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Yo lo llamo mi "momento Shylock" y sucede cada vez más. Durante tres veces en las últimas semanas he tenido la oportunidad de representar el punto de vista israelí en debates públicos. Como se pueden imaginar, no era una tarea fácil. El público - dos universidades británicas y un estudio de TV en Londres - es abrumadoramente hostil.
Las preguntas se repiten, al igual que mis respuestas. Y cada vez más, hay una persona que formula un pregunta un tanto diferente, y es la que dispara mi “momento Shylock”.
La pregunta se formula suavemente. Su rostro muestra preocupación real, incluso dolor. Y lo que usted escucha no es una acusación, sino una verdadera pregunta, y es que esa persona está realmente confusa.
Les dirá algo como lo siguiente: "He estado viendo las escenas de Gaza en la televisión. He visto a niños pequeños de pie delante de las ruinas de sus hogares. He visto padres llorando por la pérdida de sus hijos. Y no puedo entender cómo se puede ver todo esto y aún así apoyar a Israel".
Obviamente, muchas de estas palabras vienen de parte de algunos propagandistas de Hamas disfrazados para engañarnos. Pero a veces la pregunta es sincera y se merece una respuesta justa. Cuando esto sucede, creo que toda esa sala llena de gente desaparece ante mis ojos y me concentro directamente en la persona que habla.
Me detengo por un momento, no buscando un efecto gratuito, sino para pensar esa respuesta que será probablemente la más importante que daré en una noche llena de preguntas difíciles y de aún más complicadas respuestas.
Mi respuesta no tratará de explicar a esa persona la táctica y la estrategia del ejército israelí, o la historia del conflicto – seguro que tendré otras oportunidades para hacerlo -, sino algo mucho más difícil, algo que está en el corazón del problema. En primer lugar, tengo que convencerles de que en realidad los judíos son humanos.
Me doy cuenta de esto les suena algo así como una exageración, algo evidente, pero sólo hasta que ustedes puedan estar cara a cara con ese tipo de público y ese tipo de pregunta.
En Gran Bretaña - en particular en los campus universitarios - nos enfrentamos a una creciente ola de antisemitismo. Y el antisemitismo niega la humanidad del judío. Cuando nos enfrentamos a ese antisemitismo, nuestro trabajo en primer lugar es establecer nuestras credenciales como miembros de la misma especie que la audiencia.
Tenemos que demostrar que compartimos su ADN.
Siempre suelo empezar mi respuesta con una serie de negaciones. No somos monstruos. No nos falta empatía con los demás. Nosotros no nos horrorizamos menos ante el espectáculo de la muerte y de la destrucción innecesaria en Gaza. No somos inmunes a los sentimientos que ustedes sienten, estimada audiencia.
Y cuando digo estas palabras, miro con atención al rostro de la persona que me ha formulado esa pregunta. Si miro alrededor, tratando de medir la reacción de la audiencia a mis palabras, me detendré y le perderé.
Estoy buscando a esa persona y sólo deseo hablarle a él o ella. Y me parece que a veces, si me sale bien, aparece un signo de reconocimiento, la sensación de que mis palabras se reciben.
Por supuesto, estoy encantado de poder persuadir a algunas personas de que los judíos no son monstruos, que - como ellos - queremos vivir en paz y rechazamos la guerra. Al hacerlo, pongo mi granito de arena por Israel y podré dormir plácidamente por la noche.
Pero también siento que estoy re-interpretando la más famosa "defensa" que de un judío jamás se ha escrito, el monólogo de Shylock del Mercader de Venecia.
Así pues, me encuentro diciendo a ese público de estudiantes en la Gran Bretaña de 2009 que los judíos "nos alimentamos con los mismos alimentos, nos herimos con las mismas armas" que ellos. “Y que si nos pinchan, sangramos. Y si nos envenenan, morimos”. Y no es sólo retórica, ya que verdaderamente ya nos han herido, y hemos sangrado, y también ya nos han envenenado.
Comparecer ante un público hostil en la Gran Bretaña de hoy en día nos exige no sólo defender o explicar ciertas acciones de Israel, sino defender nuestra propia humanidad. Al igual que Shylock se vio obligado a hacer.
Sí, las cosas están realmente mal.
Fuente: The Jewish Chronicle
Magnífico refresco sobre lo que significa defender no ya a Israel, sino al propio judío. Eric Lee hace real algo que muchos sienten como lejano y por lo tanto ajeno. Es una pesadumbre tener que contestar siempre las mismas torpes y necesarias preguntas de gentes, las más ignorantes y otras malévolas, ellas sí y tener asímismo que argumentar todo lo argumentable. Efectívamente yo también me siento Shylock, Eric Lee lo hace en universidades y televisiones, con gentes más o menos respetables o preparadas, yo, al igual que la mayoría, lo hacemos a pie de obra y sobre gentes formadas por esa ignorancia de la que hablo. Es lastimoso saber que es una lucha hasta que uno tenga fuerzas o, sencillamente, te aburra.
ReplyDeleteIojanan, el único aburrimiento radica en que cuando empiezas a argumentar ante la mayor parte de esta gente te das cuenta que no sabe nada, ni de la historia del conflicto ni de los temas de los que habla, su información está únicamente alimentada de algunas crónicas de algunos de esos demagogos que ahora llaman correponsales y no hay nada más, y tampoco hay interés en conocer mucho más (¿para qué plantearse problemas que te hagan dudar?), y de pronto te das cuenta que deberías comenzar por el principio, contar toda la historia, deshacer tópicos y estereotipos construidos con ideas indigentes, mínimas, ocasionales, y entonces les miras a la cara y sabes que, no es que no sepan, es que tampoco quieren saber, el tema les interesa solamente para tener una imagen a juego con lo que se pretende ser de cara al exterior.
ReplyDeleteDe ellos será el futuro, de ahí el triunfo por ejemplo de los tatuajes, únicamente como exhibicionismo ante los demás, como "sustancia" de misterio, de inconformismo, de "radicalidad", de contracultura, sin esfuerzo, sin compromisos y sin cerebro.
Esto último es fundamental, la gente no pide peras al olmo
Muy cierto.
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