En serio? ¿Es el desempleo lo que empuja a alguien a apuñalar con un cuchillo a toda una familia, incluyendo a un bebé? Son muy de admirar y respetar las palabras de Stef Wertheimer. Huyendo de la Alemania nazi en 1937, aprendió el oficio como aprendiz de un refugiado que desarrolló una cámara para Zeiss, una empresa de óptica. A los 26 años, comenzó su carrera creando una pequeña fábrica de herramientas cortadoras de metal en el patio trasero de su casa con un torno prestado y un préstamo de un carnicero local.

Seis décadas más tarde, ese torno del patio trasero de su casa se ha convertido en uno de los mayores fabricantes del mundo de herramientas cortadoras de metal, las cuales son utilizados por fabricantes de automóviles como General Motors y Ford. La compañía, ISCAR, emplea a 6.000 personas y cuenta con 50 sucursales en todo el mundo. En 2006, Warren Buffet compró el 80% de ISCAR por 4.000 millones de $. Como empresario, Wertheimer es un genio. Pero si realmente piensa que creando puestos de trabajo industriales en la Autoridad Palestina se difuminará el odio, resulta peligrosamente ingenuo y erróneo.

La barbarie árabe no tiene nada que ver con la falta de un estado o el desempleo. El 23 y el 24 de agosto de 1929, la comunidad judía de Hebrón fue masacrada por las turbas árabes armadas con palos, cuchillos y hachas. 67 judíos fueron asesinados salvajemente, y cientos huyeron a Jerusalén. Las fotografías de esta masacre muestran escenas insoportables: una niña golpeada en la cabeza con una espada y su cerebro desparramado, una mujer con las manos vendadas, la gente con los ojos arrancados.

Esto sucedió veinte años antes de que Israel declarara su independencia y 38 años antes de que tomara el control de Cisjordania. Obviamente, los árabes que perpetraron la matanza de Hebrón no actuaron afectados por su desesperación a causa de "la ocupación" o debido a las dificultades económicas. Cuando los judíos fueron ocupados por los británicos nunca apuñalaron a los niños cuando estaban durmiendo. Los pueblos ocupados del Tíbet, del Norte de Chipre o del Sahara Occidental tampoco han cometido esos delitos.

Los asesinos de la familia Fogel tampoco son unos parias condenados socialmente por su pueblo. El asesinato de los niños Fogel y de sus padres fue recibida con júbilo en Gaza. Su "éxito" fue celebrado en las calles con los miembros de Hamas repartiendo dulces. Una sociedad que celebra el degüello de bebés está enferma. Pero no menos enfermizos y repugnantes son todos esos periodistas que sólo describen a las víctimas como "colonos" y al bebé asesinado como el "bebé de los colonos". Esa presentación de las víctimas trata de justificar de algún modo el asesinato y culpar de ello a las víctimas.

En cuanto a Abbas, es un hipócrita. Hace apenas dos meses donó 2.000$ a la familia de un terrorista que atacó a soldados del IDF. La semana pasada, el diario oficial de la Autoridad Palestina, Al-Hayat Al-Jadida, anunciaba un torneo de fútbol que llevaba el nombre de Wafa Idris, la primera mujer terrorista suicida palestina. Hace tres semanas, la TV de la Autoridad Palestina de Abbas emitía unos vídeos que glorificaban a la terrorista Habash Hanani, quien en mayo de 2002 entró en Itamar y asesinó a tres estudiantes israelíes. Durante dos veces (en 2008 y otra vez el verano pasado), la Autoridad Palestina puso el nombre del terrorista Dalal Mughrabi (quien en 1978 dirigió el ataque más mortífero en la historia de Israel y donde 37 civiles murieron en el secuestro de un autobús, a unos campamentos de verano.

Mientras que los medios de comunicación europeos en su gran mayoría han ignorado la masacre de Itamar, sin privarse en todo caso de presentar a las víctimas asesinadas únicamente como "colonos" y a los asesinos como "militantes" - y hablando también del típico "ciclo de violencia" -, el nuevo canciller de exteriores francés, Alain Juppé, no ha podido pensar una reacción mejor que declarar que su país estaba considerando el reconocimiento de un Estado palestino. Todo esto mientras que la armada israelí acaba de atrapar un barco de carga repleto de armas iraníes con destino Gaza.

Si esto sucede en los países occidentales, ¿por qué los palestinos deberían dejar de glorificar a sus degolladores y dejar de pensar en crear una base iraní en la costa sur de Israel? Y es que una declaración europea de que los palestinos necesitan rápidamente un estado es más urgente que la zona de exclusión aérea que tanto solicitan las víctimas libias de la locura de Gadafi, y que quizás obtengan cuando estén todos muertos.

Lo que me lleva de nuevo a Wertheimer, en especial al padre de Stef, a Eugen, quien fue un soldado alemán durante la Primera Guerra Mundial y que perdió una pierna en combate. Cuando Hitler despojó a los judíos alemanes de su ciudadanía alemana, Eugen se dio cuenta de que Alemania se estaba volviendo loca. Decidió recoger y empacar sus pertenencias, y abandonarla dirigiéndose con su familia a Palestina. En cierto modo, la amputación de esa pierna le salvó la vida: y es que el haberse convertido en un inválido por Alemania le hizo insoportable la idea de ser despojado de su ciudadanía alemana.

El dolor puede volvernos más lúcidos. Ahora bien, ¿el dolor abrumador ocasionado por la masacre de Itamar nos hará también más lúcidos? Ya va siendo hora. Al acercarse la fiesta de Purim, tenemos como todos los años la oportunidad de interiorizar el mensaje más que evidente del Libro de Esther: cuando el odio contra los judíos llega a tal punto de no retorno, la única manera para nosotros de salvar nuestras vidas es hacer que nuestros enemigos paguen el precio de su locura.

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1 Comments:

Blogger Iojanan said...

Cuanto dolor... y cuanta razón tienes. No, no es la pobreza la causa de la violencia asesina de estos gusanos que se dicen musulmanes, es la maldad en su esencia y la ignoracia a la que los ha sometido el islam, prutrefacto en sí mismo, porque en nombre del islam asesinan regodeándose como si ellos mismos fuesen dioses. Y el resto calla en un silencio que huele vómito.
Descorazonador.

12:19 PM  

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