Friday, December 02, 2011

Judaísmo, el arte de las ideas audaces - Nathan Lopes Cardozo - JPost



Uno de los grandes pilares del judaísmo, el gran valor de la disidencia espiritual, intelectual y moral, se ha convertido en un anatema. En lugar de enseñar el arte de la audacia estamos educando a una generación de conformistas.

La perspicacia ha sido reemplazada por los clichés, la flexibilidad por la obstinación y la espontaneidad por la costumbre. Siempre existe un ostracismo social para cualquier tipo de sana rebeldía contra lo convencional.

Eliezer Berkovits ha sido ignorada cuando sostuvo que la Halajá se había colocado a la defensiva; que el gran pensador Abraham Joshua Heschel es en gran parte ignorado por la ortodoxia; y que las yeshivot haredi no prestan atención al Rabino Avraham Yitzhak Kook. Por encima de todo, vemos intentos deshonestos para retratar al fundamentalismo como una especie de verdadera mentalidad abierta, de una auténtica posición intelectual, mientras que en realidad no es nada de eso. Se abusa y malemplea las grandes visiones del pasado. Hoy en día estamos viendo como a muchas personas se les dice que debe prevalecer la imitación a fin de pertenecer al campo religioso. El plagio espiritual ha sido adoptado como la forma apropiada de vida religiosa y de pensamiento.

Sí, todavía hay disidentes en el judaísmo de hoy, y además están aumentando en número. Hay incluso algunas yeshivot e las instituciones que reflejan la disidencia, como la Yeshivat Otniel, la Yeshivat Siach Itzjak y la Academia David Cardozo Beit Midrash de Avraham Avinu. Pero la gran tragedia es que mientras estos lugares fomentan el pensamiento valiente e independiente, la gran mayoría de la ortodoxia hace caso omiso de sus voces.

En cambio, los poderes que poner todo su peso detrás de un judaísmo soso y trivial, y que se han enamorado del carácter uniforme de las principales instituciones, ofrecen un gran número de instantáneas respuestas a las personas que se encuentran inmersas en una crisis religiosa.

Los más originales pensadores judíos actuales son víctimas de la saturación de la conformidad. Si bien estos pensadores desafían al pensamiento convencional, seguirán sin tener apoyo llevando una vida solitaria porque nuestra cultura les da de baja. Se trabaja únicamente para la adoración de los ídolos de la sumisión intelectual y espiritual, en vez de decir sí a las nuevas ideas religiosas que necesitamos desesperadamente.

La mayoría de los eruditos talmúdicos actuales no se dan cuenta de que los autores cuyas opiniones enseñan a su vez, se revolverían en sus tumbas si supieran que sus opiniones son enseñadas como dogmas que no pueden ser impugnados. Ellos querrían que sus ideas fueran puestas a prueba, discutidas, reflexionadas, reformuladas e incluso rechazadas, en el entendimiento de que ninguna conclusión definitiva se podrá alcanzar alguna vez, ni se logrará ni se debería conseguir. Ellos se dieron cuenta de que las cuestiones de la fe deben permanecer fluidas, no estáticas. La Halajá es el resultado práctico de unas creencias no finalizadas o delimitadas al completo, que se mantienen en un suspenso teológico. Sólo de esta manera podemos evitar que el judaísmo pueda convertirse o bien en una religión paralizada en el temor y presa de una tradición rígida, o bien se evapore en un ensueño utópico.

El judaísmo de hoy necesita desesperadamente grandes críticos que hagan apasionante y dinamicen su gran mensaje. Necesitamos Einstein, Freud y Pasteur espirituales, que revelen el potencial sin explotar del judaísmo y, sin embargo traten de desarrollar su grandeza. El judaísmo debe ser impugnado nuevamente por otros Spinoza y Nietzsche, por despiadados ateos que sin remordimientos provoquen el pánico de nuestros rabinos para que así se vean obligados a pensar ideas audaces.

Nuestro pensamiento está por detrás de los tiempos, y eso es algo que ya no podemos permitírnoslo. El judaísmo consiste y trata de ideas audaces. Su objetivo no es encontrar la verdad sino inspirarnos para que, honestamente, la busquemos. El estudio de la Torah no es solamente el privilegio más grande que existe, sino que también es el más peligroso, ya que puede conducir fácilmente a la autosatisfacción y al orgullo espiritual. El mantenimiento de nuestras almas siempre será más fácil que la construcción de nuestro espíritu.

Debemos buscar el judaísmo en su forma embrionaria, antes de que se consolidara en la Halajá tal como la conocemos hoy en día. Tenemos una necesidad desesperada de volver a sus grandes ideas y a sus muchas opiniones, y desarrollarlas de manera que puedan responder a las diferentes necesidades espirituales del hombre moderno para así inspirar su alma.

Debemos emular a Rembrandt, el gran pintor holandés que, a diferencia de todos los demás pintores de su generación, utilizó la materia prima de los paisajes de Holanda, percibiendo en ellos las conexiones ocultas, uniendo su sensibilidad natural a una realidad que él fue capaz de transformar, con gran pasión, en una nueva creación. Y aunque él se encontraba en un estado de antagonismo permanente con su propia sociedad, hoy nos inspira más que nunca.

En el judaísmo, eso mismo también puede suceder, uno puede no heredar la fe y puede no recibir la tradición judía. Se debe luchar por la Torah y ganársela. Ser religioso es vivir en un estado de guerra. El propósito de la religión es sorprender y molestar. El judaísmo es un edificio que todavía está rodeado de andamios. Y esos andamios deben permanecer mientras el edificio continúe.

No necesitamos revisionistas o defensores de posiciones reformistas. La historia ha demostrado que estos enfoques no funcionan y que, a menudo, carecen de una experiencia religiosa genuina. No debemos estar demasiado ansiosos por fomentar la innovación en aquellos casos de una mejoría dudosa. Y no se descubren nuevas tierras si perdemos de vista la costa desde donde iniciamos nuestro viaje.

Pero ha llegado el momento de repensar la educación judía.

Estamos ante la necesidad de Yeshivot en las que los estudiantes pongan en reto sus creencias, donde se enfrenten a las críticas al judaísmo de pensadores judíos y no judíos, y aprendan a responderlas.

Nuestros jóvenes deben ser conscientes de que la duda, no la certeza, conduce a la verdadera educación. Necesitamos Yeshivot donde reine la autenticidad religiosa en lugar de la autoridad rabínica, donde los maestros tengan la valentía de compartir sus dudas y donde los estudiantes tengan la libertad de aprender que, así como la vida, el judaísmo es el arte de dibujar conclusiones satisfactorias de premisas insuficientes.

Hay una necesidad urgente de crear "tiendas de Abraham" (alusión a las tiendas de TA) por toda la tierra de Israel, donde los judíos religiosos y no religiosos puedan estudiar, discutir y argumentar las posiciones de la gran fe de las generaciones anteriores y posteriores. En las que puedan participar de las maravillas del judaísmo y del estudio en sus luchas, sus preocupaciones y en su búsqueda constante de nuevos conocimientos por sí mismos.

El resultado de estas discusiones podría ser el descubrimiento de que algunos componentes que ahora se ven como fundamentales para el judaísmo puedan tener que ser reemplazados. Sin embargo, la misma necesidad de romper los ídolos y desmontar las vacas sagradas es en sí una tarea judía, una que el primer judío, Abraham, inició. No hay duda que habrá grandes polémicas, pero nunca debemos olvidar que las grandes controversias son también grandes emancipadores.

Claro, esto resulta doloroso. Pero también es liberador y refrescante. Sin ello, no sólo no habría futuro para el judaísmo, sino que tampoco habrá ningún propósito real.

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