Sunday, January 29, 2006

Las ventajas de la simetría - Ludovic Monnerat

La aplastante victoria del Hamas en las elecciones palestinas a mostrado las virtudes irremplazables de la democracia, incluso la precaria y vulnerable: la expresión mayoritaria de la voluntad popular tiene el merito de la claridad, porque ella barre regularmente las interpretaciones apuntando a orientarla en un sentido dado. He ahí pues los años en los que la comunidad internacional, a propósito del conflicto israelo-palestino, ha fantaseado con ilusiones sangrientas tales como 'el proceso de paz' o la 'hoja de ruta'; bajo la conducción de Yasser Arafat, la opinión palestina estaba ocultada por el doble lenguaje permanente, por una segmentación de los mensajes autorizando a cada uno a oir lo que le convenía más. Una ilusión por supuesto rentable para los beneficiarios de la ayuda internacional.

Esta ilusión parece hoy pertenecer al pasado. Con ocasión de esas elecciones, los palestinos han mostrado al mundo que ellos quieren la guerra, o al menos que no quieren la paz. Una organización armada, ya sea del tipo terrorista o no, no puede transformarse en organización política mas que a la salida de la victoria total - o de la derrota total; privada de ella o protegida de la otra, no encuentra su razón de ser más que en la prosecución del combate. Hamas hará la guerra a Israel, para conservar su poder recientemente adquirido y para evitar que la violencia monstruosa de la sociedad palestina no acabe por engullirla. Pero lo hará con una dimensión 'proto-estática', con una autoridad que debe obtener el reconocimiento de la comunidad internacional - si los resultados de las elecciones son juzgados validos.

La formación del gobierno por un partido llamando abiertamente a la destrucción de Israel, y no ya por un mero partido haciéndolo a escondidas y sin responsabilidad, prosigue así la 'resimetrización del conflicto israelo-palestino". Por supuesto, la nueva Autoridad Palestina puede intentar perpetuar el doble lenguaje de los precedentes, por ejemplo haciendo creer en unas diferencias entre las pretendidas ramas política y militar del Hamas; pero las capacidades de coerción reveladas de esta organización limitan la credibilidad de una tal percepción. Con Hamas al poder, será imposible imaginar aún una Autoridad Palestina incapaz de impedir actos terroristas revelando una voluntad y actitud combatiente. La comunidad internacional deberá aceptar la realidad de un conflicto oponiendo un Estado contra un proto-Estado, de una guerra conducida por dos gobiernos elegidos y responsables.

Con toda lógica, esta simetría debería imponer una neutralidad y una imparcialidad inéditas, pasando por la suspensión - o igualización - de toda ayuda económica en tanto duren las hostilidades; ello debería llevar igualmente hacia una cierta paridad entre los beligerantes en lo que concierne a la aplicación del derecho en los conflictos armados. Del lado israelí, esta ventaja sería explotada al máximo continuando a sustraerse al lado palestino, prosiguiendo a la vez con las retiradas de los territorios disputados y la construcción de la barrera de seguridad. Toda iniciativa conduciendo a aproximar la guerra actual a un conflicto clásico entre estados no haría más que reforzar la legitimidad de las acciones armadas israelíes cara a los ataques palestinos. Llevando a las Naciones Unidas cara a la obligación de aplicar su propia carta.

Naturalmente es muy posible que las organizaciones armadas palestinas entren en lucha abierta unas con otras, y que la guerra civil larvada precipitada por la muerte de Arafat y la retirada israelí de Gaza tome otra intensidad. Pero la derrota por delito no es muy diferente de la simple derrota.

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