Wednesday, July 23, 2014

Francia, teatro del choque de culturas - Ivan Rioufol - Le Figaro



El conflicto palestino-israelí sigue proporcionando excelentes excusas. Al oír al presidente y primer ministro de la República, François Hollande y Manuel Valls, aprendemos que las tensiones comunitarias que socavan a Francia se deberían a una "importación" de éste conflicto. Esta explicación permitiría relativizar esos "!Muerte a los judíos!" oídos el 13 de julio en las calles de París durante una manifestación pro palestina y los intentos de intrusión en dos sinagogas después del desfile, en su mayoría obra de islamistas.

Consignas antisemitas similares, pronunciadas en enero durante el "Día de la Ira", esta vez obra de pequeños grupos vinculados a la extrema derecha y al movimiento de Dieudonné y Alain Soral, fueron unánimemente denunciadas. Pero esta vez, raros y muy pocos han sido los que se han aventurado a descalificar a los participantes por sus eslogan. La izquierda "progresista y humanista" y sus clones han aplicado un descarado mutismo transmitido por los medios de comunicación. Mas se imponen las evidencias de un auténtico choque de culturas, más los apóstoles de universalismo se vuelven silenciosos, edulcorando los hechos desagradables y dejando hacer.

¿Hasta dónde llegara la desinformación oficial? Presas del buenismo políticamente correcto, se practica un cada vez más laborioso disimulo de los problemas de convivencia que plantea el Islam radical, sostenido pasivamente por parte de la comunidad musulmana. Recordemos que ésta última, que sí sabe movilizarse por Hamas, no ha juzgado útil indignarse por las obras asesinas de los "franceses" Mehdi Nemmouche, en el Museo Judío en Bruselas, o Mohamed Merah en Toulouse. No hay día sin noticias que nos informen de ataques a la cohesión nacional. El Colectivo contra la islamofobia en Francia (CCIF), muy próximo a los Hermanos Musulmanes, acaba de lograr suspender la prohibición municipal de la hijab en Mishawaka (Essonne). Estos choques o enfrentamientos identitarios, cotidianos en la escuela, no tienen nada que ver con el Oriente Medio. Pero ellos oponen aquí, también en este caso, una democracia a una ideología conquistadora que reclama su lugar. El uso habitual a las banderas de origen expresa el rechazo a ese mantra políticamente correcto que es la política del “vivir juntos” .

El escándalo es observar, una vez más, la indiferencia de la mayor parte de los antirracistas y defensores de los derechos humanos cuando se ven confrontados a la judeofobia sin límite de algunos de sus protegidos.

Los que con tanto ardor contabilizan las supuestas expresiones de islamofobia, no dicen nada por el contrario del martirio de los cristianos de Oriente, o de la violencia de la multitud parisina que gritaba "Israel asesino", amenazando a los lugares de culto judíos. Esta observación debería alertar el proceso de victimización del islamismo: oscurece, ocultándolos, los diseños del Islam político, y no se permite la más mínima crítica. Ahora bien, esta misma ideología que odia y execra a los "judeo-cruzados", tiene el control de Gaza y de los guetos franceses. En París, la policía describen a la Goutte d'Or como un barrio al borde de la revuelta. Los negacionistas, que embrollan la lectura de los hechos con referencias al conflicto del Oriente Próximo, no quieren ver la fractura franco-francesa nacida de una inmigración que, en el caso de un sector difícilmente cuantificable, no desea integrarse y lo reivindica. Para ellos, supondría reconocer la realidad y el choque cultural, algo que no desean reconocer.

Capitulación en curso

Para decir las cosas más claramente: la Francia podría tener que enfrentarse a su vez a las pruebas de fuerza impuestas por Hamas a Israel. El salafismo que se extiende en los suburbios abandonados hace posible una intifada similar. Ya han tenido lugar varios ensayos. Lean la carta de Hamas y su carácter totalitario y obsesivamente anti-judío y anti-cristiano, una rama de los Hermanos Musulmanes sostenida por Qatar. En ella se dice que es necesario destruir a Israel, matar a los judíos, hacer la guerra santa contra los no musulmanes, etcétera. Resistir este nazislamismo, que ya tiene miles de seguidores en Francia, debería ser una evidencia para una democracia. Ahora bien, por una alucinante inversión moral, la izquierda y la extrema izquierda multiplican cada vez más las señales de compromiso con esos grupos. Su capitulación está en marcha. Los lobos ya han entrado en París...

Cuando François Hollande,  el 14 de julio, reenvía espalda con espalda a Israel y Hamas, asegurando que Francia "ni es pro-israelí, ni pro-palestina", confirma una equivalencia entre una democracia y un movimiento sectario presto a sacrificar a su propio pueblo por su obsesión de erradicar a su vecino. Deseoso de ganarse los favores de su nuevo electorado (Hollande salió elegido gracias a un voto masivo musulmán a su favor en determinadas circunscripciones clave), el presidente parece haber olvidado que fue Hamas quién comenzó esta guerra, rechazando además un cese al fuego y colocando al Estado judío en situación de una legítima defensa propia. Muchas de las muertes de civiles causadas por los bombardeos dirigidos de los israelíes, a pesar de las alertas previas emitidas a la población, son trágicas. Pero es con los ojos vendados con los que Hamas dispara sus cohetes, a menudo interceptados cuando se aproximan a las ciudades enemigas. ¿Pero qué esperan, que Israel debería atarse las manos y someterse? Parecer ser que el espíritu de Munich lo solicita [N.P.: Munich 1938, cuando Checoslovaquia fue sacrificada por las democracias europeas que con ello esperaban conseguir apaciguar a Hitler]. Para rearmarse moralmente, Francia tiene mucho que aprender de Israel.

¿Autocrítica de los intelectuales? 

La resistencia que demuestra Israel frente a los ataques de Hamas es la resistencia de un Estado-nación occidental y de una democracia abierta (18% de los musulmanes viven allí) que no tiene la intención de desaparecer. Sin embargo, son en esos mismos términos que se plantea ahora el destino de Francia, escenario de un choque de civilizaciones, pero lamentablemente sin armas para defenderse. Esos judíos franceses que, con Bernard-Henri Lévy a la cabeza, denuncian el conservadurismo identitario de los "reaccionarios" (los franceses ajenos al buenismo políticamente correcto y que aún tratan de salvar la identidad nacional de la República) han llegado al final de sus propias contradicciones. Francia también es legítima por tener la pretensión de querer recordar y mantener sus raíces cristianas y sus tradiciones, al igual que Israel está defendiendo su identidad judía con el apoyo de intelectuales franceses cristianos. Para muchos de los defensores a ultranza de la inmigración (el Reemplazamiento de la población francesa, tal como lo ha definido Renaud Camus) como Julien Dray, les ha llegado el momento de la autocrítica. Su obsesión por denunciar a la extrema derecha le ha vuelto voluntariamente ciego al auge de la judeofobia islámica, la cual ya ha derramado sangre en suelo francés. Ha ello se debe el profundo malestar de los judíos franceses, algunos de los cuales prefieren abandonar su país.

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