Wednesday, August 30, 2006

Visiones del conflicto (La positiva y acrítica) - Los frutos de la sorpresa - Yossi Melman

Dos narrativas se han desarrollado desde el final de la guerra: una en Israel, la otra en Hezbollah. Según la narrativa israelí, Israel fue derrotado en la guerra. Esta narrativa se ha desarrollado en la conciencia pública sin ninguna discusión seria sobre los resultados de la guerra y se ha afianzado principalmente gracias a los medias. Esta narrativa encarna buena parte del discurso público israelí de los últimos ańos.
La naturaleza de esta narrativa depende tanto de sí misma que no presta atención a lo que pasa más allá de las fronteras del país. Y esto es una vergüenza - porque las opiniones que se oyen en el Líbano en estos últimos días podrían contribuir a la discusión en Israel y mostrar que se consiguieron logros considerables durante la guerra -.
En una entrevista dominical para una televisión libanesa, Hassan Nasrallah dijo que de conocer antes la fuerza con la cual los israelíes responderían no habría desencadenado el secuestro de los soldados. Nasrallah también señalaba que no espera un segundo asalto y que su organización no reaccionaría a lo que llamó provocaciones israelíes. Antes de la guerra y durante su curso, los medias israelíes retrataron a Nasrallah como un líder creíble cuyas palabras deben ser tomadas en serio, sobre todo sus amenazas. De ser así, también deberían creerle ahora, cuando dice que le sorprendió la reacción israelí.
Estos comentarios de Nasrallah contradicen la narrativa israelí. Si Hezbollah ya no reclama la victoria, entonces Israel no fue derrotado y la actitud de la narrativa israelí nace del desaliento, del pesimismo nacional, y no refleja la situación tal como es.
La guerra, en efecto, reveló muchos y serios defectos, sobre todo a nivel táctico - el despliegue descuidado de algunas fuerzas de tierra en varios sectores; la desconexión entre el mando y las unidades de tierra; las deficiencias de inteligencia en el Mando Norte, ignorante que Hezbollah había erigido una gran línea fortificada cerca de la frontera; y, quizás el fracaso más grande de todos, su abandono por los sucesivos gobiernos durante los últimos ańos.
Todos estos asuntos deben ser examinados, pero no necesariamente con los instrumentos de una comisión estatal de investigación; su evaluación por profesionales imparciales también proporcionará las conclusiones necesarias.
No obstante lo antes mencionado, la guerra también produjo ciertos logros. La fuerza aérea demostró unas capacidades impresionantes; la comunidad de inteligencia y el Mossad en particular, en los días de Ephraim Halevy, proporcionaron información sobre las zonas de almacenamiento de los misiles y lanzadores de largo alcance y permitieron a la fuerza aérea destruirlos. Arrasar la oficina central de Hezbollah en el Beirut sur minó la organización, su capacidad de control y el orgullo de Nasrallah. Las incursiones de los comandos y de las fuerzas de elite sembraron el miedo en el territorio enemigo afecto a Hezbollah. En varios casos, los combatientes de Hezbollah huyeron y dejaron su equipo, temiendo el cara a cara con los soldados del IDF.
Más impresionantes aún son los frutos estratégicos de la guerra. Si a Israel le hubieran ofrecido los detalles del arreglo del alto el fuego antes de la guerra, cualquier gobierno lo hubiera aprobado con mucho gusto. El ejército libanés se desplegará a lo largo de la frontera, una fuerza multinacional de aproximadamente 10.000 soldados lo sostendrá, Hezbollah ya no acampará a lo largo de la frontera y sus miembros no llevarán armas abiertamente. Las fortalezas de Hezbollah a lo largo de la frontera han sido destruidas; aproximadamente la mitad de sus misiles, sobre todo los de largo alcance, ha sido destruidos; el apoyo a la organización ha disminuido ya que es percibida como responsable de haber traído la destrucción sobre Líbano. Es por esa razón que ahora Nasrallah deba justificarse.
La suposición de que Irán inició la crisis con el objetivo de distraer a la opinión pública mundial de su programa nuclear también se comprobó infundada. El apoyo de Irán a Hezbollah sólo aumenta la hostilidad de Occidente sobre ese tema. Es difícil creer que Teherán dió a Hezbollah tanta ayuda masiva, digna de varios miles de millones de dólares, sólo para el rapto de soldados israelíes. Es más razonable asumir que Hezbollah sería utilizada como una reserva, necesaria sí Irán fuera atacado.
Como consecuencia de la guerra, la fuerza e importancia de esta reserva ha disminuido. El hecho de que Nasrallah confiese que le sorprendió la respuesta israelí es la prueba concluyente de que la disuasión de Israel no ha sido erosionada. Quizás, al contrario, ha sido reforzada. Una encuesta publicada esta semana en Beirut mostraba que las dos terceras partes de los encuestados no-chiitas del Líbano creían que Hezbollah fue derrotado en la guerra.
Pero aun si la guerra no terminó con una victoria decisiva, ha creado una oportunidad de rehabilitar el proceso diplomático. Las victorias militares israelíes en el pasado no siempre se traducían en logros diplomáticos y hasta condujeron, por el contrario, al estancamiento. Por otra parte, guerras como la del Yom Kippur, que se terminó sin una victoria militar clara, fueron el catalizador de movimientos diplomáticos que maduraron con acuerdos con Egipto y Siria.
La II Guerra de Líbano puede conducir a un acuerdo político con el Líbano y a una renovación de las conversaciones con Siria. El presidente sirio Bashar Assad ha dejado claro ya en varias ocasiones que está listo para ello. Uno sólo puede esperar que el gobierno sepa aprovechar esta nueva oportunidad.

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