Wednesday, August 23, 2006

Un espíritu de locura absoluta (Parte II) - Ari Shavit

Esta ilusión ha conducido a una situación donde la anomalía positiva israelí gradualmente se ha enturbiado, y las energías consagradas al mantenimiento del escudo defensivo que aísla y protege a Israel de la región fueron drásticamente reducidas. La debilidad prevaleció. Nuestra fuerza de voluntad fue debilitada. La "burbuja ebria de normalidad" que afectó a los israelíes provocó que no se molestarán en fortificarse y reforzarse. Consecuencia, las presiones del medio ambiente externo aumentaron constantemente- el terror de 2002, los Qassams de 2005 y los Katyushas de 2006 - hasta que penetraran profundamente dentro del medio ambiente israelí. Así fue creada la paradoja de que aquellos que quisieron creer que Israel podría ser totalmente normal en ese medio ambiente externo son los que han introducido a Israel en una situación caótica de anomalía total y de pérdida de equilibrio.

Lo "políticamente correcto", como la extensión de la ilusión de normalidad se han apoderado sobre todo de las élites israelíes. En general, la gente israelí ha permanecido en su mayor parte sobria y lúcida. No se equivocó y dejo engañar con las ilusiones de un nuevo Oriente Medio. No volvió la espalda al imperativo existencial, al "ethos" defensivo y al Tsahal. Incluso sus valores principales no fueron destruidos. Es por ello que, de modo impresionante, resistió tanto la prueba del terror de 2001-2003 como la prueba "del fuego en el frente de casa" de 2006. Demostró y demuestra una valentía y una resistencia casi británica (en la II GM) .

Por contra, las élites israelíes de los últimos 20 años se han divorciado totalmente de la realidad. El capital, los medias y el mundo académico de los años 90 y de la primera década del siglo veintiuno, ha cegado a Israel y lo ha privado de su espíritu. Sus ilusiones repetidas concernientes a la realidad histórica en la cual se encuentra el estado judío, hicieron que Israel se desviará y perdiera su camino. Sus ataques incesantes, directos e indirectos, contra el patriotismo, el militarismo y la vivencia sionista han desgastado desde el interior el tronco del árbol de la existencia israelí, y han disminuido su vigor. Mientras la mayoria de la gente demostró moderación, determinación y energía, las élites no estuvieron a la altura.

Los ricos y el capital se han adheridos hasta el absurdo a la ilusión de normalidad, y han establecido un régimen social y económico devastador que no esta adaptado a la situación histórica. El mundo académico promovió hasta el colmo del absurdo lo "políticamente correcto" y han estimulado un espíritu crítico casi suicida. Y los medias combinaron esas dos tendencias creando un estado de ánimo alucinante, que estimula el consumismo desenfrenado con la falsa honradez.

En vez de ser élites constructivas se ha transformado en élites de demolición. Cada uno en su propio dominio, cada uno por su propio método, trabajó en la deconstrucción de la empresa sionista. Paso a paso, las clases superiores abandonaron el esfuerzo existencial nacional. Dejaron de hacer sus períodos en la reserva y dejaron de enviar a sus hijos a las unidades de combate. Se burlaron de aquellos oficiales que advirtieron sobre las retiradas unilaterales. Se burlaron de aquellos oficiales que advirtieron que los depósitos de emergencia de armamento se vaciaban y que los enemigos se hacían más fuertes. Y se engañaron ellos mismos y a los demás haciendo creer que Tel-Aviv es de hecho Manhattan. El dinero lo es todo. Y así han dejado a los jóvenes una herencia y unos valores que hace muy difícil para ellos pelear aun cuando el combate este totalmente justificado. Un país que carece de igualdad, que carece de justicia y que carece de fe en la razón de su existencia y en que su lucha este justificada, es un país por el cual es muy difícil pelear. Es un país en el que los dispuestos a morir por él no son muy numerosos, y, en el Oriente Medio del siglo XXI, un país en el cual los jovenes de sus elites no estén dispuestos a combatir, es un país con los días contados.
Un país que no puede durar.

De modo que lo que se revela ahora delante de nuestros propios ojos, no es un fracaso del Tsahal, sino un fracaso de las élites que volvieron la espalda al Tsahal. Lo que se revela ahora, cuando Israel no puede proteger correctamente las vidas de sus ciudadanos, no son problemas de ordenes y de tácticas, sino problemas profundamente arraigados de una sociedad cuyas élites lo han abandonado. No es el general de brigada Udi Adán o Gal Hirsch, el problema, es el espíritu israelí. Un espíritu que durante demasiado tiempo ha sido un espíritu de estupidez. Un espíritu de locura absoluta.

Por lo general, la acusación de locura es dirigida a generales hambrientos de batallas y a políticos belicistas. Sin embargo, al final de esta guerra, la acusación de locura se dirigirá contra el grupo de fabricantes de opinión y contra los líderes sociales que han vivido en una burbuja y han arrastrado con ellos a Israel. Se requerirá que el ejército se cuestione, se reconstruya y ponga su casa en orden, pero la cólera verdadera será dirigido hacia las élites que fallaron. Las élites que engañaron la confianza de una nación sabia, impresionante y fuerte.

Ahora, lo que es necesario es crear inmediatamente un nuevo discurso que de respuestas verdaderas a la nueva situación. Sin un nuevo espíritu y sin un nuevo lenguaje no habrá ninguna victoria en los futuros enfrentamientos. Por lo tanto, debemos encontrar el espíritu y debemos encontrar el lenguaje que perdimos en los años precedentes.

Israel ha intentado con toda su fuerza y su alma ser una nueva Atenas. Sin embargo en este lugar, en esta era, no hay ningún futuro para una Atenas sin una parte de Esparta. No hay ninguna esperanza para una sociedad que cree en la vida y que no sepa organizarse para tratar con la muerte. Por lo tanto, después de décadas durante las cuales la derecha, el centro y la izquierda llegaron al poder y pródigamente lo explotaron, ahora no hay ninguna excusa de la necesidad de alzar y renovar el edificio del poder israelí y colocarlo como el objetivo principal. Volvemos al encuentro con nuestro destino; ajustarlo a la realidad de nuestras vidas.

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