Saturday, March 17, 2018

¿Elecciones anticipadas? La fecha límite está cerca, !! sorpréndame !! - Shmuel Rosner



Uno de los mitos comunes sobre las últimas elecciones de Israel (2015) es que las previsiones de las encuestas fallaron. La gente esperaba una victoria de Yitzhak Herzog, del Partido Laborista y terminaron teniendo a Benjamin Netanyahu, del Likud, como primer ministro. De hecho, su victoria con 30 escaños para el Likud fue una sorpresa, ya que, de promedio, las encuestas de las elecciones predecían una derrota con 22 escaños para el Likud. Pero el gran error de las encuestas es un mito. Su error fue predecir el número exacto de escaños para cada partido. En realidad tuvieron éxito a la hora de predecir una cifra más importante: el número de escaños para cada bloque político.

Unos días antes de las últimas elecciones revisé dichas encuestas, esas que algunos israelíes interpretaron como optimistas para la izquierda debido a la ventaja de los laboristas. Luego escribí la siguiente frase: "Los números realmente no suman para los competidores de Netanyahu. Para ellos formar una coalición requeriría un milagro electoral". Herzog estaba en lo alto, pero las matemáticas estaban en su contra. Y actualmente ocurre lo mismo. No personalmente contra Herzog, sino contra el bloque del que forma parte.

Los votantes buscan en el vecindario, y se mudan del Likud al Hogar judío o del Laborismo a Yesh Atid. Pero rara vez votan por un partido que implique un riesgo para su bloque político (izquierda o derecha). Para que tal cosa suceda, debe haber una figura formidable como Ariel Sharon. Para que tal cosa suceda, debe haber una crisis de desempate.

Yair Lapid (Yesh Atid), Avi Gabbay (Laborista) y todos los demás candidatos autoproclamados para reemplazar a Netanyahu no son Sharon. Pueden robar los votantes de los otros partidos de su bloque, pero les resulta muy difícil robar a los votantes del otro bloque. Es decir, si crees a las encuestas. Las últimas encuestas predicen que la actual coalición de 67 miembros obtendría alguno de los siguientes resultados: 67, 63, 67, 64, 66 y 63 escaños.

Y es que los israelíes raramente votan por un partido que arriesgaría su bloque político.

Es cierto, esto no es una gran ventaja. Pero la construcción de coaliciones es un arte complicado, en el cual se tiene que contar no solo con el número de escaños disponibles para la posible coalición, sino también el número de escaños disponibles para una coalición alternativa. Contando esto, uno se da cuenta de que todas las alternativas aún ponen al Likud como un posible ganador. Puede volver a formar la coalición actual u optar por una coalición con algunos de los partidos más centristas. Sus rivales no tienen esta opción. No desde luego si los números se asemejan (no es necesario que sean exactos) a los de las encuestas.

Hay otro mito, o un cliché común, que debe tratarse con recelo. Es el mito de la sorpresa en las elecciones: una elección es como un viaje por carretera sin un mapa, donde tienes un punto de partida, pero el punto final es desconocido. Eso es cierto para los estadounidenses, porque todo lo que se necesita es una desviación de 2-3 puntos en las encuestas y se obtiene a Donald Trump en lugar de Hillary Clinton. No es cierto en Israel, donde construimos coaliciones y las necesitamos para que sean algo estables para sobrevivir.

¿Cuándo tuvimos sorpresas electorales? Es bastante raro. 1996 nos viene a la mente debido a la noción de que medio año después del asesinato de Yitzhak Rabin, era incumbencia de los votantes dar su victoria al Partido Laborista. Pero 1996, cuando Netanyahu se convirtió en primer ministro, fue una excepción. Fue la primera de las únicas tres rondas de elecciones en las que el primer ministro fue elegido directamente por los votantes. Fue una elección personal entre Netanyahu y Shimon Peres, y no entre el Likud y el Laborismo como la tenemos hoy. Cuando tienes una elección personal con dos opciones, la sorpresa puede llegar a ser una característica constante. Cuando se eligen partidos y se cuentan los bloques, hay pocas sorpresas: era muy probable que Netanyahu ganara en las últimas tres rondas, que Ehud Olmert ganara antes que él, y Sharon no fue una sorpresa en 2001, ni Ehud Barak en 1999 (el los dos últimos fueron elegidos directamente).

Por supuesto, esto no significa que las sorpresas nunca puedan ocurrir. Pero son bastante raras, y parecen ser aún más raras hoy. Esto explica por qué esta semana se viera a un Netanyahu favorable a una elecciones anticipadas: podría volver a ganar y formar una coalición. Esto también explica por qué esta semana vimos a sus socios de la coalición trabajando arduamente para sabotear sus planes. Y es que si llegan unas nuevas elecciones, serán ellos quienes tendrán que pelear más para no perder escaños los unos con los otros. El domingo, la crisis fue leve, pero el lunes estaban furiosos, y el martes fue una montaña rusa. El martes por la noche parecía casi terminada.

Entonces los diarios se acostaron. ¿Quieren llamarlo sorpresa de elección? Estos son exactamente los tipos de sorpresas desagradables que los periodistas podemos tener: tener que escribir sobre una crisis cuando la fecha límite está cerca.

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