Thursday, November 24, 2011

Siendo un elegido - Eve Garrard


El mayor y más actual pueblo elegido, encantado además de haberse conocido: el progre políticamente correcto

Deborah Orr escribió recientemente un artículo sobre el intercambio de un soldado israelí por más de 1.000 terroristas palestinos, de lo cual ella infería que según los israelíes la vida de un israelí equivale a 1.000 vidas de palestinos, y finalizaba afirmando lo que cree que es el corolario de este intercambio: la creencia sionista en la mayor importancia de los "elegidos" sobre el resto de miembros de la especie humana.

Muchas personas han tenido razón al criticar la grotesca falta de lógica de la interpretación de Deborah Orr, y su vergonzosa asunción, fundamental en su argumentación, de que fue Israel, en vez de Hamas, quién determinó el elevado número de liberados palestinos. Sin embargo, en lo que yo quiero concentrarme es en ese otro aspecto de su argumentación: la referencia a los "elegidos".

La crítica del concepto de "elegidos", por supuesto, se dirige contra los judíos. a pesar de la hoja de parra que utiliza Orr ligándolo a los sionistas, y aunque esa referencia es muy anterior al Estado de Israel. El "pueblo elegido", así es como se supone que los judíos piensan de sí mismos. Ahora bien, resulta que durante mi infancia jamás escuché a ningún judío referirse a sí mismo como miembro de un pueblo elegido que estaría por encima de cualquier otro. Yo era consciente de que existía un impreciso punto de vista teológico acerca de la “elección”, pero dicha punto de vista era principalmente un factor de “carga o responsabilidad” - y no de ganancia -, y conformaba una observancia y una práctica que los judíos ortodoxos estaban obligados a practicar y conservar por el pacto con Dios.

No tenía pues nada que ver con que la idea de que la vida de los judíos valiera más que las de otras personas, y en todo caso, el punto de vista en cuestión no tenía eco en el resto de judíos no religiosos, y además nunca lo abrazaron. De hecho, nunca fue muy probable que los judíos europeos, tras el estremecedor genocidio de mediados de siglo, se consideraran a si mismos como extremadamente importantes, o fuertes, o poderosos. Cualquier reivindicación que se realizara a través del tropo del "pueblo elegido" habría sido demasiado dolorosa y amargamente irónica.

Pero a pesar de que uno no puede hablar por los demás, nunca he escuchado esa expresión, y en ese contexto, en boca de judíos. Los únicos contextos en los que la encontré fueron aquellos en los que fue reivindicada por aquellos que afirman no gustarles los judíos, y la utilizan para burlarse de ellos o denigrarlos. E incluso su uso y su frecuencia ha decaído bastante, en particular en las dos o tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando esa gente a la que no le gustaban los judíos sentían a menudo vergüenza de revelar esos sentimientos hostiles en público.

Las cosas son diferentes ahora, y este tropo ha sido resucitado para su mismo uso de siempre: denigrar a los judíos y así despertar a aquellos que no gustan de ellos, o peor aún, están en contra de ellos. De hecho, es muy eficaz para ese propósito: a la mayoría de la gente (y es muy comprensible) no les gustan aquellos que dicen ser inherentemente superiores a los demás, y atribuir tal afirmación a los judíos es una forma muy económica de conseguir que la gente los mire con disgusto y desconfianza.

Al referirse al “pueblo elegido” pueden, sin decir una palabra de más, decir a sus potenciales oyentes que los judíos son un grupo arrogante que desprecia al resto de la raza humana, y que ellos mismos, los acusadores, están en contra de ese tipo de actitudes, al igual que muy probablemente sus potenciales oyentes (o lectores, según el caso), ya que supone que esa es la actitud consecuente de la gente honesta y decente, y que ustedes y nosotros - los acusadores -, en el fondo estamos de acuerdo en que “hay algo muy desagradable en los judíos”, esos que “afirman ser los elegidos", o bien en la práctica insisten en que la vida de un judío equivale a las de 1.000 personas, algo que demostraría el hecho de que Gilad Shalit fuera intercambiado por 1.000 prisioneros palestinos, y claro, no hay otra explicación posible de esa desproporcionado intercambio [N.P.: de hecho, y para muchos europeos, los israelíes ya se muestran “desproporcionados” en sus respuestas a los ataques que sufren]

Todo este razonamiento solo desprende hostilidad hacia las dos palabras de la expresión, “pueblo (judío) elegido”, o en el caso del artículo de Orr, hacia la única palabra, “elegido”, en buena medida porque da por hecho que sus lectores del Guardián interpretan dicho término con tanta facilidad (como referida a los judíos) que no surgirán malentendidos a la hora de la reprobación.

Esto supone una economía real en los esfuerzos por producir y extender el odio contra los judíos. La propia Orr, por supuesto, puede no haber tenido la intención de provocar aversión contra los judíos, pero el lenguaje que decidió utilizar hizo todo el trabajo que se necesitaba para tan desagradable tarea.

Lo que es preocupante acerca de este uso del tropo del “pueblo elegido” no es tanto su aparición en un breve artículo de Deborah Orr: una periodista menor que hace insinuaciones despectivas acerca de los judíos no es algo tan especial ni extraordinario. Pero cuando miembros del establishment académico como Mearsheimer lo emplean, ante el silencio de los demás en el contexto más amplio – los colegas, los editores, los lectores en general –, resulta algo realmente escalofriante.

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