La presión externa une a los israelíes - Dan Margalit - Israel Hayom

La ruin lenguaje utilizado por los funcionarios de la administración Obama contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, en comentarios hechos al columnista Jeffrey Goldberg del Atlántic, no fue nada apropiado, dado el hecho de que Israel es un aliado de los Estados Unidos. Este no fue el discurso normal entre los jefes de Estado. Los estadounidenses nunca han descrito al presidente sirio Bashar Assad como un "gallina cobarde" o un "autista (haciendo alusión a la enfermedad de asperger)". La Casa Blanca rápidamente se distanció de ese lenguaje beligerante utilizado por funcionarios no identificados de su propia administración. Este fue un intento de controlar los daños, pero el daño ya estaba hecho.

Ese lenguaje mordaz y brutal utilizado por los funcionarios americanos indica dos desarrollos: que crece la ira dentro de la administración Obama hacia Netanyahu por la construcción en Jerusalén y Judea y Samaria; y la vergüenza de esa misma administración por el colapso de sus planes para un nuevo Oriente Medio. El lenguaje inusual utilizado por los funcionarios fue una manifestación de que las ideas de la administración Obama han fracasado en el Oriente Medio en general, y en el ámbito palestino-israelí en particular.

Los estadounidenses ahora se dan cuenta de que ellos no tienen el monopolio de una gestión política adecuada. La semana pasada, Thomas Friedman, considerado en Israel como uno de los portavoces del presidente Barack Obama, publicó un artículo de opinión en el The New York Times en el que se retractó de algunas de las acusaciones que había hecho en el pasado en contra de Israel. Friedman ya no está convencido de que las propuestas del secretario de Estado norteamericano John Kerry sean el "último tren" para un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. Una tragedia puede estar ocurriendo, tal como Friedman señaló, y ahora mismo no hay una solución, pues el futuro (la situación general del Oriente Medio) es más oscuro que la propia oscuridad.

Así que, de hecho, lo que la Casa Blanca podría considerar como no apto "bajo ninguna circunstancia", puede no serlo tan efectivamente. La opinión de Friedman está ahora más cercana a la del ministro de Defensa Moshe Yaalon, quien considera que no hay una solución al conflicto entre israelíes y palestinos en un futuro próximo. Más bien, debe haber una "gestión de la crisis" a la espera de que las circunstancias cambien.

Adopción de un enfoque de "a sus guantes" contra Israel por parte de la administración Obama no va a lograr el objetivo que los iniciadores de la confrontación esperaban. Mientras que muchos israelíes, incluido yo mismo, puedo estar de acuerdo con las críticas de los Estados Unidos en lo referente a la sincronización de los planes de construcción de Israel y el giro de Netanyahu hacia la derecha, estaré del lado de Netanyahu frente a Obama si éste intenta socavar al primer ministro israelí, quien fue democráticamente elegido por el público israelí.

Según los comentaristas, Washington cree que el giro de Netanyahu hacia la derecha significa elecciones a la vista en Israel y Obama quiere influir en los resultados, dando a los votantes israelíes un sentido tangible de que las políticas de Netanyahu están poniendo a su país en conflicto con el mundo (y en especial con sus aliados). Tal vez Obama espera que esto disuada a los votantes israelíes de apoyar al Likud.

Pero aquí no estamos ante la idealizada vida de las naciones democráticas. En cambio, el patriota medio en una democracia defenderá a su primer ministro si está bajo un asalto verbal ilegítimo y desagradable desde el extranjero. Esta semana, oí una breve conferencia sobre por qué los seres humanos y los animales hacinados en el Arca de Noé no chocaron entre sí. La respuesta fue que la inundación representaba una enorme presión externa, algo que siempre une a las personas. Y así es como reaccionan los israelíes ante los vulgares ataques diplomáticos desde el extranjero.