Un gran estudioso del antisemitismo me dijo una vez que había un país que lo frustraba cuando se trataba de su comprensión del alcance y la profundidad del odio a los judíos: Israel.
Si bien esto puede sonar como el núcleo
de una broma judía clásica, mi interlocutor en realidad estaba siendo
mortalmente serio. Y su observación fue acertada: habiendo crecido en un estado
judío, los israelíes estaban familiarizados con el antisemitismo solo a través
de las lecciones de historia y la vil propaganda transmitida en esa dirección
desde los mundos árabe y musulmán. Pero muy pocos israelíes han tenido la
experiencia de ser agredidos por usar una kipá o llegar a
una escuela judía para encontrar embadurnadas con esvásticas sus paredes, o ser
insultados como yid en la calle. A pesar de
que los israelíes entendieron que el antisemitismo en otros lugares era un
fenómeno real y habitual, en términos de su rutina diaria en Israel, se trataba
de algo que existía en la imaginación y la interpretación, en lugar de una
experiencia vivida.
Aun así, la mayoría de los israelíes en estos días comprenden y respetan
que el antisemitismo es una vez más un desafío imponente al que se enfrentan
las comunidades judías en la diáspora. La mayoría de los israelíes, pero no
todos. Particularmente ciegos están en la izquierda israelí, donde hay una
actitud arrogante e impaciente hacia el antisemitismo, que se percibe como una
distracción irritante de la ocupación israelí de los territorios palestinos, el
tema que realmente les importa.
Un reciente artículo de opinión publicado en el diario Haaretz, dónde mejor, por
el periodista israelí Akiva Eldar, capturó perfectamente esta actitud. Su
título era irremediablemente pueril y ofensivo: "Si hablar en contra de
la injusticia es antisemita, entonces soy antisemita", pero en la
medida en que no proporcionó ninguna certidumbre al intentar describir el
antisemitismo como una artimaña para acallar la defensa de los derechos
palestinos, fue un resumen conciso de esa ceguera señalada anteriormente.
Según Akiva Eldar, "ninguna
acusación tiene un efecto más poderoso que la acusación de antisemitismo",
y los políticos israelíes han ordeñado este hecho en todo lo que vale. El ex
primer ministro israelí Benjamin Netanyahu "invariablemente transformó
cualquier documento que se atreviera a criticar la ocupación en una nueva
edición de los 'Protocolos de los Sabios de Sión'", escribió
Eldar, y agregó que esa era una táctica ahora adoptada por el rival de
Netanyahu, el actual ministro de Asuntos Exteriores, Yair Lapid.
Para Akiva Eldar, todo lo que está en
juego es la continua presencia israelí en Cisjordania y Jerusalén oriental.
Etiquetar como "antisemita" el último informe de Amnistía
Internacional que acusa a Israel de haber replicado fielmente el sistema de
segregación racial del apartheid que prevaleció en Sudáfrica durante la mayor
parte del siglo anterior fue, según Akiva Eldar, perderse el asunto
que importa por completo.
"Si describir la situación en los territorios desde 1967 es
antisemitismo, entonces soy un antisemita", escribió. "Si
decir que Israel está sufriendo cada vez más los síntomas del apartheid es
antisemitismo, entonces soy un antisemita".
En un amargo golpe a sus compatriotas israelíes, Akiva Eldar afirmó "Y
no me digan que muchas personas aquí realmente se preocupan por la situación de
los derechos humanos en los territorios. ¿Cuántos lectores saben que el yogur
de leche de cabra Halav Ha'aretz se hace en una lechería de colonos en las
tierras de Susiya, un bastión de los fanáticos criminales de los puestos
avanzados ilegales (perdónenme, me refiero a los "héroes juveniles del
proyecto de asentamientos")? Resulta que boicotear la pasta Osem debido al
aumento de su precio resulta mucho más importante para el público israelí".
Al final de su artículo, Akiva Eldar admitió a regañadientes que el
antisemitismo estaba "muy vivo y con buena salud", pero
solamente estaba interesado por él por su impacto en las aspiraciones
palestinas. "¿Hasta cuándo el antisemitismo... será capaz de seguir
ocultando la vergüenza del apartheid?", se preguntó.
Sin embargo, Akiva Eldar no reveló que la acusación de "apartheid"
en el caso israelí no era un concepto novedoso, sino un tropo desacreditado
concebido en los departamentos de propaganda de la antigua URSS. Etiquetar a
Israel como un "estado de apartheid" (junto con acusarlo de
"crímenes similares a los nazis") fue una inteligente forma de
disfrazar la persecución interna de los judíos rusos por parte de la Unión
Soviética, estigmatizando a dicha comunidad como "sionistas" y
"cosmopolitas desarraigados", y para ello desarrolló una
política exterior progresista que apuntala ala resistencia árabe contra los
diseños estadounidenses e israelíes en la región.
Akiva Eldar tampoco consideró las implicaciones políticas de la analogía
del apartheid. Sudáfrica se convirtió en una democracia multirracial en 1994,
cuando su mayoría negra privada de sus derechos finalmente obtuvo el derecho al
voto. No dejó de existir como un estado soberano, pero su funcionamiento
interno se transformó tan pronto como se desmanteló el dominio
institucionalizado de la minoría blanca, que solamente representaba alrededor
del 10% de la población total.
Algunos izquierdistas israelíes y judíos de la diáspora consideran que esa
también debería ser la solución para la versión israelí del "apartheid",
pasando por alto convenientemente el hecho de que los judíos forman una clara
mayoría demográfica en Israel, que los ciudadanos árabes de Israel disfrutan de
plena igualdad y que los palestinos (a diferencia de los sudafricanos negros)
abrazaron el terrorismo como su método principal para enfrentarse a Israel.
Incrustado dentro de la acusación de que Israel es un estado de apartheid
existe un llamamiento a su eliminación. Amnistía Internacional argumenta que un
Estado judío sólo puede existir como un Estado de apartheid, ya que es
necesariamente un proyecto colonial ejecutado a expensas de los palestinos. De
este análisis fluye la conclusión de que, dado que Israel no puede ser
reformado pacíficamente en un estado democrático, su soberanía como estado judío
debe ser destruida.
Ese, por supuesto, fue el mensaje central de las manifestaciones
violentamente antisemitas que tuvieron lugar en los Estados Unidos e
internacionalmente durante el conflicto de 11 días en mayo pasado entre Israel
y Hamas en la Franja de Gaza. Para las comunidades judías de la diáspora, la
acusación de apartheid y su corolario, eslóganes como "Palestina libre"
y "Del río al mar, Palestina será libre", son inequívocamente
antisemitas tanto en intención como en sus efectos y esencia.
En intención, porque argumentar a favor de la eliminación de Israel del
mapa del mundo es expresar una idea antisemita. En efectos y esencia, porque
cuando estas ideas nocivas circulan en las manifestaciones y en las redes
sociales, son los judíos comunes de esos países los que sufren la violencia, el
abuso y el vandalismo. Durante el conflicto de mayo pasado, cuando Hamas y las
facciones terroristas lanzaron más de 4.000 cohetes contra la población civil
israelí e Israel contraatacó, los crímenes de odio contra los judíos
experimentaron un aumento astronómico: 589 ataques en Francia, 661 en el Reino
Unido y 305 en los Estados Unidos solamente en un mes.
Sin embargo, para Akiva Eldar y sus colegas en la izquierda israelí, la
causa de estos ataques radica en última instancia en las políticas del gobierno
israelí en los territorios palestinos. En otras palabras, si los judíos de la
diáspora están sufriendo violencia, amenazas y abusos, el estado judío es el
culpable.
Teneis sicologos a mano?
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