Tuesday, December 06, 2016

Cómo fue Obama quien creó realmente el affaire Amona - Evelyn Gordon


Amona

Observando como el gobierno israelí se convulsionaba por solamente las 40 casas del ilegal asentamiento o puesto de avanzada de Amona, un intruso podría preguntarse si se habían vuelto locos. Si usted no entiende las políticas subyacientes, no hay una explicación racional de por qué unos altos funcionarios del gobierno israelí  han dedicado más horas a tratar de encontrar una manera de evitar que se arrasen esas 40 casas que a numerosas cuestiones de mucho más peso. Las políticas del todo o nada tiene la culpa, y también muestran por qué el enfoque de Barack Obama ante la cuestión de los asentamientos ha sido en última instancia tan destructiva para la solución de dos estados que afirma favorecer.

Como el comentarista israelí Yossi Verter, en el diario Haaretz, señaló la semana pasada, el primer ministro Benjamin Netanyahu no ha tenido anteriormente ningún problema para tomar medidas que disgustan a su base. En el 2009 instituyó un congelamiento sin precedentes de 10 meses de la construcción en los asentamientos, y eliminó otros puestos avanzados ilegales con poblaciones relativamente grandes. La construcción de asentamientos ha sido más lenta en su reloj que bajo ningún otro primer ministro anterior, algo que incluso el diario de extrema izquierda Haaretz admite. Incluso impuso una congelación no declarada y sin precedentes de la construcción en los grandes barrios judíos de Jerusalén Este. Entonces, ¿por qué este cambió repentino?

La respuesta, que me quedó clara durante una discusión durante el almuerzo del Shabbat, se deriva de una brecha generacional. La memorias política más ardiente de mi generación la representan los Acuerdos de Oslo de 1993 y el subsiguiente incremento del terrorismo palestino, la fracasada cumbre palestino-israelí del 2000 y el derramamiento de sangre resultante de la segunda intifada y la retirada de Gaza de 2005, con el consiguiente lanzamiento de cohetes contra Israel que siguió, lo que ha llevado hasta ahora a tres guerras.

Por lo tanto, desde nuestra perspectiva, Netanyahu estaba básicamente haciéndolo bien. A diferencia de todos sus predecesores, ha resistido la masiva presión internacional para realizar más concesiones territoriales que serían igualmente desastrosas para la seguridad de Israel. En consecuencia, estamos dispuestos a disculparle en otros asuntos, incluso cuando no estamos de acuerdo con él.

Pero aquellos que eran niños durante la mayor parte o la totalidad de los acontecimientos anteriores, tienen una visión muy diferente de Netanyahu. A falta de la memoria sobre la rapidez con que otros primeros ministros sucumbieron a la presión exterior - Isaac Rabin y su promesa de no negociar con la OLP, Ariel Sharon y su promesa de no retirarse unilateralmente de Gaza -, las nuevas generaciones no reconocen en Netanyahu su coraje a la hora de no sucumbir ante la exigencia exterior de más desastrosas retiradas territoriales. Esa fortaleza ya se da por sentada.

Lo que ven en cambio es la forma en que de facto ha cedido el control de la tierra, dando poder al veto de la comunidad internacional sobre cuando y dónde puede construir Israel. Para tomar un ejemplo más claro, ¿qué otra nación se abstiene de construir unas viviendas que necesita desesperadamente en su propio capital por temor a la presión internacional? ¿No supone eso una burla de la reivindicación de Israel de su soberanía sobre Jerusalén?

Así que después de casi ocho años de congelación de la construcción declarada y no declarada, los activistas más jóvenes están en ebullición y frustrados. Ellos quieren ver como Israel actúa como un país normal y soberano, y edifica donde lo considere oportuno, lo cual, para muchos de ellos, significa toda Cisjordania.

Amona que se ha convertido en el vehículo para su frustración es un simple accidente del destino. Debido a que el Tribunal Supremo ordenó su demolición el 25 de diciembre, el truco habitual del gobierno fue posponer cualquier decisión que implicara problemas, o bien arrasar ese puesto de avanzada o legalizarlo en las próximas tres semanas.

Pero ¿qué tiene esto que ver con la política de asentamientos de Obama? La respuesta es sencilla. Los anteriores gobiernos de los Estados Unidos distinguían entre áreas que Israel es casi seguro que mantendría en cualquier acuerdo con los palestinos, como los grandes barrios judíos en Jerusalén Este o los grandes bloques de asentamientos, y esos otros asentamientos aislados que tendrían que ser evacuados en virtud de tal acuerdo. Es decir, la construcción en esas zonas que Israel mantendría no obstaculizaba las perspectivas de una solución de dos estados, por lo que las administraciones americanas anteriores no plantearon tanto alboroto al respecto.

La administración Obama, por el contrario, se opone tan ruidosamente a la construcción de nuevas viviendas en los grandes barrios judíos de Jerusalén como a las nuevas casas en los asentamientos más aislados o los puestos de avanzada en Cisjordania. Tampoco ha otorgado a Netanyahu ningún crédito por su contención sin precedentes a la hora de la construcción en los asentamientos. En cambio, de una manera continuada y falsa le ha acusado de una construcción "agresiva", y luego ha utilizado esta falsa acusación para culparlo del estancamiento del proceso de paz.

Si Obama hubiera aceptado en silencio ese menor construcción en Jerusalén y en los bloques de asentamientos, y hubiera reconocido públicamente la contención de Netanyahu, el primer ministro israelí habría tenido un caso sólido de defender ante los airados jóvenes activistas de su partido. Es cierto que no estamos construyendo en todas partes, podría haberles dicho, pero al menos estamos construyendo en aquellos lugares que sí son importantes para nosotros. La moderación en otras áreas vale la pena por el bien de unas buenas relaciones con Washington.

Pero de cara a la política real de Obama, Netanyahu no tiene nada que reivindicar. "No se está construyendo en cualquier lugar", le replican los jóvenes activistas, "y si usted genera tanta indignación internacional construyendo en Jerusalén como construyendo en Amona, por qué no dejarse de dudas y construir en todas partes?"

Netanyahu se ha esforzado desesperadamente en encontrar algún tipo de compromiso sobre Amona, y puede que llegue a tener éxito. Pero la ira de los jóvenes activistas no va a desaparecer, por lo que en algún momento tendrá que elegir: empezar a construir y correr el riesgo de irritar a la comunidad internacional, o continuar con su contención y correr el riesgo de perder su propia base política. Y cuando los políticos en los países democráticos se ven obligados a elegir entre sus votantes y los líderes extranjeros, estos últimos suelen perder.

Por lo tanto, si la comunidad internacional quiere asegurarse de que la construcción en los asentamientos no va a socavar una solución de dos estados, tiene que dejar de oponerse a la construcción en aquellas zonas donde no compromete esa solución, como Jerusalén y los bloques de asentamientos, y empezar a dar crédito a Netanyahu por su contención. De lo contrario, éste irá sin municiones a la lucha contra esos airados jóvenes activistas de su base. Y si no puede con ellos, es casi seguro que se unirá a ellos.



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