Thursday, August 17, 2006

Olmert no puede permanecer como primer ministro - Ari Shavit

Artículo de hace varios días (en espera de traducir uno aún más tremendo y definitivo del propio autor).

Ehud Olmert puede decidir aceptar la oferta francesa para un alto el fuego y la rendición incondicional a Hezbollah. Es su privilegio. Olmert es un primer ministro al que los periodistas inventaron y al que los periodistas protegieron. Ahora los periodistas parecen abandonarlo. Esto es legítimo. Imprudente, pero legítimo.

Sin embargo, una cosa debería estar clara: sí Olmert se escapa ahora de la guerra que él inició, él no podrá permanecer como primer ministro durante un día más. La caradura tiene sus límites. Usted no puede conducir una nación entera hacia una promesa de guerra victoriosa, producir unos resultados que lindan con el fracaso y permanecer en el poder. Usted no puede sepultar a 120 israelíes en los cementerios, encerrar durante un mes a un millón de israelíes en los refugios, dilapidar el poder disuasivo, acercar la siguiente guerra a la vuelta de la esquina, y luego decir - ¡ay!, cometí un error. No era esa mi intención. Páseme un puro, por favor.

No hay ningún error sobre lo que Ehud Olmert hizo este pasado mes. Fue a la guerra con prisa, sin calibrar correctamente el resultado. Ciegamente siguió a los militares sin hacer las preguntas necesarias. Equivocadamente apostó y privilegió las operaciones aéreas, llegó extrañamente tarde a la necesidad de combinarlas con operaciones terrestres, y dejó de poner en práctica el plan original del ejército, mucho más audaz y sofisticado que el que fue puesto en práctica. Y después, arrogantemente, y tras irrumpir abruptamente en la guerra, Olmert la manejó irresolutamente, sin enfoque y sin decisión. Descuidó la retaguardia y abandonó a los residentes del norte. Asimismo, también falló vergonzosamente en el frente diplomático.

De todos modos, si Olmert hubiera recobrado su juicio como lo hizo Golda Meir durante la guerra del Yom Kippur, si se hubiera convertido en un líder, estableciendo un gabinete de guerra y llamando a la nación a un esfuerzo supremo que cambiara el orden de la batalla, la necesaria discusión sobre sus fracasos podría ser pospuesta. Pero durante las 24 horas pasadas, él, se ha convertido en una personalidad política incorregible. Por lo tanto, el día que Nasrallah salga de su búnker y declare su victoria al mundo entero, Olmert no debe permanecer en el despacho del primer ministro. Un Israel castigado y ensangrentado de la posguerra necesita un nuevo principio y un nuevo líder. Necesita a un verdadero primer ministro.

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