¿Gatekeepers o "Shin Bet in love"? - Seth J. Frantzman - JPost
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El artículo originalmente se titula "Los servicios de Inteligencia y el Otro".
En un reciente testimonio en la Corte de Justicia de Jerusalén con respecto a una demanda presentada por unas víctimas del terrorismo contra la Autoridad Palestina, el antiguo director del Centro de Investigación de la Inteligencia Militar y de la División de Evaluación hizo una declaración sorprendente. Yossi Kupperwasser, ahora un asesor adjunto al ministro de seguridad, acusó al Shin Bet (la Agencia de Seguridad interior de Israel) de emplear anteojeras cuando se trata de los palestinos.
"Lo que ha pasado con los funcionarios del Shin Bet es que se han enamorado de los palestinos con los que estaban en contacto" afirmó Kupperwasser. Hasta qué punto los funcionarios del Shin Bet "entienden" e incluso simpatizan con los palestinos a los que deben arrestar e interrogar no está claro, y probablemente nunca se sabrá, pero estas acusaciones traen a la mente historias similares a lo largo de la historia.
Al Sieber, el famoso perseguidor de los apaches del siglo XIX y que actuó en el territorio de Arizona, es famoso por haber contestado cuando se le preguntó por qué odiaba tanto a los apaches, "¿Y a usted, por qué le gustan tanto?". Sin embargo, también dijo a un confidente, "si hubiera nacido apache habría cabalgado con Geronimo".
Sieber no fue el único hombre enviado a reprimir a los "hostiles" nativos-americanos que manifestó un respeto a regañadientes por ellos. George Custer, antes de que fuera asesinado a machetazos en una batalla con los Sioux en 1876, los llamó "la mejor caballería ligera del mundo", y fue padre de un hijo con una mujer nativa. George Crook participó en casi todas las campañas importantes para aplastar a las tribus indígenas entre los años 1870 y 1880, y fue uno de los principales apoyos de los indios en lo referente a su exigencia de que el gobierno de los EEUU cumpliera las promesas a las que se había comprometido en el tratado.
Las historias de Sieber, Custer y Crook no son únicas. Todas las revelaciones que aparecían en el documental de Dror Moreh nominado al Oscar al mejor documental, "The Gatekeepers", mostraban como los directores del Shin Bet que eran entrevistados en el documental habían llegado a simpatizar con las demandas de los palestinos, tal como ya había puesto al descubierto Yossi Kupperwasser. Pero además esta actitud encajaba con un patrón que no es necesariamente poco habitual en la vida real y que ha sido un frecuente recurso argumental en el cine y en la literatura occidental.
Esto es especialmente cierto en el trabajo que requiere infiltrarse en las filas del enemigo y estar íntimamente involucrado en sus operaciones y capacidades. El verdadero oficial de inteligencia debe vivir y respirar como el "Otro" (el enemigo) para conocerlo mejor. Dependiendo de su posición, él o ella deben aprender el idioma y la cultura del enemigo. Deben poder interactuar con el enemigo más de lo que interactúa con su propio pueblo. En las largas horas de interrogatorio puede incluso llegar a conocer a su prisionero más profundamente que a miembros de su propia familia.
También, por su posición ante el detenido, tiende a ver al enemigo como alguien indefenso, sobre todo si se trata de presos, porque él se encuentra en el lado "ganador" y puede utilizar la "zanahoria y/o el palo". En este contexto, no sólo ve al enemigo como débil, sino que inclusive llega a sentir que él le entiende mucho mejor de lo que ese propio prisionero puede llegar a entenderse a sí mismo, y esa posición le llega a pensar que su propia sociedad, la israelí, es ignorante en lo referente a las intenciones de la otra.
Consideren el ejemplo de la Guerra Fría. Durante este período la mayoría de los miembros de las agencias de inteligencia de Occidente y de la Unión Soviética nunca han mostrado realmente odio por sus adversarios, ni fue el motor de su labor.
En el genial libro de John Le Carre “Tinker, Tailor, Soldier” (El topo), el héroe central del libro, George Smiley, no odia especialmente a los comunistas, solamente está obsesionado con derrotar al jefe del espionaje soviético, Karla. Hay poca animosidad entre los dos hombres cuando se encuentran en una prisión de Nueva Delhi. En la vida real, numerosas figuras de alto perfil de la inteligencia británica, los llamados los "Cinco de Cambridge", desertaron y se vendieron a los soviéticos durante la Guerra Fría tras creer sinceramente que el modelo comunista era superior.
Shakespeare capturó el dilema en su excelente obra Coriolano basada en una historia real. En esta tragedia épica, un general romano es rechazado por su pueblo y llamado traidor. En venganza, va en busca de su viejo enemigo Aufidio, de la nación de los volscos, aún en guerra con Roma. Aufidio abraza a Coriolano como un enemigo honorable, y juntos ponen sitio a Roma..
El romance del interrogador que termina simpatizando con el interrogado también ha encontrado su lugar en los dramas modernos. Por ejemplo, en la película de Ralph Fiennes “Land of the Blind” (Tierra de Ciegos), un soldado al que se le asigna custodiar a un importante preso político acaba admirándolo y colándolo en el palacio presidencial, donde será capaz de asesinar a los líderes del país. Ese detenido, posteriormente, se convierte en un dictador brutal y envía a su guardián-protector-colaborador a la cárcel. En la épica película “Cloud Atlas”, el “humanoide” Sonmi-451 se une a la rebelión sólo para ser capturado e interrogado antes de su ejecución. Pero justo antes de que se le ejecute, se hace evidente que su interrogador ha llegado a creer en su causa.
Sin embargo, el mito de unos miembros de los servicios de inteligencia que terminan "amando" e identificándose con su enemigo no se ha visto confirmado por la gran mayoría de los ejemplos históricos. Por ejemplo, los jefes de la Inquisición no parecen haber tenido mucha simpatía por sus víctimas. Sir Francis Walsingham, el jefe de los espías de la reina Isabel de Inglaterra, no tenía ninguna simpatía por los espías rebeldes católicos y él mismo los ejecutaba y torturaba. Adolph Eichmann, a pesar de su aprendizaje del hebreo, nunca puso reparos en organizar el asesinato de millones de personas.
Entonces, ¿qué debemos hacer con la afirmación de que el Shin Bet parece haberse "enamorado” de los palestinos"? En primer lugar, al contrario de lo que sucedió con el espionaje durante la Guerra Fría, no podemos pensar que alguien del servicio de seguridad de Israel ha podido "venderse" o “desertar” para unirse verdaderamente a los palestinos. En el tipo de conflicto étnico-religioso que es el que tenemos aquí, no puede haber ningún movimiento de deserción de una parte a la otra. Así, una situación en la que Alcibíades se encuentra desertando de Atenas para unirse a los espartanos en Siracusa, durante la guerra del Peloponeso, no resulta posible. Y Esparta y Atenas eran ambas potencias griegas.
El conocimiento del enemigo, así como el trabajo de inteligencia, resulta imprescindible, y los resultados en esas investigaciones llevan a los matices. El hecho de que exista gente que acabe "entendiendo" a los que son considerados como el enemigo, no quiere decir necesariamente que pierdan de vista su trabajo.
Dicho esto, nadie debería pensar seriamente que los servicios de inteligencia están mejor preparados para tomar las decisiones políticas necesarias que los líderes civiles electos. Los líderes en teoría poderosos que dependían en exceso de sus servicios de inteligencia para la elaboración de sus políticas, como el Shah en Irán y Fulgencio Batista en Cuba, encontraron que esa dependencia era absolutamente insuficiente. Hubo servicios de inteligencia que perdieron de vista su labor y trataron de controlar la política del Estado como una entidad "entrista" autosuficiente y profundamente arraigada en el sistema, como fue el caso de los pretorianos en Roma y los jenízaros otomanos en Estambul.
Lo que Israel debe aprender de las denuncias de Kupperwasser y de la película Gatekeepers es la necesidad de mantener un control razonable sobre el Shin Bet y dejar muy claro que debe cumplir con su labor bajo el control del liderazgo político electo. El juez de distrito de Jerusalén Moshe Drori regañó a Kupperwasser por atreverse a criticar al Shin Bet diciéndole: "usted está hablando de los funcionarios del Shin Bet, cuya entera existencia desde hace 21 años es servir a Israel".
Cuando una organización de la sociedad se cree irreprochable y por encima de la crítica o de la investigación civil, representa claramente en sí misma un problema para el futuro. Un equilibrio es necesario.
El mensaje que John Le Carre nos ha querido transmitir manifiestamente en “Tinker, Tailor, Soldier” era solamente este: un servicio de vigilancia puede ser falible. Después de todo, George Smiley, en su novela, fue apartado de la agencia solamente para tener que volver nuevamente para salvar a la propia agencia. Finalmente, la responsabilidad en la novela de Le Carré recae en los funcionarios públicos, el "ministro" y en Oliver Lacon, de la "oficina del gabinete", y no en los generales y tampoco en los miembros en la sombra de los servicios de inteligencia.
Labels: SFrantzman, Shin Bet
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