Friday, May 19, 2006

El día después "Nakba Day" - Amnon Rubinstein - JPost

Para muchos en los medios las palabras "justicia" y "Sionismo" rara vez van juntas. El mundo prefiere pensar en una "justicia" que tiene que ser satisfecha a los palestinos.

De acuerdo, los palestinos merecen su autodeterminación en una entidad política propia y vivir en una sociedad libre y democrática, aun si la mayor parte de ellos han optado por un marco dominado por un movimiento fanático, antidemocrático y racista.

Pero dado esto, el día después de lo que los palestinos llaman el Día de la Nakba (cuando ellos identifican la catástrofe que les supuso la creación de Israel), no deberíamos olvidar que el sufrimiento de los palestinos ha sido causado por su propio mando, los países árabes, y, en particular, porque tantos de ellos siguen dominados por la idea vana de destruir a Israel.

La verdad es que el caso israelí-palestino es “sui generis”, con la negación por parte del ocupado del derecho del inquilino a existir y un inquilino que se siente como una minoría amenazada donde la parte ocupada es una de sus mayores amenazas. Está una situación incomparable a todos los niveles.

Aquellos que contemplan la historia de Eretz Yisrael y de las dos naciones que viven en ella deben concluir que no hay ninguna solución además del compromiso - es decir dividir la tierra entre los dos pueblos que la ven como su patria.

El movimiento nacional sionista estuvo de acuerdo con esta división, a excepción del período en que se emborrachó con su aparente poder después de la Guerra de los Seis Días. El movimiento sionista en 1947 estaba preparado, y el Estado de Israel, hoy, está listo para hacer este compromiso.

El movimiento nacional palestino, por otra parte, no ha estado de acuerdo con ningún compromiso. No lo estuvo en 1947, y no le está hoy. Esta no es una cuestión de fronteras, o de dibujar una línea que divida a los dos estados; mejor dicho, del mismo principio de dos estados para dos pueblos.

Fue un delito histórico que el mando palestino no aceptará este concepto en los debates que precedieron a la resolución de Naciones Unidas referente a la partición, y que vino como consecuencia de las recomendaciones realizadas en su comité especial por la mayoría de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Hay poca memoria de que este mando palestino se opuso no sólo a la opinión de esa mayoría, que favorecía la partición en dos estados, sino hasta la de una minoría favorable para los árabes.

La opción de esa minoría era proponer el establecimiento de un estado federativo que tuviera dos cantones, judío y árabe; donde la independencia del cantón judío sería mucho más limitada y donde los asuntos de la inmigración - la materia existencial contra la cual lucharon los judíos – no estarían en manos de sus autoridades.

Con la oferta propuesta por dicha minoría no habría sido posible salvar a la mayoría de los judíos desplazados, supervivientes del Holocausto, de su existencia vergonzosa en campos de internamiento en suelo alemán.

Las recomendaciones elaboradas por esa minoría favorecían a la parte árabe, aunque, sin embargo, reconocían la existencia de una entidad nacional judía, y fue esta idea la que repugnó al mando palestino y a los países árabes. Por eso, ellos se opusieron tanto a las recomendaciones en el comité de la minoría como a las de la mayoría.

La mayor parte de los delegados en la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptaron una visión negativa de esta posición recalcitrante y extrema, así como de su máximo dirigente, el mufti “nazi” Haj Amin el--Husseini. Si dicho mufti hubiera tenido su oportunidad, la población judía de Eretz Israel también habría sido exterminada en campos de exterminación - una pequeña adición de un 10% al número de judíos asesinados por sus compañeros Nazis.

A partir del momento en que la decisión a favor de la partición fue tomada, los árabes palestinos y las naciones árabes se levantaron contra los judíos palestinos. En vez de aceptar el compromiso decidido por la organización internacional suprema, que también tenía autoridad para decidir el futuro de esas áreas conforme al Mandato de la Sociedad de Naciones, los países árabes hicieron una declaración de guerra y comenzaron a planear su invasión del estado judío por medio de ejércitos regulares árabes y de un ejército árabe palestino conducido por el mufti.

No hubo ninguna invasión más terrible, más hostil, desde la invasión nazi, que aquella perpetrada por las fuerzas árabes sobre un territorio cuyo destino había sido determinado por las Naciones Unidas. Aún así, no tuvo éxito. La pequeña población judía, apenas armada, tuvo éxito en el rechazo de los ejércitos invasores con un coste terrible en vidas humanas.

Es verdad que con esta guerra, que recordamos durante el Día de la Independencia de Israel junto con sus víctimas, cosas terribles fueron hechas, y residentes árabes fueron expulsados de sus casas y de sus pueblos - junto a las masas que se marcharon por su propia voluntad, después del consejo de sus líderes, con la esperanza de que volverían pronto como vencedores. Pero en justicia, no debemos olvidar que si el mando árabe palestino y los países árabes hubieran aceptado la resolución de compromiso de las Naciones Unidas, la población palestina habría evitado mucho sufrimiento, y la justicia podría haber sido implantada para ambos pueblos.

Del mismo modo, debemos recordar que si los países árabes hubieran tratado a los refugiados palestinos, que llegaron a sus países, como seres humanos más bien que como bazas negociadoras, los refugiados habrían estado exentos de una considerable privación y sufrimiento.

¿De dónde viene esta respuesta negativa árabe? Viene del mismo argumento que el presidente de Irán utiliza ahora - que los Judíos no son un pueblo, y por lo tanto no están autorizados a poseer un estado; y que el Oriente Medio es musulmán y no hay ningún lugar en él para un estado que no sea musulmán.

La mayoría en la Asamblea General de las Naciones Unidas estaba convencida de la justicia de la reclamación sionista: que una nación perseguida tenía derecho a una patria, que el establecimiento de un estado judío prevendría un sufrimiento judío adicional, que los palestinos podrían disfrutar de su autodeterminación en un estado propio donde estarían protegidos de convertirse en una minoría, y que no había ningún otro lugar en el mundo para la independencia judía que la Tierra de Israel.

Es la justicia de la causa sionista. Permanece mucho más fuerte que cualquier reclamación a favor de los árabes.

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