Sunday, September 23, 2018

Cuando los expertos prefieren seguir ignorando la verdad sobre los palestinos - Jonathan Tobin - JNS




Cuando el columnista del New York Times Thomas Friedman ofrece un plan de paz para el Oriente Medio, "el mundo se detiene y escucha". O al menos solía hacerlo. El tres veces ganador del Premio Pulitzer ha estado opinando sobre la región durante décadas, y la sensación de desgaste de sus consejos comienza a sentirse tan evidente como su estilo de prosa que permanece tan inundado de clichés actualmente como siempre.

En 2002, cuando Friedman buscaba ser la partera de una iniciativa de paz de Arabia Saudita, el resultado fue un scoop de relaciones públicas para el columnista, incluso cuando resultó que la idea era menos de lo que parecía. Pero no es probable que su último conjunto de sugerencias para una paz en Oriente Medio, en las que ofrece a los palestinos un plan para poner al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en aprietos, cause un gran revuelo. Friedman todavía escribe como si estuviese en una posición única para decir la verdad a ambas partes y el mundo estuviera pendiente de cada una de sus palabras.

Pero no es así, aunque eso no signifique que su escritura sea insignificante, y no es solamente porque conserve su influyente posición en el NYTimes. Friedman ha evolucionado a lo largo de los años hasta convertirse en un indicador perfecto de la sabiduría convencional. Si quieres saber qué está mal con el pensamiento que dominó la política exterior de los EEUU hasta la administración Trump - y qué gente cree que volverá a funcionar después de que el presidente estadounidense Donald Trump sea expulsado de Washington -, entonces deberían leen las columnas de Friedman.

Es por eso que vale la pena echarle un vistazo a su última contribución a los cada vez más numerosos esquemas para solucionar el conflicto entre Israel y los palestinos, incluso si es tan poco habitual como el resto del género. También demuestra una vez más que aunque Friedman casi con certeza ha olvidado mucho más sobre el Oriente Medio de lo que Trump alguna vez llegó a aprender, esa administración Trump por la que tiene tanto desprecio puede en realidad tener un mejor manejo del conflicto que el veterano comentarista.

El paso del tiempo desde la publicación de su libro "Desde Beirut hasta Jerusalén" de 1989, que lo convirtió en una estrella de rock de política exterior, no ha sido amable con Friedman. La conversación  sobre la política exterior, especialmente en los tiempos de tendencia izquierdista, ha cambiado fundamentalmente en las últimas dos décadas. En un momento en que los lectores del NYTimes están más interesados ​​en resistir a Trump que en ayudarlo a tener éxito, las columnas de Friedman parecen estar fuera de contacto. Aunque sus pretensiones siguen siendo insufribles, su objetivo sigue siendo la creación de un tipo de consenso sobre una política que no encaja con el entorno polarizado en el que vivimos ahora. Como tal, incluso el más crítico de sus lectores casi puede simpatizar con la difícil situación de un escritor que parece querer que todos, incluso Trump, sean tan inteligentes como él cree serlo, en lugar de simplemente destripar a la administración Trump.

La última columna de Friedman dice mucho acerca de esa situación. Tiene razón en que Hamas es "una maldición para el pueblo palestino" y que "sigue propiciando una estrategia de sacrificio humano en Gaza". El columnista también es correcto en resumir la estrategia de la Autoridad Palestina como una de "voy a contener la respiración hasta que me vuelva azul". Su negativa a negociar con los Estados Unidos e Israel es tan inútil para los palestinos como su corrupción endémica. Este último podría usar algunos consejos inteligentes, y Friedman es demasiado listo como para arrancar algunos del pozo sin fondo de su sabiduría autoproclamada que ha estado proclamando durante décadas.

Friedman urgía a la AP para que dijera a los aliados árabes moderados de los Estados Unidos que se comprometerán con los Estados Unidos si el equipo negociador de Trump, encabezado por su yerno presidencial Jared Kushner, acordaba volver a trazar su propuesta de paz para incluir una demanda por un Estado palestino contiguo en Cisjordania con una capital en parte de Jerusalén. Eso, tal como argumenta Friedman, le daría al plan el apoyo del mundo árabe y pondría a Netanyahu en un lugar donde no puede decir que no. El resultado significaría el fin del gobierno de centroderecha del primer ministro y su reemplazo por uno que favorecería la paz.

Como toda "la sabiduría inteligente" que Friedman ha estado vendiendo desde que le dio al primer secretario de estado del presidente George HW Bush, James Baker "grita a los judíos", la idea de decirle a los israelíes que lo llamaran cuando quisieran hablar en serio de querer la paz, todo ello suena sumamente simple.

Pero a Friedman nunca se le ocurre preguntarse por qué los palestinos rechazaron propuestas similares en el pasado. Después de todo, John Kerry pasó años rogándole a los palestinos que aceptaran tal trato sin ningún resultado cuando era secretario de Estado del presidente Obama. La AP se alejó de un esquema similar cuando Ehud Olmert y la administración de George W. Bush les presionaron. Lo mismo sucedió cuando Ehud Barak y la administración Clinton hicieron propuestas similares en Camp David y Taba en 2000 y 2001.

El problema con la fe ciega en una solución de dos estados para el conflicto no es con la lógica de dos estados para dos pueblos como una idea abstracta:  los palestinos nunca han estado particularmente interesados ​​en ese concepto. Si bien las posibilidades de que Trump y Kushner negociaran un "acuerdo definitivo" son prácticamente nulas, entienden que la negativa de sus predecesores a responsabilizar a los palestinos por su apoyo al terror y a la negativa a negociar seriamente forman parte del problema, no la solución.

Friedman considera que tal idea es intolerablemente pro-Israel, y que es el resultado de un acuerdo corrupto entre Trump y los donantes judíos y cristianos de la campaña. Dejando de lado la historia de Friedman de estar dispuesto a alentar las difamaciones antisemitas sobre el apoyo de Estados Unidos a Israel para atacar a su bestia negra que es Netanyahu, el problema aquí es que Friedman simplemente no acepta que incluso los "moderados" del partido Fatah que controlan Cisjordania están empantanados en irredentismo y en odio con Hamas.

Si los saudíes y otros gobiernos árabes parecen haber renunciado a la causa palestina en los últimos años (incluso si no pueden decirlo públicamente), es porque conocen la cuestión. Consideran que su alianza estratégica tácita con Israel es una prioridad más alta que complacer a los palestinos.

Friedman cree que Trump debería escucharlo y ponerse a trabajar "retorciendo los brazos o apéndices de todos" o bien "construir condominios y campos de golf". Si la paz en esos términos fuera posible, Trump probablemente la hiciera. Pero él no está dispuesto a cometer los mismos errores que los últimos cuatro presidentes, aquellos que pensaban que Friedman sabía de lo que estaba hablando.

Lo cual demuestra que aunque Friedman sabe mucho más sobre el tema que Trump, la desconfianza instintiva del presidente hacia los "expertos" como el famoso columnista es bastante inteligente.

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