Saturday, July 15, 2017

Defender y atacar la risa judía de George Soros - Shmuel Rosner


La campaña de Hungría contra George Soros, el multimillonario izquierdista húngaro, representa para Israel un interesante dilema. Interesante, pero no sin precedentes. Soros intenta alterar las políticas de Hungría. Está tratando de hacer que su país de origen sea más hospitalario con los inmigrantes. Él tiene dinero, mucho dinero, y ese dinero le da la capacidad de financiar campañas, pagar a activistas, financiar y apoyar a las ONG's. Él tiene una agenda política, y su agenda no es la agenda del gobierno de Hungría. Tiene el poder de luchar por su agenda, pero el gobierno tampoco debe permanecer sentado y ocioso viéndolo actuar. El gobierno está retrocediendo. Decidió golpear bajo llevando a cabo una campaña anti-Soros. Una campaña agresiva y personalizada. A Soros se le muestra riendo en un cartel donde se llama a los húngaros a no dejar que sea el último que ría.

Israel no tiene ningún negocio con esta campaña y con este enfrentamiento entre Soros y Hungría. Pero por varias razones, algunas de las cuales fueron meramente una falta de consideración adecuada, se vio implicada en ella. Eso es porque Soros no es solamente un americano rico, sino un rico judío americano de origen húngaro. Y porque el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, tiene programada una visita a Hungría, un país cuya política está casi libre de antisemitismo. Y porque hay algo más que cierta similitud entre la forma en que Soros actúa contra las políticas de Hungría y la forma en que actúa contra las políticas de Israel.

El embajador israelí en Hungría decidió protestar contra la campaña hungara, según ha informado Barak Ravid: “El embajador israelí en Hungría, Yossi Amrani, dio a conocer una declaración inusualmente dura pidiendo a Orban y a su partido que retirara los carteles publicados en todo el país en contra del multimillonario judío-americano de origen húngaro, George Soros. La comunidad judía húngara también comentó que los anuncios estaban alimentando el sentimiento antisemita". Amrani no se equivocó necesariamente al ver en la campaña ciertos rasgos antisemitas.

Pero Netanyahu decidió echar abajo la protesta, y editó una declaración atacando a Soros. "De ninguna manera la declaración (del embajador) pretendía deslegitimar las críticas a George Soros, quien socava continuamente a los gobiernos democráticamente elegidos de Israel", dijo el portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores Emmanuel Nahshon, añadiendo que Soros financia organizaciones "que difaman al Estado judío y buscan negarle el derecho a defenderse". El Primer Ministro tampoco está necesariamente equivocado al pensar que hay muy buenas razones para censurar a Soros.

Así, en este asunto, todas las partes tienen un motivo. Hay un motivo para aquellos que creen que Israel está obligado a advertir contra cualquier tono de antisemitismo dirigido contra un judío. Y hay un motivo para aquellos que afirman que Soros, un crítico radical de Israel cuyas acciones erosionan la seguridad de Israel, es el último judío que merece la protección del estado de Israel.

He aquí una pregunta interesante: ¿Todo judío, sin importar sus acciones, merece la protección de Israel? ¿Debería toda expresión de odio ser denunciada por Israel, sin importar el costo para Israel? Reconsideren las siguientes dos historias a la hora de esbozar una respuesta. Por supuesto, hay más de dos historias, pero éstas bastarán por ahora.

Primera historia: En julio de 1970, otro rico judío americano presentó a Israel un gran dilema. Su nombre era Meyer Lansky, y vino a Israel solicitando la ciudadanía bajo la Ley de Retorno. Como judío - argumentó ante la Corte Suprema de Israel cuando el gobierno rechazó su petición - merecía su lugar en un refugio seguro. De hecho, el juez Shimon Agranat declaró que "el derecho de aliya... es de primer orden". Sin embargo, la Corte decidió contra Lansky y aceptó la posición del estado de que Lansky era un "peligro para el público" al ser un conocido gángster y mafioso. El derecho del pueblo judío de Israel a vivir sin el temor a los crímenes se imponía al derecho de un individuo judío de emigrar a Israel cuando se ajustaba a sus necesidades.

Segunda historia: En 2015, el mundo conmemoró el 100º aniversario del Genocidio Armenio. Israel ha pasado la mayor parte de estos años negando ese hecho. Nunca ha reconocido oficialmente la narración de los horrores relatados por los sobrevivientes, historiadores, diplomáticos y testigos. Las comparaciones comunes de estos horrores con los del Holocausto, la obligación moral de no callar, el deterioro de las relaciones con Turquía, el tiempo transcurrido, no han convencido al gobierno para cambiar su posición inamovible. El derecho del público judío en Israel a vivir con seguridad ante la complicada realidad regional del Oriente Medio prevalece a la obligación general de Israel de reconocer una farsa moral.

Por supuesto, es perfectamente razonable cuestionar las decisiones de Israel en ambos casos. Se puede argumentar a favor de albergar a Lansky y se puede argumentar en favor del reconocimiento del genocidio armenio. También es perfectamente razonable cuestionar la decisión de Israel con respecto a la campaña de Soros. Algunos lo hicieron usando un lenguaje áspero. Tienen un motivo mientras sus estándares a la hora de reflexionar sobre las acciones de Israel sean razonables. No es que sus normas solamente tengan en cuenta la persona que tomó la decisión (Netanyahu, por lo que necesariamente debe estar equivocado) o la persona a la que iba dirigida esta decisión (Soros, por lo que al ser un izquierdista se le debe favorecer).

¿Qué son unos estándares razonables? Hace unos meses escribí sobre un tema similar, cuando la administración Trump fue acusada de tendencias antisemitas. La mayoría de las veces, argumenté, "Israel intenta equilibrar delicadamente su deseo de deslegitimar el antisemitismo y su necesidad de mantener unas relaciones exteriores que promuevan sus causas. A veces esto significa usar los ataques contra los judíos para atraer una inmigración judía a Israel, y a veces esto significa hacer la vista gorda ante cierto antisemitismo a cambio de un apoyo político".

Unos estándares razonables se cuestionarían: ¿Israel en qué se beneficia y en qué pierde criticando a Hungría? ¿Dónde empieza la obligación de Israel de defender a Soros y dónde termina? También es recomendable no confundir una campaña que huele mal con una campaña que emita unos evidentes mensajes antisemitas.

Soros provocó a Hungría. También provoca a Israel. Por lo tanto, esa campaña también podría ser la nuestra: no dejemos que Soros sea el último en reírse. Una cosa es muy posible, que en medio de esta brujería diplomática, se riera bastante esta semana (y para terminar esta saga: Hungría abandona la campaña antes de la visita de Netanyahu).

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