Friday, February 03, 2006

Un periodista, un estadista y un soldado - Ari Shavit - Haaretz

Está claro quién se equivocó: la gente de la Inteligencia Militar que no lo vio venir y la del Shin Bet quién no enfatizó bastante lo que sí vió venir; los izquierdistas que creyeron hasta el último minuto en la falsa promesa de la retirada unilateral; los americanos que transformaron la democratización en una religión, y los europeos que transformaron a Abu Mazen en un modelo; la élite israelí quién, durante el año pasado, ha sido de nuevo presa de un orgullo charlatán, pretencioso y deshilvanado de la realidad que es extraordinariamente similar al de la charlatana era de Oslo.

¿Pero quién tenía razón? ¿Quién, cuándo la mentalidad de manada impregnó nuevamente al cuerpo político israelí, guardó su cordura? Ami Ayalon tuvo razón en algunos puntos. Unas semanas antes de la victoria de Hamas él la esperaba. Del mismo modo algunos otros advirtieron sobre la amenaza del extremismo palestino que saldría de la retirada. Así, Yossi Beilin, Ehud Barak,Yoek Bin Nun, así como Ephraim Halevy, Moshe Arens, Shlomo Gazit, Uzi Dayan, Uzi Arad y Giora Eiland, también estuvieron acertados. Sin embargo, de un modo mucho más profundo, hubo tres inhabituales israelíes que tuvieron el coraje intelectual de responder durante el año pasado al consenso.

El primero fue el sobrio Uri Avnery. Mientras todo Israel festejó que Arafat muriera en noviembre de 2004, Avnery previnó sobre la apertura de las puertas del infierno. Como una personalidad nacionalista revolucionaria, Avnery entendió que no había ninguna posibilidad de que el hombre de franela gris, Abu Mazen, fuera capaz de sustituir al revolucionario Abu Amar (Arafat). Avnery sabía entonces que Arafat era el último dique contra Bin Laden, y que después de que él se fuera, la luchadora juventud palestina encontraría una alternativa genuina en la identidad propuesta por el Islam radical.

La segunda persona sobria fue Benjamin Netanyahu. Los años 2002-2005 fueron años muy malos para Bibi el político. Él cometió constantes errores. Cuando él debería haber obedecido se rebeló, y cuando debería haberse rebelado obedeció. Cuando debería haber levantado su voz se calló, y cuando levantó su voz debería haberse quedado silencioso. Pero el fracaso de Bibi como político no puede enturbiar la exactitud de Netanyahu como estadista. Mientras los abogados Ehud Olmert y Dov Weissglas han girado alrededor de un movimiento histórico sin entender su significado, Netanyahu lo entendió muy bien. Mientras la cuadrilla de Sharon se puso ebria con su éxito, el hijo del historiador mantuvo sus ojos abiertos de par en par. Netanyahu demostró que su entendimiento de la historia es mucho mayor que cualquier otro en el actual mando de Israel.

Pero el hombre más honrado de todos en los dos años pasados fue el hombre al cual Israel insistió en no escuchar: Moshe Ya'alon. A diferencia de Avnery y Netanyahu, Ya'alon no previó nada debido a la ideología. Él vió lo que vió porque observó al conflicto tal como es y porque fue honesto con él. Desde este punto de observación, y su integridad, alcanzó la conclusión de que la victoria militar israelí de la retirada podría conducir a un fracaso diplomático. Él llegó a la conclusión de que una retirada unilateral radical podría minar la situación estratégica de Israel y reforzar los poderes que quieren erradicarlo. A diferencia del jefe de estado mayor de la retirada, el jefe de estado mayor durante la guerra contra el terrorismo no supó construir un consenso alrededor de él. No supó persuadir a los medios y a los centros de poder en Israel. Pero los acontecimientos demuestran que Ya'alon tenía razón.

Aparentemente, no hay nada en común en los tres, Avnery, Netanyahu y Ya'alon. Uno es un izquierdista, el otro es un derechista y el tercero permanece una cifra. Uno es un periodista, el otro un estadista y el tercero es un soldado. Sin embargo, ellos tienen algunas cosas en común. Los tres son lobos solitarios. Los tres son impopulares. Los tres están motivados por complejas verdades interiores que a veces les hacen ser mal entendidos, y también ser difamados y denunciados.

Pero ahora, con Israel inclinándose sobre los escombros y tratando de formar con ellos algún nuevo marco de realidad, se debería escuchar a los tres. Cada uno a su manera tiene razón. Cada uno de ellos representa cierta dimensión de la verdad que debe ser escuchada. La victoria de Hamas nos enseña que en años recientes no sólo estuvimos en un error, sino que vivimos en una mentira. Ahora, con precaución y modestia, tenemos que permitir una nueva vía a la difícil verdad.

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