Monday, September 19, 2011

Análisis muy acertado: El septiembre palestino es un desastre palestino-israelí – Ari Shavit – Haaretz



La imagen se está aclarando. La primavera árabe es un desastre árabe. En los próximos años no habrá democracia en Egipto. La elección en Egipto será o bien el caos o bien la dictadura islámica o la dictadura militar. En los próximos años no habrá democracia en Siria. La elección de Siria será o bien un baño de sangre o bien una dictadura alauita o una dictadura sunita. En los próximos años tampoco habrá democracia en Jordania. La elección en Jordania será o bien unos hachemitas debilitados o bien los Hermanos Musulmanes o los palestinos. En los próximos años no habrá democracia en Libia. Allí la opción será o bien la desintegración y la anarquía o bien un despotismo renovado. Sólo tal vez en Túnez un verdadero cambio para mejor pueda producirse.

Pero el resultado final de la primavera árabe es que la vida de cientos de millones de árabes va a ser peor. Más pobreza, más delincuencia, más miedo en las calles, más opresión de las mujeres, más persecución de las minorías, más odio a Occidente. Monarquías, como Arabia Saudita, que han frustrado la primavera árabe en su ámbito, se están convirtiendo en los “estados responsables”. En contraste, las repúblicas que sucumbieron a la primavera árabe se están convirtiendo, una tras otra, en “estados fallidos”, contaminados de fanatismo, de propagación de la miseria y de creación de una inestabilidad sin precedentes.

La imagen se está aclarando. El septiembre de los palestinos es un desastre palestino-israelí. El septiembre de los palestinos fue concebido por dos hombres de Estado europeos: Bernard Kouchner y Javier Solana [N.P.: Sencillamente, era de temer y de preveer. Los dadores de lecciones jugando con fuego ajeno, lo que más les gusta]. Esos dos políticos ingenuos pensaron que si se otorgaba el patrocinio internacional para que los palestinos pudieran constituirse en un Estado, según el plan del primer ministro Salam Fayyad, se forzaría a Israel a llegar a un acuerdo [N.P.: juraría que en contra de sus intereses] sobre el estatuto definitivo. Pero los israelíes no cedieron a la presión y los palestinos se enamoraron del plan.

El tren ya ha dejado la estación. Ahora, cuando todo el mundo entiende que el tren está corriendo hacia el abismo, nadie puede detenerlo. El 20 de septiembre comenzará el debate en la Asamblea General. A principios de octubre, la Asamblea pueda adoptar una resolución destructiva. Es de suponer que Israel tomará medidas unilaterales y se producirán represalias palestinas que tendrán como destino La Haya.

Al mismo tiempo, comenzarán probablemente masivas manifestaciones no violentas en la Ribera Occidental. Ni Benjamin Netanyahu, ni Mahmud Abbas, quieren violencia. Pero el fracaso de estos dos hombres en la gestión del conflicto provocará la violencia. Basta con que uno de los manifestantes muera, basta con que una célula terrorista judía lleve a cabo un asesinato. El aire de otoño se llena de emanaciones de gases y una chispa será capaz de encenderlas.

Israel y la paz están a punto de sufrir un golpe diplomático histórico. Pero el golpe de un efecto tangible e inmediato será la creación de una situación incontrolable de enfrentamientos en Cisjordania.

La imagen se está aclarando. La combinación de la primavera árabe con el septiembre palestino podría crear una tormenta perfecta. Sobre todo desde que la gran revolución árabe no ofrece una esperanza real y despierta la ira y el odio. La primera ola de rabia y odio se centró en Hosni Mubarak, Muammar Gadafi y Bashar Assad. La segunda oleada puede centrarse en Israel. Cara a esa oleada, los débiles y transitorios líderes árabes tendrán dificultades para contenerla.

Por lo tanto, si los palestinos mueren a las puertas de Jerusalén, en El Cairo, Ammán y Estambul se desatará la furia y la tormenta.

Si algún grupo encargado de la seguridad en algunos asentamientos abre fuego contra los palestinos que se dirigen sin detenerse hacia ellos, el Oriente Medio temblará. Para esta nueva situación histórica creada no hay amortiguadores, no hay una estabilización de las fuerzas. Cada incidente aislado podría convertirse de inmediato en un incidente estratégico. La tranquilidad penderá de un hilo.

Ante la claridad de esta imagen, más pesimistas somos. Lo que nos vuelve especialmente más pesimistas es el inexplicable comportamiento del gobierno de Israel. El gobierno no está poniendo en marcha una iniciativa política que modere la hostilidad árabe, en Palestina y en Turquía. El gobierno no está tendiendo la mano a las naciones árabes y a las masas árabes. El gobierno está degenerando su alianza con Occidente y quemando los puentes hacia el mundo árabe. Se insiste en una posición de Israel que incrementa la probabilidad de que nos veamos afectados por la tormenta.

El gobierno de Netanyahu no generó la primavera árabe. El gobierno de Netanyahu no inició el septiembre palestino. Pero el gobierno de Netanyahu no ha hecho nada para prevenir lo que puede ocurrir cuando la primavera árabe y el septiembre palestino confluyan. En lugar de reforzar el hogar nacional judío en previsión del huracán que se aproxima, el gobierno de Netanyahu socava penosamente sus cimientos.

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