Tuesday, August 08, 2006

Israel, Hezbollah e Irán - Shahram Chubin

El conflicto entre Israel y Hezbollah, que amenaza con derivar en una guerra regional, no tiene nada que ver con los prisioneros ni con Palestina, ni siquiera con la seguridad de la frontera norte israelí. Lo que se disputa es la configuración política de Oriente Medio en el futuro. La provocación de Hezbollah y la enérgica reacción israelí son parte de una rivalidad más amplia, de la que participan Irán y el nuevo frente radical de la región.

El contexto estratégico regional está cambiando: las ambiciones nucleares de Irán y la firmeza con que las defiende; el ascenso de los chiíes en Iraq, que amenaza con movilizar a los chiíes de toda la región; el riesgo de la polarización regional en torno a las identidades religiosas y la permanente amenaza yihadista han desplazado a un segundo plano la cuestión de Palestina para los estados árabes. Al mismo tiempo, la táctica iraní de apelar a la calle árabe con su retórica extremista amenaza con marginar y deslegitimar a esos estados. Su reacción, que ha consistido en culpar a Hezbollah de la guerra, refleja su certeza de que la principal amenaza a la que están expuestos actualmente procede de nuevas fuentes: el radicalismo chií y sus aliados, Irán, Hamas y Siria.

Es posible que las acciones de Hezbollah estén dictadas por sus propias inquietudes y por la necesidad de dar muestras de solidaridad con los palestinos. Pero cabe preguntarse si la milicia chií se habría arriesgado a una escalada y a las consiguientes represalias sólo para ayudar a la causa palestina, dejando a un lado los intereses libaneses. Al traspasar los límites aceptados por todos y atacar a Israel con misiles, ha puesto en peligro no sólo su propia posición en Líbano, sino también la infraestructura del frágil Estado libanés. ¿Se habría atrevido a apostar tan fuerte por su propia iniciativa? Desde luego, la situación política en Líbano, donde se han incrementado las presiones para desarmar a la milicia, no parecía propicia a semejantes aventuras. Hezbollah ha conseguido desencadenar una guerra y traer la destrucción a Líbano. Así que la cuestión debe plantearse de otro modo: ¿a quién beneficia un Hezbollah armado?

Pensemos en el papel de Irán. Hay quien afirma que, pese a que Teherán entrena, financia y arma a Hezbollah, no puede controlarlo, sino sólo ejercer su influencia sobre él. Dicen que en este momento Irán no quiere irritar a la comunidad internacional, dado que el dossier nuclear sigue estando pendiente en el Consejo de Seguridad. Esta línea de argumentación sería más persuasiva si Irán no hubiera amenazado explícitamente muchas veces a Israel con ataques de Hezbollah, si Irán no hubiera entregado CON LA CUESTIÓN palestina, Irán quiere distraer la atención de sus ambiciones nucleares y demostrar su capacidad de liderazgo a la milicia libanesa entre 10.000 y 12.000 misiles, y no la hubiera estimulado desde la sombra a provocar el actual conflicto. Irán ve a Hezbollah como una prolongación estratégica que aumenta su radio de acción en la región y le sirve de puente hacia los grupos radicales suníes como Hamas. La reacción de Hezbollah ante las críticas de los estados árabes a su última jugarreta es idéntica a la de Irán: burlarse de ellos por su cobardía a la hora de defender a los palestinos.

Para Irán, la cuestión palestina sigue siendo el talón de Aquiles de Estados Unidos, el tema con el que Teherán (y Hezbollah) puede ganar puntos entre los suníes, acallar y robar protagonismo a los estados árabes, distraer la atención de sus ambiciones nucleares y demostrar su capacidad de liderazgo.

Para Israel la guerra también tiene que ver con el contexto más amplio de las ambiciones nucleares iraníes y las pretensiones de liderazgo regional de Teherán. Israel ha tolerado la presencia de Hezbollah en su frontera norte, pese al peligro para su población, y el mito del supuesto éxito del modelo Hezbollah de resistencia frente a Israel, hasta que ha entendido que esa presión iba a ser utilizada por Irán en su antagonismo contra el Estado hebreo. La necesidad de restablecer la disuasión y eliminar esa amenaza cercana ha quedado suficientemente clara en los últimos días. Además, ahora, cuando Irán empezaba a ver afianzarse su liderazgo regional, era imprescindible enviar a Teherán (y a Damasco) el mensaje de que Israel no dudará en entrar en una escalada y, en caso necesario, ir al origen.Una disuasión débil o poco creíble en este momento sería difícil de reconstruir si Irán se convierte en una potencia nuclear. Además, se pretendía avisar a Irán de que el debilitamiento de EE. UU. no significa necesariamente un Israel pasivo.

Mientras Irán y Siria toman la temperatura a la situación, parece claro que Hezbollah ha sobrestimado sus posibilidades. Los libaneses, incluidos los chiíes, deben plantearse si les conviene permitir que una milicia autónoma se dedique a provocar crisis que acabará pagando la desafortunada población civil. La determinación de Israel de evitar que el sur de Líbano vuelva a caer en manos de fuerzas hostiles obligará al Estado libanés a solicitar la asistencia internacional.

En la persecución de sus objetivos estratégicos, Israel debe actuar con la máxima contención, ya que de lo contrario se arriesga a convertirse a ojos de la opinión pública en el agresor, mientras Hezbollah se hace pasar por la víctima de los costes humanitarios, los desplazamientos y las bajas que inevitablemente se producen.

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