Thursday, February 14, 2013

Leibowitz a los 110 años - Jeffrey Saks - Jewish Ideas Daily



Yeshayahu Leibowitz murió en 1994, pero de ninguna manera ha sido olvidado. Su 110 cumpleaños se conmemora mediante conferencias por todo Israel, por diversas publicaciones e incluso un nuevo documental. Un científico, un filósofo y un intelectual público de lengua afilada, Leibowitz era un oráculo para algunos, y para otros un tipo raro o un excéntrico. Pero incluso aquellos que no se sienten aliviados al oír su voz tienen que reconocer su originalidad y su importancia como pensador judío y una fuerza dentro de la vida israelí durante la mayor parte del siglo XX.

Nacido en Riga (donde durante cierto tiempo fue un compañero de clase del joven Isaiah Berlin), Leibowitz se educó en Alemania antes de establecerse en Jerusalén en 1934. Durante décadas, fue profesor de química, fisiología y filosofía de la ciencia en la Universidad Hebrea. Además de ser el editor de la Enciclopedia HaIvrit, enseñó, dio conferencias y escribió sobre una amplia variedad de temas.

Un sionista religioso y partidario de un Estado judío, Leibowitz expresó no obstante una fuerte sospecha ante toda forma de gobierno y advirtió del uso del Estado como un valor en sívmismo (en lugar de un vehículo para el bien social o nacional) y como una preparación del camino al fascismo. Denunció como una forma de idolatría la atribución de una santidad inherente a la tierra (de Israel), y se le conoce sobre todo, tal vez, por insistir en que la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza tras la Guerra de los Seis Días dañaba en última instancia a la nación. Leibowitz manifestó solamente desprecio por el Gush Emunim y los seguidores del rabino Zvi Yehuda Kook (de quien decía que no le "interesaban los judíos o el judaísmo, sino solamente el Estado"). Él creía que un entrelazamiento entre el Estado y la religión sólo perjudicaría a ésta última. Su posición respecto a estas y muchas otras cuestiones reflejaba su profundo temor de ver al judaísmo convertido en una "concubina" del Estado.

Como filósofo del judaísmo, Leibowitz se centró en la importancia exclusiva del cumplimiento de los mitzvot. Sostuvo que la observación de los mandamientos (es decir, el cumplimiento de la voluntad divina) era un fin en sí mismo y no un medio para lograr un beneficio personal, espiritual, comunitario o nacional. Y es que buscar algún significado más allá de los propios mitzvot, razonaba, era una forma de idolatría.

Leibowitz rechazaba las argumentaciones convencionales acerca de los judíos como pueblo elegido o su "unicidad": la noción de que el hombre judío está dotado de unas características que le faltan a los no judíos (la facultad profética descrita por Judah Halevi como el "alma de la nación, propuesta por el rabino Kook y similares) derogaba el significado del judaísmo". Ese significado y la constitución misma de los judíos como pueblo o nación, consistía exclusivamente para Leibowitz en "la realización de un programa de vida establecida sobre la Torah y delineada por las mitzvot". La singularidad judía "no es por tanto un hecho, sino un esfuerzo. La santidad de Israel no es una realidad sino una tarea o misión". La singularidad del pueblo judío consiste más bien en las exigencias vividas por él. Las personas pueden o no prestar atención a esta demanda, por lo que su destino no está garantizado.

Las teorías raciales o genéticas que encontraron expresión en el Kuzari de Halevi y en otras fuentes religiosas eran, a los ojos de Leibowitz, antiracionales y pseudo-místicas. Pero era igualmente hostil a los que proponían definiciones seculares del judaísmo. "El que vacía el concepto del pueblo judío de su contenido religioso (como David Ben-Gurion)", escribió, "y todavía lo describe como un Am Segulah [pueblo elegido], hace de este concepto una expresión de chovinismo racista".

Los críticos interpretaron la posición Leibowitz como ateísta, y de hecho, elimina de manera efectiva a Dios de la experiencia humana de la religión. La Deidad trascendente no fue la preocupación de Leibowitz, sólo el servicio de Dios tenía algún significado para él. La única relación posible entre el hombre y Dios era la que encarna la práctica normativa de la halajá.

Las opiniones de Leibowitz despertaron una gran cantidad de críticas, que se intensificaron aún más por su singular modo, típico de un cascarrabias, de expresarlas. La más famosa y más atroz describía la conducta de los soldados israelíes durante la guerra del Líbano de 1982 como el comportamiento de unos "judeo-nazis". La ira general que se desató contra él a causa de ese comentario no había cedido una década más tarde, cuando una protesta pública le obligó a declinar el Premio Israel a la obra de toda una vida.

El desagrado suscitado por sus expresiones políticas no ha impedido que sus publicaciones póstumas (sobre todo las transcripciones de las conversaciones que mantuvo durante muchos años con un círculo de estudiantes y discípulos) se vendan bien en Israel y resuenen aún dentro del discurso público. Y sin embargo, es muy probable que los devotos contemporáneos de Leibowitz (principalmente del ámbito secular) se aferren únicamente a sus puntos de vista sobre los territorios o la separación entre la religión y el Estado, sin prestar ninguna atención a los otros aspectos de su filosofía y enseñanzas, especialmente su énfasis en la observancia de las mitzvot como el acto central en la la vida privada de un judío.

Leibowitz sigue siendo en gran parte desconocido para los judíos estadounidenses (a quien el nombre Leibowitz generalmente les lleva a pensar en su hermana Nehama Leibowitz, una conocida estudiosa de la Biblia). Hay una colección de ensayos escritos por Leibowitz traducidos al inglés sobre el judaísmo, los valores humanos y el Estado judío, y tal vez la mejor introducción de su trabajo es el prefacio del libro, escrito por su editor, Eliezer Goldman. Desafortunadamente, muy poca de la obra de Leibowitz está disponible en inglés. Esto puede tener algo que ver con lo que muchos consideran como la naturaleza desagradable de su filosofía religiosa. La idea de que el judaísmo no es más que el cumplimiento de las mitzvot resulta poco atractiva incluso para muchos de aquellos que están de acuerdo con ello. Como un amigo me dijo una vez: "Traté de leer en una ocasión a Leibowitz, pero después de 10 páginas estaba cansado de que me gritaran, así que deje el libro".

Pero a pesar de lo que uno pueda pensar de su filosofía o de sus ideas políticas, las ideas Leibowitz son tan relevantes hoy como lo fueron durante su vida y se merecen toda la atención que puedan recibier en el 110 aniversario de su nacimiento, en Israel y en cualquier otro lugar.

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