Tuesday, April 22, 2014

¿Tiene Israel un déficit de responsabilidad? - Seth Frantman - JPost



Hay una profecía autocumplida que ha convertido a ciertos sectores de la clase análitica israelí, y a sus correligionarios en el extranjero, a la creencia de que el país está destinado al fracaso. Este sistema de creencias se atribuye a sí mismo el rol de canario de la mina sionista y, ya que es permanente crítico, no admite ninguna responsabilidad en el fracaso que piensa que se aproxima indefectiblemente.

La semana pasada el comentarista Rogel Alpher escribió un artículo de opinión afirmando que "el tiempo ha llegado para que podamos reconocer la realidad: no habrá paz". Ese es probablemente un análisis correcto. Pero su conclusión atribuya toda la responsabilidad a Israel. "Puede ser demasiado tarde para salvar la idea de dos estados", escribe, y "cuando llegue el juicio final será Israel quién se queme (en el infierno)”, ya que "entre los diputados judíos en la Knesset, la derecha tiene una gran mayoría y esto sólo va a aumentar".

Muchos columnistas y comentaristas piensan lo mismo. Mark Levine, un profesor de historia en la Universidad de California Irvine, se pregunta: "¿quién será capaz de salvar a Israel de sí mismo?" Su pronóstico es grave: "Los israelíes son claramente incapaces". Su adicción como sociedad a “la ilusión de la violencia como forma de poder ha llegado al nivel de una enfermedad mental colectiva".

Sin embargo, el lugar donde actualmente podemos encontrar el mayor número y las más retorcidas jeremíadas (el profeta que advirtió al pueblo que debía cambiar su ruta antes de que fuera demasiado tarde) es el habitado por la izquierda israelí. El mantra es en líneas generales bastante consistente: Israel debe hacer la paz y expulsarse a sí mismo, en la medida de lo posible, de Cisjordania, para que así no se convierta en un país no democrático, aislado por la comunidad internacional y en un estado paria.

Esto más o menos lo que se relataba en un artículo co-escrito, y publicado en el New York Times, por el profesor de la Universidad de Haifa, Israel Waismel-Manor, conjuntamente con al experto de la Universidad de Stanford de estudios iraníes Abbas Milani, y donde ambos sostenían una especie de cambio de roles entre Irán e Israel.

Podemos asumir, por supuesto, que el profesor Milani era el encargado de comentar la supuesta “liberalización iraní” y que el académico israelí se encargaba de la “teocratización israelí”. Pero lo que resultaba más interesante es el modelo de futuro de Israel descrito por el académico israelí, allí donde afirmaba que a medida que Occidente se vuelve menos religioso, será cada vez menos capaz de identificarse con un Israel que se vuelve más religioso: "Una nueva generación de judíos americanos ve una tensión fundamental entre sus propios valores liberales y muchas de las políticas israelíes".

La tesis de Waismel-Manor incide directamente en la demografía. "Dado que la gran mayoría de los judíos ortodoxos también están en contra de cualquier acuerdo con los palestinos, cada día que pasa las posibilidades de alcanzar un acuerdo de paz disminuyen". Resumiendo, el tiempo y la paz ya no está del lado de Israel debido a las altas tasas de natalidad de los judíos ortodoxos.

Del mismo modo, el editor senior de la revista New Republic, John Judis, afirmaba que "el partido Laborista de Israel y los pequeños partidos de izquierda han querido devolver los territorios ocupados como parte de un acuerdo de paz..., pero... el sionismo laborista se ha visto marginalizado el mismo".

Estos autores y muchos otros compañeros de viaje dibujan una visión lineal de la historia de Israel. Para ellos era el sionismo laborista quien no podía equivocarse y quien tenía todas las ideas correctas, representando, frente a la amenaza del resto de Israel, lo que una vez describió el líder laborista Ehud Barak como "una ciudad (la civilización) en medio de la selva" [N.P.: curiosamente el símil de Barak se refería a Israel como una sociedad con valores democráticos frente a las sociedades imperantes de los países árabes que le rodeaban].

Lo fascinante de este enfoque es el grado que requiere de ceguera voluntaria ante los propios hechos históricos. Cuando Israel conquistó los "territorios" en 1967 tenía un gobierno dirigido por el partido Laborista. Fueron principalmente burócratas de esa izquierda sionista oficial quienes situaron los primeros asentamientos en el valle del Jordán y el Golán.

Como Gershom Gorenberg demostró en el "Imperio Accidental", la decisión de construir comunidades judías en Cisjordania, Gaza, Golán y el Sinaí fue el resultado directo de las políticas post-1967 llevadas a cabo por los gobiernos del partido Laborista.

El líder laborista Yigal Allon concibió construir los asentamientos de Gush Katif en Gaza. El confidente de Golda Meir, Yisrael Galilee, y el héroe militar Moshe Dayan, apoyaron la construcción de Yamit en el Sinaí.

Un artículo de 1984 en el The Christian Science Monitor nos recuerda que gran parte de la construcción de las comunidades judías en Cisjordania en la década de 1980 tenía la aprobación de Shimon Peres y del partido Laborista. Sin duda, el diablo estaba en los detalles: "Likud y los partidos ortodoxos están resistiendo los movimientos para apoyar una plataforma política de asentamientos únicamente en las áreas de Cisjordania acordadas por todas las facciones de la nueva coalición liderada por Shimon Peres".

Para que nadie pretenda que por aquellos días nadie sabía lo que se estaba construyendo, la agencia AP informó el 26 de julio de 1977 que "los asentamientos en Cisjordania provocaron las protestas del secretario de Estado de EEUU Cyrus Vance, quien los catalogó como un obstáculo para la paz".

Lo que tanto Judis como Waismel-Manor están haciendo ahora es dirigir hacia atrás en el tiempo sus propios pronósticos para Israel. Ellos piensan que las comunidades judías en Cisjordania, y las antiguas comunidades ya desalojadas de Gaza y el Sinaí, son unos obstáculos para la paz, pero a continuación no culpan de ello a los que identifican como de su propia familia ideológica, sino a “esos otros” a los que consideran culpables de los problemas de Israel.

Waismel-Manor llega incluso a inventar un narrativa sobre "esa gran mayoría de judíos ortodoxos se oponen a cualquier acuerdo con los palestinos", y que por lo tanto, según concluye, es la demografía de los haredim el gran impedimento para el progreso en las conversaciones de paz. Recordemos que los judíos ultra-ortodoxos representan solamente al 10% de la población de Israel. Ellos nunca han sido otra cosa que un socio menor en las coaliciones de gobierno, o bien han estado ajenos a ellas, y hay pocos haredim que aún vivan en la Ribera Occidental.

¿Cómo es que el partido Laborista israelí no llegó a un acuerdo de paz entre 1967-1977, cuando estuvo en el poder, o bien de 1984 a 1986, o de 1995 a 1996, o de 1991 a 2001? Israel lleva permaneciendo en Cisjordania, en los "territorios en disputa" tal como los denomina Danny Ayalon, desde hace casi 50 años, más por lo tanto que los jordanos o los británicos. Y de ello no son culpables los "ortodoxos" ni los "datos demográficos", será en todo caso culpa de la incapacidad de la izquierda sionista de asumir la responsabilidad por sus acciones. Y también es culpa de la derecha sionista secular por su incapacidad a la hora de proporcionar una visión de lo que quiere hacer con Cisjordania.

La responsabilidad yace por lo tanto en el corazón de todos.

Hay una irresponsable tendencia en Israel de querer asignar constantemente la culpa a "ellos" (aquellos israelíes que no son de los nuestros), mientras se exculpa de la culpa a los "nuestros". Por otro parte, parece que siempre tenga que tener Israel toda la culpa por el colapso de los variados y vaporosos procesos de paz a los que nos embarcaron los "nuestros", y de cuyo fracaso los mayores culpables son siempre "ellos", es decir, esa parte específica de Israel que no está de acuerdo con lo que opinan los "nuestros".

Un enfoque más holístico sería contemplar la necesidad de una futura política sobre Cisjordania como algo de lo que cada uno es responsable. Predicas y profecías autocumplidas no están ayudando a nadie.

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