Sunday, April 12, 2015

La farsa desplegada en el acuerdo de Obama con Irán - David Horovitz - Times of Israel


Una y otra vez, el presidente Barack Obama y su infatigable secretario de Estado prometieron que ellos y sus socios del P5 + 1 no negociarían un mal acuerdo con Irán sobre su programa de armas nucleares.

Y, he aquí que han cumplido su palabra.

Ellos no firmaron un mal acuerdo marco en Lausana, Suiza, la semana pasada. Ellos han aceptado un acuerdo de principios, y lo dejaron sin firmar, lo que permite múltiples interpretaciones contradictorias.

De inmediato resultó evidente que los negociadores liderados por los Estados Unidos habían extraviado su brújula moral, y eso en perjuicio de cualquier clara visión de su propio interés, cuando acordaron llevar a cabo las negociaciones en la fecha prevista, aceptando inclusive que el despiadado y arrogante líder de Irán, Ali Jamenei, entonara recientemente su mantra de "Muerte a los Estados Unidos", y que uno de sus jefes militares declarará que la destrucción de Israel "no era negociable".

Lo que se ha convertido en cada vez más evidente es hasta que punto el equipo de Obama y de sus colegas han sido tomados por tontos por los iraníes en las propias conversaciones.

Irán fue arrastrado a la mesa de negociación como consecuencia del régimen de sanciones cuidadosamente tejido. Pero se ha permitido a Irán salir de dicha mesa con gran parte de su programa de armas nucleares intacto, y con la promesa de que esas sanciones se retirarán.

Como era de esperar, Irán no ha sido obligado a reconocer sus esfuerzos a la hora de fabricar armas nucleares hasta la fecha. Como era de esperar, no estaba obligado a detener su programa de desarrollo de misiles. Como era de esperar, la eliminación de sanciones no ha estado condicionada a su abandono del terrorismo, a la detención de su financiación y armamento de Hezbollah, Hamas y otros grupos extremistas islámicos, o al final de su incitación implacable contra Israel. Nadie que hubiera seguido la manipulación absoluta por parte de la administración Obama de las negociaciones previas a Lausana habría esperado nada sobre estos asuntos.

Pero el acuerdo es mucho peor que lo que nuestras expectativas implacablemente bajas nos habían dado razones para anticipar. La planta de agua pesada de Arak no será desmantelado. ¿Por qué no? Debido a que esta era la mejor oferta que podíamos conseguir. La instalación de enriquecimiento de Fordo, construida en secreto en una montaña, no se cerrará. ¿Y por qué no? Debido a que esta era la mejor oferta que podíamos conseguir. Se permitirá que miles de centrifugadoras sigan girando. Miles más se mantendrán intactas. Pero por amor de Dios, ¿por qué? Debido a que esta era la mejor oferta que podíamos conseguir.

Todo ello de acuerdo con los - hasta ahora - elementos en disputa en la ONU del acuerdo firmado.

Sin embargo, y menos de una semana después de esas escenas repugnantes de los negociadores dándose palmadas en la espalda en Lausana, más y más elementos centrales del acuerdo marco están en disputa.

¿Serán levantadas las sanciones económicas solamente en fases, dependiendo del cumplimiento iraní, o todas a la vez, en el momento de firmarse el acuerdo? No está claro. ¿Irán deberá estar sujeto a inspecciones en "cualquier lugar, en cualquier momento" de todos los sitios sospechosos, nucleares y militares? No está claro. ¿Estará obligado Irán a enviar fuera del país casi todas sus reservas de uranio enriquecido? No está claro. ¿Se permitirá a Irán a continuar sus actividades de I + D con centrifugadoras más sofisticadas, lo que puede permitirle un acceso aún más rápido a la bomba, llegado el día? No está claro.

Y no solamente podemos leer los relatos crudamente contradictorios de lo que se acordó en las hojas informativas oficiales estadounidenses e iraníes, con discrepancias masivas a través de la mesa de negociaciones. También tenemos versiones contradictorias del mismo lado de la mesa, con una hoja informativa oficial francesa añadiendo confusión.

Si no fuera tan grave sería una auténtica farsa presenciar los intentos insinceros de la administración Obama a la hora de representar y disfrazar el desastre como un logro digno de admiración, como la mejor oferta, como algo histórico, como una garantía, según la formulación simplista y vacía del asesor presidencial Ben Rhodes, de que Irán nunca conseguirá la bomba.

En una entrevista ante el NPR que salió terriblemente mal, el presidente Obama admitió honestamente un enorme y grave defecto del acuerdo: el hecho de que, incluso si Irán mantiene el acuerdo (con un colosal e improbable "si"), será capaz de conseguir la bomba nada más que expiren las principales disposiciones después de una década (El presidente Obama ya había anunciado este hecho al reconocer en su entrevista con el New York Times que "he dejado muy claro que Irán no conseguirá un arma nuclear durante mi mandato", es decir, en al menos un año y medio).

Pero no podía haber un reconocimiento sincero de tan trascendental defecto, porque eso sería confirmar la acusación interminablemente reiterada por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu de que el acuerdo en realidad allanaba el camino de Irán hacia la bomba. Y así, una portavoz del Departamento de Estado tuvo que salir ante las cámaras y la prensa para balbucear una reinterpretación absurda de las declaraciones de Obama, un intento de reinterpretar sus palabras que insulta nuestra inteligencia.

Pero hay algo peor. Los iraníes acaban de decir que el acuerdo les da derecho a comenzar a inyectar gas en sus centrifugadoras más sofisticadas - las IR-8 -, esas que pueden enriquecer uranio 20 veces más rápido que sus actuales IR-1. Y de ahí la gran sonrisa del canciller Zarif y de su colega y experto nuclear Ali Akbar Salehi, cuando dijeron a los parlamentarios iraníes que Irán comenzará a trabajar con los IR-8 el primer día tras la entrada en vigor del acuerdo. Y esto, según la propia agencia de noticias iraní.

Ni que decir tiene, que todo esto es una burla de todo el proceso de negociación.

Sin duda, habrá mucha más parodia en el futuro. Esto es lo que se obtiene cuando se permite que un régimen brutal y asesino huele la indecisión, la debilidad y el abandono de los propios intereses esenciales de tus aliados.

"Esta es nuestra mejor apuesta, con mucho, para asegurarnos de que Irán no conseguirá un arma nuclear", afirmó Obama al diario The New York Times. ¿Seguro, señor Presidente? No se ve cómo lo logrará a partir de este acuerdo. Desde aquí, parece que podría haberlo hecho mucho mejor.

De hecho, parece que el resultado ha sido aquel que prometió evitar: Un acuerdo que elevara la presión económica sobre un régimen maligno y despejara su camino hacia la bomba.

En resumen, un muy mal negocio. Muy alejado de lo prometido. Mucho peor que ningún acuerdo en absoluto.



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