Sunday, June 22, 2014

Los "antirracistas" se vuelven un peligro público - Ivan Riofoul - Le Figaro



La ideología racista, que ha hecho del "pequeño blanco" (el europeo de origen de clase popular) el presunto culpable (del racismo) es un fraude. Pero esto ya no es un descubrimiento. Aún así, las bellas almas que convierten en sempiternas víctimas a las minorías desde los años 80, tardan en poner en cuestión su lectura de los hechos: "algo que resulta entendible, no se ajusta a su realidad".

El linchamiento de un joven gitano de 17 años, Darío, por una docena de jóvenes de la ciudad de los poetas, en Pierrefitte-sur-Seine (Seine-Saint-Denis), no es más que el último episodio de un salvajismo facilmente observable, aquí y allá, en esos suburbios decretados, por esas mismas bellas almas de la izquierda antirracista, en intocables, y por lo cual son abandonados a sí mismos. Al principio de la década de 2000, esos mismos movimientos antirracistas no habían querido ver el surgimiento del antisemitismo beurs (magrebi) en dichos barrios, identificado en particular con los palestinos.

La furia que ha dejado a ese joven romaní (gitano) en coma desde el viernes por la noche, es una reminiscencia de las torturas que el "gang de los bárbaros" había infligido a Ilan Halimi en 2006 porque él era judío. Estos dramas, además de la matanza del Museo Judío en Bruselas por un "francés" de origen magrebí en Tourcoing, son las consecuencias de la pérdida de identidad cultural e, inclusive, de esa sensación de impunidad que tanto valoran las vocacionalmente vigilantes bellas almas de la izquierda . Estas razones habrían debido obligar a los sumos sacerdotes de la "no discriminación" a reflexionar sobre los efectos adversos de esa prohibición que institucionaliza "la diversidad en un personaje de ficción". Pero en estas ocasiones los "antirracistas" prefieren callarse.

Ciertamente, Darius no era al parecer un joven inocente. Era bastante conocido por la policía por robo y allanamiento de moradas. Los informes muestran que, por otra parte, la comprensión de la gente del lugar a esa especie de "justicia popular urgente", no resulta menos aterrador que los propios actos. El miércoles, por ejemplo, el diario de la izquierda Libération dejaba hablar a Latifa: "¿Los gitanos? (los romanies, gitanos de origen foráneo). Nadie les pidió que vinieran hasta aquí. Nosotros ya tenemos nuestros propios problemas. Desde que llegaron, los robos son constantes. Que ellos no se dediquen a eso y que permanezcan tranquilos en sus campamentos, y todo irá bien". El alcalde socialista de Pierrefitte confirma el vínculo entre los romaníes recien llegados y el aumento de los hurtos: "En tres semanas, hemos asistido a una explosión de robos en la Ciudad de los Poetas. La gente está harta de ver como sus coches y apartamentos son visitados".

Pero ahí de nuevo, los antirracistas de pacotilla, ven moralmente imposible ejercer cualquier tipo de juicio sobre el comportamiento de esa comunidad nómada. Estos negacionistas permanecen dispuestos a garantizar que sus robos no son más importantes que en otros lugares.

Así, por un lado, con su silencio eximen a esa ciudades que se acogen a su propio arbitrio a la hora de tratar con los romanies, o bien con los judíos. Pero por otro lado, legitiman una convivencia que sienten imposible. Los "antirracistas" se han vuelto un peligro público.

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