Saturday, August 05, 2006

Las Reglas de la Guerra - Moshe Yaalon

El conflicto de Oriente Medio abarca mucho más que a Israel y a Hezbollah, e incluso a sus patrocinadores sirios e iraníes. Lo que esta en juego son las mismas reglas de la guerra que sostienen el orden internacional.

Tristemente, juzgando como la mayor parte del mundo ha respondido a la acción militar de Israel contra Hezbollah, estas reglas han sido completamente abandonadas.

Las reglas de la guerra se reducen a un principio central: la necesidad de distinguir a los combatientes de los no combatientes. Aquellos que condenaron a Israel por lo que pasó en Qana, más bien que situar la culpabilidad de esta desafortunada tragedia directamente sobre Hezbollah y sus patrocinadores, han recompensado a aquellos para quienes este principio moral no tiene sentido y condenan a un estado en el cual este principio siempre ha dirigido la toma de decisiones militares y políticas.

Enfrentado a enemigos que abiertamente piden su destrucción y victima de guerras constantes y del terrorismo desde bastante antes de su nacimiento, Israel ha arriesgado las vidas de sus ciudadanos y de sus soldados para cumplir con este principio en una decisión que no tiene precedentes en la historia de las naciones.

Este es sólo uno de esos ejemplos innumerables: en 2003, durante la guerra terrorista contra Israel, nuestros servicios de inteligencia descubrieron la ubicación de una reunión del alto mando de Hamas, una organización que promete la aniquilación del estado judío y que es responsable de algunos de los ataques terroristas más asesinos sufridos por Israel.

Sabíamos que una bomba de una tonelada destruiría el edificio de tres pisos y mataría el alto mando de Hamas. Pero también sabíamos que tal bomba pondría en peligro la vida de aproximadamente 40 familias que vivían en las cercanías. Decidimos usar una bomba más pequeña que destruiría sólo el último piso del edificio. Cuando esto terminó, los líderes Hamas se encontraban en la planta baja. Ellos vivirían un día más para continuar practicando el terrorismo.

Imagine durante un momento que los Estados Unidos tuvierán conocimiento por anticipado del lugar de reunión del alto mando de al-Qaeda. ¿Cree alguien que habría un debate sobre el tamaño de la bomba a utilizar, y mucho menos si algún dirigente autorizaría un armamento insuficiente para realizar el trabajo?

Mientras que es legítimo preguntarse si Israel debería llegar a tales precauciones para evitar bajas civiles, es absurdo sostener que Israel usa una fuerza excesiva. Incluso más absurdo fue la declaración vergonzosa de la semana pasada de que Israel había atacado deliberadamente a funcionarios de las Naciones Unidas - una declaración adecuada para un bellaco o para un tonto, no para el secretario general de las Naciones Unidas. En vez de conducir la lucha contra aquellos que apuntan a los civiles y los usan como escudos humanos, el Secretario General Kofi Annan los ha reforzado.

Está claro para cualquier observador objetivo que Hezbollah usa a los civiles libaneses como escudos humanos. Construye su oficina central en áreas densamente pobladas, incrusta a sus milicianos en ciudades y pueblos, y deliberadamente coloca los misiles en casas particulares, hasta construir estructuras dentro de ellas para alojar expresamente los lanzamisiles.

Los razones del uso de los escudos humanos por grupos terroristas como Hezbollah son elementales. Ellos tratan de explotar el respeto por la vida humana inocente, que es el sello de cualquier sociedad civilizada, para colocar a esa misma sociedad en una situación sin posibilidades de triunfo. Sí ella deja de responder a los ataques terroristas, pone en peligro a sus propios ciudadanos. Sí responde, corre el riesgo de matar a inocentes, ganándose el oprobio mundial e invitando a la presión diplomática a obligarla a retirarse.

Esperando mantener altos sus principios morales ante un enemigo tan cínico, Israel ha hecho todo lo posible para evitar dañar a los civiles. Hemos dirigido avisos a través de la aviación, enviamos mensajes telefónicos y transmitimos anuncios por la radio de modo que los inocentes puedan huir y evitar daños. Haciendo eso, ponemos en peligro a nuestros propios ciudadanos, ya que se pierde el elemento sorpresa e, inevitablemente, se permite que algunos de nuestros enemigos también huyan con sus misiles.

Pero en Qana, Hezbollah respondió a la compasión de Israel con la brutalidad más cínica. Después de lanzar misiles contra Israel, los terroristas se precipitaron dentro del edificio. Cuando Israel lanzó el misil teledirigido de precisión para golpear a los terroristas, fueron los civiles, incluso niños, quienes murieron.

La diferencia entre nosotros y los terroristas está clara: nos ponemos en peligro para proteger a sus civiles. Ellos, en cambio, ponen en peligro a sus propios civiles para protegerse.

Si las tragedias como Qana no deben volver a suceder, entonces, más bien que condenar a Israel, el mundo debería dirigir su cólera contra Hezbollah y contra los regímenes sirios e iraníes que lo apoyan.

Los terroristas son fanáticos, pero no son idiotas. Si la táctica terrorista de usar escudos humanos les ayuda a conseguir sus objetivos, ellos la utilizarán. Sí, por contra, mina sus objetivos, la abandonarán.

Si queremos vivir en un mundo donde los civiles nunca sean usados como escudos humanos, entonces debemos crear un mundo en el cual el empleo de tales medidas sea causa de condena inequívoca de los terroristas y de una acción poderosa contra ellos por parte del mundo civilizado.

Si el mundo culpara ahora a Hezbollah, Siria e Irán por las muertes, daños y desplazados libanés causados por este conflicto, entonces enviaría un mensaje poderoso a cada grupo terrorista del planeta: no toleraremos el uso de escudos humanos. Punto.

En cambio, aquellos que condenan a Israel han enviado exactamente el mensaje contrario. Han dicho a cada grupo terrorista del mundo que el uso de escudos humanos facilita dividendos enormes, proveyéndolos así de un arma poderosa que pone en peligro a los inocentes.

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