Friday, November 07, 2014

Las fuentes de la tensión - JPost Editorial



La violencia y el caos parecen estar fuera de control en la capital. Algunos ya están declarando que estamos en medio de una tercera Intifada. En esta última ronda de agresiones palestinas, el arma elegida para intentar asesinar israelíes son los vehículos, el coche, una furgoneta o un bulldozer, todos son válidos.

Los atacantes, similares a los terroristas suicidas, conducen un vehículo preparándose de antemano a morir en el acto de asesinar a tantos judíos como sea posible, dejando al descubierto una vez más el aspecto de adoración a la muerte del Islam militante.

Proteger el honor de Al-Quds de cara a la "profanación sionista" es el motivo de estos conductores suicidas. Por ejemplo, la actividad en Facebook de Ibrahim al-Akary, de 38 años, el último conductor suicida afiliado a Hamas, que se estrelló contra un grupo de personas que esperaban el tren ligero en la mañana del miércoles, revela a un fanático religioso que se consume en un trastorno de ansiedad basado en su fe con relación al Haram al Sharif, al que judíos y cristianos llaman el Monte del Templo.

El miércoles, Jordania retiró a su embajador en protesta por la supuesta profanación de la mezquita de Aqsa por parte de Israel. El Wakf islámico que supervisa el Monte del Templo acusó a la policía israelí de profundizar en la mezquita. Al parecer, resultaba irrelevante para ellos que esta "intromisión" fue debida a su intento de mantener el orden y localizar a los manifestantes que se esconden con regularidad en ese lugar de culto. Un gran alijo de piedras, botellas y cócteles molotov se encontró en la mezquita de Al Aqsa, un claro ejemplo de cómo se difuminan las fronteras entre la adoración y la violencia inspirada por la fe en el Islam radical.

Insistiendo en haber sido ofendido, el ministro de Exteriores jordano, Nasser Judeh afirmó: "Estas violaciones exasperan las emociones y la sensibilidad de los 1,500 millones de musulmanes de todo el mundo". Amman también señaló que estaba reevaluando su tratado de paz con Israel de 20 años de vida.

El primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, pidió "al mundo y a la comunidad musulmana que protegiera la mezquita de al-Aqsa" y calificó la presencia israelí en el Monte del Templo "como de una crueldad hasta la médula".

Aquellos que favorecieron o financiaron la violencia en las calles de Jerusalén y realizaron amenazas por la vía diplomática, fingen ahora ser ajenos a los claros mensajes emitidos por el primer ministro Benjamin Netanyahu durante casi todos estos días de que su gobierno no tiene ninguna intención de cambiar el "status quo" ni las disposiciones que figuran desde la guerra de los Seis Días y que prohíben a los judíos rezar en el Monte del Templo, dando a las autoridades musulmanas completos derechos de custodia, aunque Israel retenga el control de seguridad.

El ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Liberman trató de ayudar a calmar al mundo musulmán arremetiendo contra los legisladores israelíes de derecha que, según él, han contribuido a la escalada de la tensión en los alrededores de Jerusalén al insistir en visitar el Monte del Templo en los últimos días. Liberman tiene razón al querer reducir a un mínimo la fricción que rodea el Monte del Templo. Mientras tanto, las garantías de Netanyahu son honorables y, si se hubieran aceptado de buena fe, podrían haber ayudado a calmar la situación.

Y un hecho alentador este jueves, Netanyahu y ​​el rey Abdullah de Jordania llamaron conjuntamente para poner fin a la violencia y la incitación en torno a la cuestión del Monte del Templo. Netanyahu aseguró a Abdullah que Israel no tenía la intención de cambiar el status quo que rige el Monte del Templo. También le dijo al rey que Israel respeta el papel de la monarquía jordana como custodio de los lugares santos musulmanes en Jerusalén, incluyendo el recinto de Al Aqsa.

Pero ninguno de estos gestos de tranquilidad debe confundirse con una justificación de los ataques terroristas con vehículos contra civiles inocentes. De ninguna de las maneras puede el deseo de unos pocos judíos de rezar en lo que ellos creen que es el lugar más sagrado del mundo, interpretarse como una justificación para la violencia, para el desguace de un tratado de paz de beneficio mutuo y para degradar las relaciones diplomáticas por unos disturbios.

En todo caso, la violencia sin sentido y asesina dirigida contra peatones al azar revela una mentalidad religiosa depravada; la hipersensibilidad al insulto real o percibido desvela una suprema inseguridad y una propensión a jugar a la víctima.

Los políticos y activistas israelíes pueden y deben estar de acuerdo en renunciar temporalmente a su derecho a visitar el Monte del Templo, y pueden y deben emitir declaraciones tranquilizadoras absteniéndose de declaraciones y acciones que podrían aumentar las tensiones. Pero en última instancia, es el fanatismo religioso e ideológico de una gran franja del mundo musulmán el que está alimentando el descontento y la violencia. Ninguna explicación y unas mayores dosis de tranquilidad podrán cambiar esta triste realidad.

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