Sunday, January 12, 2014

1.500 palabras sobre Ariel Sharon a la hora de su fallecimiento - Shmuel Rosner - Jewish Journal


Debemos comenzar con el proceso de enterramiento. Ariel Sharon, como muchos de sus predecesores, no quiso ser enterrado en los lugares de enterramiento que el Estado de Israel designa para los primeros ministros y presidentes del país en el Monte Herzl en Jerusalén. Hasta el momento, sólo cuatro primeros ministros han sido llevados a descansar a dicho lugar: Levi Eshkol, a pesar de su petición de ser enterrado en otro lugar (Kibutz Degania); Golda Meir; Yitzhak Rabin, y Yitzhak Shamir. Otros cuatro, Ben Gurion, Sharet, Begin, y ahora Sharon, descansan en sus lugares de elección. Ben Gurion está enterrado en Sdeh Boker, en el desierto del Néguev; Sharet en Tel Aviv; Begin en el Monte de los Olivos; y Sharon lo será en su rancho, en Shikmim. Muchos otros dignatarios - presidentes, portavoces de la Knesset - también han preferido otros lugares. El presidente Weitzman está enterrado en Rehovot, Ben Zvi en Jerusalén. Shimon Peres, aún con vida y con buena salud, ha pedido ser enterrado en Ben Shemen, donde descansa su esposa Sonia.

Esta es una decisión personal motivada por el sentimiento, la ideología y, posiblemente, en algunos casos también por el ego. Para Begin, el Monte de los Olivos, con vistas al Monte del Templo de Jerusalén, era la elección natural. Para Ben Gurion, esa magnífica ubicación con vistas al valle de Zin también era de esperar. En ambos casos, como en todos los demás, el sentimiento tiene mucho sentido, y eso también hace que esos lugares de enterramiento sean más especiales. A los líderes - sobre todo los principales - no les suele gustar agruparse de repente post mortem. Se imaginan un lugar propio en vida y en la muerte.

Sharon va a ser enterrado en su casa, donde estaba enterrada su esposa, donde vive aún su hijo. Al hacer esta elección, sella una imagen de agricultor, de colono, de hombre de la tierra - una imagen cuidadosamente cultivada por razones políticas -, de la que no está alejada de ser cierta el verdadero carácter de Sharon. Sí, es posible argumentar que él fue un líder y un político mucho más que un granjero. Pero las decisiones que tomó, el tipo de liderazgo que defendía, su forma de pensar, y el hecho de que ese fuera el lugar donde encontró la paz y la tranquilidad, todo hacía que su granja fuera la opción obvia.

Él será recordado sobre todo como un guerrero, como un guardián del Estado, como un hombre valiente y creativo, de gran apetito y ambición, con grandes errores y con una capacidad admirable para recuperarse de ellos y aprender de ellos. La mayor metedura de pata de Sharon la cometió en la Guerra del Líbano de 1982. Volviendo luego al centro de la escena, nunca volvió a repetir los dos errores que él, un paria durante más de una década, cometió: no tener en cuenta a donde se dirige el pueblo israelí y no entender dónde se traza la línea roja del aliado estadounidense.

La primera mitad de su último episodio - su episodio como primer ministro - se percibe generalmente por ser su mejor momento político. Sharon fue elegido como primer ministro casi por defecto. Tras la salida temporal de Netanyahu tras su fracaso en las urnas, y cuando la finalización del miserable ejercicio de Ehud Barak se aproximaba rápidamente a su fin, Sharon consiguió ese trabajo en una bandeja de plata. Y ese trabajo vino en el momento perfecto para que Sharon resplandeciera. Israel, desde el comienzo de la segunda Intifada palestina, necesitaba a alguien a la cabeza que pudiera proyectar poder sin pánico, que pudiera mantener la confianza al tiempo que exigía paciencia. Sharon era ese hombre.

Cuando Sharon tuvo un derrame cerebral por vez primera en 2005, escribí un artículo donde hablaba sobre la crisis del liderazgo de Israel. Primero Netanyahu y ​​luego el jefe del partido Laborista, Ehud Barak, fueron tan decepcionantes, y estos primeros ministros resultaron tan "juveniles", que facilitaron que los votantes israelíes optaran por el regreso de los mayores, de unos líderes más experimentados - "los hombres que ya estaban allí cuando el estado de Israel nació" -. Como un joven oficial Sharon era el protegido del padre fundador de Israel, David Ben Gurion, un líder "monárquico y  dictatorial". Sharon le admiraba, y todavía lo hacía. Y hasta cierto punto, Sharon se estaba convirtiendo en el verdadero sucesor político de Ben Gurion sosteniendo la antorcha de la generación fundadora un poco más de tiempo, antes de que la naturaleza hiciera imposible que la mantuviera ardiendo.

Apenas unas semanas después, Sharon tuvo un segundo derrame y ya no pudo sostener la antorcha para nosotros. Tuvo que pasarla a la siguiente generación, primero a Ehud Olment, a quien he etiquetado como "un político de políticos", y que nunca fue la verdadera elección del pueblo, y más tarde a Netanyahu que, ocho años después de Sharon, todavía la mantiene firmemente. Incluso esta "siguiente generación" se está haciendo mayor, sin embargo, incluso la "siguiente generación" parece mejor preparada que lo que parece ser su "sucesora". La crisis de liderazgo en Israel aún no ha terminado, y era bastante de esperar. "Es habitual que los países pasen por una crisis cuando la primera generación ya se ha ido", escribí en ese artículo sobre Sharon. La última ronda de las elecciones, cuando Netanyahu fue el único candidato viable para el puesto, resultó un buen ejemplo de la situación del liderazgo en Israel.

Sharon realmente no apreciaba a Netanyahu. Él lo llamaba, despectivamente, "el modelo" ('HaDugman' en hebreo). Aún así, es posible suponer que Netanyahu ha demostrado ser más resistente de lo que habría esperado Sharon. También es posible suponer que Sharon, como la mayoría de los grandes líderes, habría observado a cualquier sucesor con ojos críticos. Netanyahu es ahora nuestro líder, y Sharon, desvaneciéndose en el fondo desde hace ya mucho tiempo, es ahora oficialmente una figura histórica.

¿Su mayor logro como líder?

Un nuevo libro de David Landau a punto de ser publicado en los EEUU ve el último acto de Sharon de retirarse de Gaza y el consiguiente desmantelamiento de sus asentamientos como la culminación, el cenit de su carrera. Según este relato, Sharon, al obligar a miles de colonos a evacuar sus hogares, corrigió otro error suyo: la construcción de asentamientos. Landau utiliza poderosos argumentos para apoyar su punto de vista (y debo confesar que yo soy el editor de la versión hebrea del libro), pero que están, naturalmente, afectados por la ideología. El contra-argumento sería que ese último acto de Sharon tenía un valor atípico, un resbalón miserable que Sharon no tuvo el tiempo necesario para corregir. Para esa contra-narrativa el largo viaje vital de Sharon y sus principales logros se basan en su batalla contra el terrorismo como primer ministro, del cruce del Canal de Suez en la guerra de 1973, y en sus raid de comandos en la década de 1950, unos logros tan grandes y con tanto impacto que ni siquiera el error final de la "desconexión" podría desacreditar al líder Sharon.

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