La guerra
durante la Operación Guardián de los Murallas se desarrolló en dos frentes:
uno, contra los disturbios de los ciudadanos palestinos de Israel, y el otro,
supuestamente el principal, contra Hamás. El frente interno presagia una
situación peor que el frente de Hamás. Muchos en Israel, incluido el servicio
de seguridad Shin Bet, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), la policía y
especialmente los medios de comunicación, negaron el significado nacionalista
de los actos de violencia que tuvieron lugar en el norte, el centro y el sur.
Los árabes asesinaron, hirieron, bloquearon caminos, quemaron sinagogas y
casas, arrancaron símbolos estatales, portaron banderas del enemigo y atacaron
el transporte judío. La respuesta del IDF: “No viajen por las carreteras que
están siendo atacadas”. Mientras los amotinados árabes de Israel“ gritaban “con
sangre y espíritu redimiremos a Palestina”, como sus hermanos en Nablus y
Ramallah.
Pasaron unos meses y otro general, el jefe de la Dirección de Operaciones del IDF, reveló más capas sobre el concepto de contención en la edición del 29 de abril de Ma'ariv. El IDF, según el mayor general Oded Basyuk, está entrenando a 16 compañías de reserva cuya tarea será “asegurar acciones militares en el frente interno”, principalmente “la libertad de paso en las arterias del norte y del sur que fueron desafiadas en la Operación Guardián de los Murallas”.
Las frecuentes rondas de violencia dentro de Israel nos obligan a despertar de las falsas esperanzas. El IDF, incluso si moviliza a 50 compañías para asegurar las arterias, no está adoptando la opción necesaria para lidiar con el irredentismo nacionalista árabe. ¿No existen otras opciones, por ejemplo, una “guardia nacional”? ¿Y qué es de la policía? Hemos experimentado su debilidad, tanto operativa como conceptual (“ambas”) entonces y la estamos experimentando hoy.
Durante muchos años, el público judío ha creído que cuanto mejor sea la situación de los palestinos en Israel, económica y educativamente, más declinará el irredentismo y tal vez desaparecerá. Solo los judíos cuyas emociones nacionales son superficiales son capaces de negar las evidencias de una profunda emoción nacional de personas que han perdido, aunque sea por su propia culpa, su dignidad y su tierra (en ese orden). Por lo tanto, incluso eventos como el mortal Día de la Tierra en 1976, el sangriento levantamiento de octubre de 2000 y los disturbios del año pasado no despertaron al público judío de manera mayoritaria, incluidos sus líderes políticos y militares, de sus falsas esperanzas.
Cuanto mejor están económicamente, más educación tienen, más confianza tienen, más levanta la cabeza nacionalista la población palestina en Israel y jura eliminar “en sangre y en espíritu” lo que llaman “la vergüenza de la Nakba”. También en este mismo periódico, el Haaretz, los articulistas palestinos predican esto abiertamente. Y tampoco se les cree. Igual que no se creyó a Arafat, igual que no se creyó a Nasrallah, Sinwar y Khamenei, y tal como tampoco se creyó al muftí hace 85 años.
“Despierta”, escribió el poeta Levin Kipnis allá por 1917. “Despierta, despierta, Israel”.
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