Wednesday, May 15, 2013

La estrella amarilla de la Unión Europea - Shmuel Trigano - UPJF



Trece ministros de Asuntos Exteriores, incluyendo al francés Laurent Fabius, vienen de pedir a Catherine Ashton, la comisaria de Asuntos Exteriores de la UE, de proceder, tan pronto como sea posible, al etiquetaje en los países de la UE de los productos agrícolas e industriales procedentes de los "los asentamientos israelíes en la Ribera Occidental y en Jerusalén oriental".

Esta demanda apremiante se realiza mediante un llamamiento publicado en todos los países europeos por un grupo de ex funcionarios y ex ministros de Exteriores de la UE, los cuales se autodenominan sin temor al ridículo, "un grupo de personalidades eminentes", siendo su objetivo declarado colocar a Palestina en la cima de la agenda política de la UE.

No dudando a la hora de adoptar posturas grandilocuentes, ellos urgen a condenar "la expansión de los asentamientos, inclusive en Jerusalén Oriental, y el control israelí sobre los territorios ocupados, en violación del derecho internacional". Esta es la segunda vez (2009) que una serie de "personalidades eminentes” preconizan adoptar, recomendando posponer todo lo demás, sanciones contra Israel.

Es necesario realizar, en primer lugar, una invocación patética del "derecho internacional" que los enemigos de Israel agitan constantemente para poder afirmar que "los asentamientos israelíes más allá de las fronteras de 1967 son ilegales". El Informe Levy, que recibió el nombre de un juez de la Corte Suprema de Israel, ha demostrado que estamos ante una interpretación dudosa de la ley internacional. No hay "fronteras de 1967" porque los árabes nunca han querido firmar un alto el fuego oficial y porque nunca existió un territorio "palestino" perteneciente a un Estado nacional. No habría pues "ocupación" oficial, como por ejemplo la de Chipre, una entidad nacional previamente reconocida, por parte de Turquía, y ante la cual estas "personalidades eminentes” siempre han preconizado el silencio.

Pero lo que resulta más llamativo en este caso es la obsesión, como ninguna otra parecida, en promocionar la causa palestina, como si la Unión Europea no tuviera ya suficientes preocupaciones y suficientemente graves. Esta obsesión tiene algo de metafísico. Es mucho más que un mero interés político. Podemos encontrar intacta la enemistad del imperio cristiano de Occidente desde la época medieval de cara al Israel  eterno [N.P.: el “carnal y particularista”, rechacen imitaciones “espiritualizadas”]. La rabia encaminada a privar a Israel de su capital eterna es el estigma más fuerte.

Así pues, Palestina se ha convertido – remedando las antiguas prácticas de la teología cristiana - en el "nuevo Israel" por medio de la procuración de una Europa cristiana que ya no tiene la suficiente fortaleza como para asumir su identidad. Es una nueva forma de teología de la sustitución o del reemplazo, es decir, esa por la que el "Israel según la carne" se ve asignado a una condición disminuida y frágil, mientras el supuesto ejercicio de un "deber de memoria" ante la Shoah, se supone que trasviste de moralidad a los enemigos de Israel.

Sin embargo, estamos ante una nueva teología política, porque la UE distingue de paso entre "buenos judíos” y “malos judíos”, más conocidos como "colonos". En el caso de los primeros, son celebrados y apoyados (la apelación de JCall fue lanzada desde la plataforma del Consejo de Europa, que por otra parte financia a los pacifistas israelíes y a sus organizaciones). En el caso de los segundos, los "malos judíos", son condenados a la execración incluso pública, incluso se les llega a considerar asesinables (recordemos la expresión periodística "bebé colono", justificando así el asesinato de un bebe de apenas unos meses), mientras tanto los "buenos judíos" son convocados y citados para así justificarse "moralmente".

¿Acaso es esto otra cosa que una discriminación, al incluir sobre los productos de los "territorios" una etiqueta para así señalarlos ante los consumidores europeos como procedentes de una raza expulsada y paria, y que por eso habría que ignorarlos? ¿Se trataría de “asegurar la aplicación correcta y uniforme de las garantías de protección de los consumidores de la UE, y así pues la ley", tal como se atreve a sugerir Fabius? ¿Tomates y rosas procedentes de los territorios podrían contaminar a los europeos según estas bienpensantes "personalidades eminentes"?

En realidad, se trata de una política de "trazabilidad" de una política de boicot, una forma de estrella amarilla. La prohibición de esos productos es la puerta hoy, para el boicot de los ciudadanos israelíes de mañana.

En 1938 se comenzó con las tiendas de los judíos antes de dirigirse directamente contra las personas. La discriminación lleva, por otra parte, mucho más allá de Israel. Resulta evidente, efectivamente, cómo en Europa, en la propia Francia, los creadores de opinión (los medios de comunicación, los políticos y la élite socio-cultural) ya discriminan objetivamente a los judíos viviendo en su seno distinguiendo a aquellos que entrarían dentro de la etiqueta de "republicanos", es decir, los judíos "ilustrados" y adeptos a las políticas de “vivir juntos” [N.P.: neo-lengua progresista políticamente correcta, que disfraza una ideología post-nacional y multiculturalista], de esos otros que son tildados de "comunitaristas" e "integristas", "sionistas" en una palabra, un término que denota reproche cuando no un insulto. Los primeros se celebran y ocupan todos los escenarios, los segundos están excluidos, son relegados al silencio, encerrados en una especie de gueto mental y simbólico llamado "repliegue comunitario", lo que equivale a una doble sanción.

Encontramos pues aquí la característica principal del nuevo antisemitismo: Israel es formalmente el blanco designado, pero son los judíos del país los que se ven afectados de manera objetiva y por vez primera en Europa.

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