Wednesday, August 16, 2017

Debemos detener a Raed Salah y a su gente (y denunciar a los que les apoyan desde la izquierda israelí) - Ben-Dror Yemini - Ynet



El jeque Raed Salah fue arrestado nuevamente el martes. Estos son sus mejores días. Está teniendo éxito. Tres de sus seguidores llevaron a cabo el ataque terrorista en el Monte del Templo y causaron un brote de violencia. El funeral de los asesinos se convirtió en una manifestación de solidaridad con los shahids (mártires) no como las manifestaciones antisemitas de Hamas. Un joven árabe fue asesinado en Jaffa y un periodista del canal 2 casi fue linchado cuando cubría el funeral y mientras los negocios árabes próximos se negaban a darle refugio. La impresión que nos queda es que los ciudadanos árabes de Israel se están convirtiendo en el enemigo interior.

Pero debemos tener cuidado en no dar a los agitadores y barones de la incitación, los Salahs y Zoabis de este mundo, más crédito del que merecen. Hay Hamasniks entre ellos, sin duda. Pero antes de que unas heridas que tienen dificultades para sanar se conviertan en una enfermedad incurable, debemos recordar que las encuestas realizadas en los últimos años muestran que la mayoría de los árabes israelíes están en un lugar diferente, en algún lugar mucho menos violento y enfurecido.

Según el Índice de Democracia de Israel, por ejemplo, el 55% de los árabes se enorgullece de ser israelíes, y en completa contradicción con la lucha de sus jefes, más del 50% de los árabes quieren hacer el servicio nacional. El porcentaje de reclutas entre ellos aumenta cada año.

¿Cómo explicar esta brecha entre las encuestas, que dan motivos al optimismo e incluso al proceso de israelización entre los ciudadanos árabes del país por un lado, y las manifestaciones de violencia y odio, por el otro?

Pues bien, la sociedad árabe en Israel, al igual que las comunidades musulmanas en los países vecinos y en Europa, tiene un núcleo radical que no es muy marginal. A veces son nacionalistas de la variedad Balad, otras veces son yihadistas de la clase que alimenta Salah, y a veces son una combinación de ambos. No necesitan ser la mayoría para provocar conflictos e instigar el odio. Ellos tampoco sueler ser la mayoría en ninguno de los barrios o suburbios en Europa, donde crean con éxito focos del islam fanático. Pero tienen una enorme ventaja, a pesar de que son una minoría: están decididos, son activistas y son violentos.

Y hay otro componente en los países occidentales, como en Israel, que los hace más fuertes. Ellos siempre, y quiero decir siempre, reciben el apoyo y la justificación de las "fuerzas de progreso". Fueron judíos de la izquierda israelí quienes distribuyeron una petición de apoyo a la Lista Conjunta Árabe. Aquellos que desprecian a Lehava (grupo chovinistas judío), a la jóvenes de las colinas (jóvenes colonos radicalizados), a los racistas y chovinistas dentro del lado judío, se emocionan en cambio al encontrarse con semejantes individuos del lado árabe.

Las "fuerzas del progreso" de la izquierda no se identifican con la mayoría musulmana que lleva un estilo de vida normal y no destila odio hacia los judíos. Esas fuerzas de tan elevada moralidad supuestamente, apoyan a los furiosos y a los que odian. Las justificaciones hechas por esos radicales no fomentan la reconciliación o la paz entre las naciones, solamente la radicalización. Pero esta ha sido la moda desde hace años dentro de las "fuerzas del progreso".

Su mecanismo de justificación tiene muchas excusas: la existencia de discriminación, exclusión, racismo, ocupación. Esto es absurdo, porque hay otras minorías, tanto en Israel como en otras partes del mundo, que no recurren al odio ni al terrorismo y sufren de similar discriminación.

En general, este fenómeno de odio insondable también existe donde no hay grandes muestras de exclusión, colonialismo u ocupación. Y sobre todo, existe dentro de las comunidades musulmanas, entre sunitas y chiitas, entre los propios sunitas, entre hombres y mujeres. Después de todo, ellos son los que lideran el mecanismo de opresión en el que los musulmanes son opresores y a la vez oprimidos. Y es siempre la minoría violenta es la que oprime a la mayoría.

En lo que respecta a Israel, la minoría árabe ha sufrido discriminación años atrás  y todavía existe cierta discriminación. Pero durante las últimas décadas ha existido un esfuerzo por compensar los pecados pasados. Fueron los gobiernos de la izquierda laborista los que instalaron la administración militar en Cisjordania, así como la discriminación, y son en realidad los gobiernos de la derecha los que están invirtiendo en la población árabe. Por ejemplo, el plan quinquenal anunciado por el gobierno "más derechista que Israel ha tenido jamás". Además, los árabes israelíes disfrutan de pagos de ecualización del Ministerio del Interior, un presupuesto especial por parte del Ministerio de Educación y altos pagos del Seguro Nacional en comparación con su tamaño relativo en la población.

No hay una solución mágica. La dirección correcta debe incluir apoyar a la mayoría cuerda y moderada, y emplear una mano firme contra la minoría que causa odio y violencia. No es fácil, ni es simple. Pero es importante recordar que aquellos que se identifican con Hanin Zoabi y su gente (dentro de la izquierda), no son parte de la solución. Son parte del problema.

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