Friday, October 27, 2006

La Guerra de los Judíos - Emanuele Ottolenghi


















(Acceder a algunos contenidos del libro)

(El Dr. Ottolenghi es el nuevo director de la rama europea, radicada en Bruselas, del American Jewish Committee's, el Trasatlantic Institute, dedicado a la investigación sobre el antisemitismo y las relaciones entre Estados Unidos, la Unión Europea e Israel.
Este intelectual ha desarrollado estudios en Israel y Oxford, siendo profesor de la Universidad Hebrea y un eminente articulista sobre todo en medios periodísticos italianos y anglosajones, como the
Guardian, the Jerusalem Post, the National Review Online and Commentary Magazine. Algunos de sus más importantes artículos, como el dedicado a "los buenos judíos de Europa" en el Commentary, aparecen en estos vínculos).

En la guerra dialéctica contra Israel, una serie de acusaciones son expuestas con frecuencia: los judíos cierran filas para defender al estado judío, aun cuando la conducta de Israel sea indefendible. Con esa actitud, ponen su lealtad comunitaria por encima de los valores universales. Para justificar esta postura política inexcusable, hacen callar a sus críticos a través de sus poderosos lobbys y organizaciones comunitarias con gran influencia financiera y política.

Esta visión es la de una teoría conspirativa bastante antigua, y su última versión fue lanzada por John Mearsheimer y Stephen Walt, quienes cómodamente eligieron una revista tradicionalmente antisionista, London Review Books, para su cruzada contra lo que ellos llaman “el Lobby.” Un mes después de que Walt y Mearsheimer tomarán las páginas del LRB, afirmando que nadie en los Estados Unidos lo publicaría, el The Independient londinense dedicó al tema su portada con un artículo del periodista antiIsraelí Robert Fisk. La portada presentaba una bandera estadounidense con unas estrellas de David en lugar de las estrellas habituales; recordando a sitios web neonazis y supremacistas, en los cuales las estrellas y las barras y la bandera del Reino Unido son rutinariamente yuxtapuestas con símbolos judíos.

Fisk, Mearsheimer, y Walt insinúan que es peligroso hablar claro contra “el Lobby.” Aún así, las referencias siniestras sobre "el Lobby" son ubicuas en las publicaciones occidentales. La BBC hasta le dedicó un programa de radio. Mientras, nadie perdió su trabajo; a nadie se le negó un visado a los Estados Unidos; nadie fue encarcelado por escribir ese tipo de artículos. La única respuesta que afrontaron fue un torrente de correspondencia en dichas publicaciones y varios artículos respondiendo, a veces con alabanza y a veces con condena.

Con todo, en esta denuncia de los judíos por unirse y defender a Israel pase lo que pase, aunque pueda parecer sorprendente, los críticos más vociferantes suelen ser judíos. Los artículos antiIsrael más sesgados están escritos por judíos. Los agitadores más extremistas contra Israel son judíos. En resumen, mientras que aquellos que evocan el "coco" del Lobby judío y de la conspiración judía acusan a los judíos de ser tribales y comunitaristas en su defensa "sin sentido crítico" de Israel, no escasean los judíos que adoptan las opiniones más negativas sobre Israel y sus defensores.

Una rica literatura ha prosperado en los seis años de intifada palestina: libros con títulos como "El Paria de los Profetas", "Luchando contra Sion", y el "Otro Israel" abundan, ofreciendo una colección de voces judías listas “para romper filas” y denunciar a Israel. Todos ellos tienen mucho en común: denuncian a Israel como símbolo del mal; acusan a Israel y al Sionismo de haber suplantado la voz auténtica del Judaísmo; adoptan una narrativa vital, donde los mismos autores se presentan como víctimas de unas organizaciones judías que tratan de hacerlos callar; y, en la descripción de Israel y de sus políticas, con frecuencia utilizan vocabulario, imágenes, y estereotipos que están peligrosamente cercanos del viejo repertorio del antisemitismo clásico.

El lenguaje mismo del antisemitismo actual esta profundamente endeudado con estas voces judías, a las que de hecho necesita para argumentar sus razones. Su impaciencia en denunciar a Israel en los términos más virulentos y pedir su destrucción ofrece una coartada poderosa a los antisemitas. Los antisemitas confían en esos judíos para confirmar sus prejuicios: ¿Si esos judíos utilizan ese lenguaje y abogan por tales políticas, cómo puede alguien ser acusado de antisemitismo al utilizar los mismos argumentos?.

En cuanto a esos judíos antiIsrael y ‘antijudíos’, su retórica esta recubierta de una autoimagen de heroísmo. Ellos se presentan como disidentes. Pretenden ser los “judíos críticos” que reclaman la tradición auténtica de los Profetas de Israel: su papel como críticos del poder estatal y como voces discrepantes de la sociedad, les hace los intérpretes auténticos de la moralidad judía, dentro de unas comunidades judías que han perdido, por su apoyo a Israel, su brújula moral.

El fenómeno del "autoodio" en los judíos no es nuevo. Tampoco lo es la virulencia de la retórica antisionista judía, antes y después del establecimiento de Israel. Pero el nexo cercano entre los enemigos judíos de Israel y el antisemitismo es un sujeto que no ha sido explorado demasiado.

A pesar de todo el clamor de que los Lobbys judíos hacen callar a los críticos de Israel, y de las dificultades que afrontan estos verdaderos héroes judíos que rompen “las filas” para “decir la verdad,” la mayoría de los detractores judíos de Israel son figuras muy bien establecidas — del profesor de la MIT Noam Chomsky al historiador de la Universidad de Nueva York Tony Judt, del profesor de Oxford Avi Shlaim al reportero estrella de NYT Seymour Hersh, del erudito talmúdico de la Universidad de Stanford Daniel Boyarin a otros muchos radicales israelíes. Estos comentaristas tienden a tener un acceso fácil a las empresas editoras y a las secciones de opinión de periódicos y revistas prestigiosas e influyentes. En el paisaje literario de las secciones de opinión y de los trabajos académicos, es la voz favorable a Israel la que lucha constantemente por ser oída.

Paul Bogdanor y Edward Alexander, son los redactores de un nuevo libro "Judíos divididos sobre Israel: Acusadores y Defensores" Este libro deber ser leído sí alguien desea entender no sólo por qué tantos intelectuales judíos dan la espalda a Israel, sino también los mecanismos por los cuales sus trabajos académicos y periodísticos, generalmente superficiales y de no demasiada calidad, cosechan tantas alabanzas.

Como con otras compilaciones, es difícil ofrecer una visión completa de este volumen, que incluye análisis de los trabajos de intelectuales judíos antiIsrael como Noam Chomsky, Tanya Reinhart, George Steiner, Israel Shahak, y otros. Pero dos temas o ideas principales resaltan y merecen un escrutinio. La primera es la reclamación, realizada por tantos intelectuales judíos, de ser la expresión auténtica de la tradición profética del Judaísmo en su cruzada contra Israel y el Sionismo. Y la segunda, el papel crucial de sus juegos retóricos en la incitación del antisemitismo.

Hay una apelación a la idea del "antinomismo" judío como una encarnación quintaesencial de la característica principal del ser judío. Así, los judíos que se elevan como acusadores de Israel, lo hacen para así salvar al Judaísmo de Israel y del Sionismo. Es por ello que suele suceder que su cruzada contra Israel incida menos en la justicia con los palestinos que en como aceptar la propia identidad judía torturada. Así, Jerome Segal — a quien Jacob Neusner desarbola — confiesa, su “compromiso con el conflicto israelí-palestino estriba en un punto esencialmente conceptual: la identidad judía y la historia judía se han hecho rehenes de este conflicto. Quienes somos y lo que somos será determinado por este conflicto y nuestra relación con él.” En otras palabras, él no está implicado en salvar a los palestinos y restaurar la justicia y la dignidad de esa gente oprimida. Él está implicado porque teme que su propia autoimagen como judío será deslucida y enfangada, a menos que él pueda influir en el resultado del conflicto de forma moral. Como Edward Alexander escribe en su ensayo sobre los radicales judíos de Berkeley, “los judíos que sé (auto)adjudican la responsabilidad de la agresión antijudía por ese ‘mal comportamiento judío’ no sólo se salvan de la tarea desagradable, y a menudo peligrosa, de una defensa de los judíos sino que también retienen los encantos de la buena conciencia.”

Aún así, los profetas bíblicos a quien estos críticos apelan eran todo menos unos abogados de un Israel postnacional o de una política piadosa y de derechos humanos vis-à-vis con los vecinos de Israel. Tampoco eran exactamente pacifistas. Tomen citas de Gideon, Elijah, Elisha, Jeremiah, … como ejemplos.¿E Isaiah, tan citado a menudo? Si este es el profeta a cuya tradición los intelectuales judíos anti-israelíes se acogen, deben ignorar el destino que este profeta augura a Babilonia, entonces la capital “multicultural” del Oriente (Isaiah 13:13-16).

Referirse a la sabiduría profética de Isaiah en nombre de una visión pacifista, postnacionalista, y no violenta del Judaísmo esta claramente fuera de lugar. Ezekiel, por su parte, utiliza siete capítulos de su profecía (25-32) para prometer una venganza terrible a las naciones que dañen a Israel. Y su idea de la venganza no esta limitada por las resoluciones de la ONU, manifiestos y cartas de protesta. Entre ciudades arrasadas y muertes violentas, uno lucha por encontrar un verso que aspire a la paz entre las naciones.

Aquellos que invocan a los profetas de Israel como una fuente de inspiración para atacar a Israel y a sus políticas, por lo general demuestran sólo una cosa: que ellos no tienen ni idea del contenido de los libros de esos profetas. Esto no debería represenar ninguna sorpresa y "Judíos divididos" expone este fenómeno bastante bien en muchos de sus ensayos: los intelectuales judíos antiIsrael son con frecuencia seculares y alienados de la tradición judía. El foco de su ira no es Israel, sino una identidad judía que ya no habita en sus corazones.

Incluso cuando su distancia de los valores judíos demuestra que ellos no son los herederos legítimos de los profetas judíos, su papel en la cobertura que proveen al antisemitismo no puede ser subestimada. Los únicos judíos que pueden tolerar en su medio son los judíos que han abandonado todos los vestigios del Judaísmo y no muestran ninguno rastro de identificación con el pueblo judío. La promoción de un abandono del Judaísmo siempre fue muy acusada en el orden del día de esos judíos del ‘autoodio’: de la conversión a la asimilación, ninguna versión del sentimiento antijudío abandonó alguna vez a esos judíos que optaron por definir su propia identidad en sus propios términos. Si quisieron sobrevivir, tuvieron que aceptar lo que el mundo exterior quiso que ellos fueran. Y justo cuando nuestra edad celebra la diversidad cultural y la libertad religiosa, a los judíos se les prohibe definirse en términos nacionales. Así, ciertos intelectuales judíos abrazan el antisionismo a fin de ser aceptados en sus círculos liberales y progresistas, donde el odio hacía Israel es más desenfrenado.

Y esto es muy conveniente para los antisemitas. No es ninguna coincidencia que la acusación de que Israel “nació en pecado” — debido a su responsabilidad en el nacimiento del problema de los refugiados palestinos — haya ganado recientemente mucho aceptación en los medios occidentales. Durante décadas, la propaganda palestina propago esa acusación, con poco éxito. Pero una vez que el historiador israelí Benny Morris llegó y acuñó la expresión de “nacido en pecado”, la acusación ganó en credibilidad: Morris, después de todo, era un judío israelí con todo un aparato académico y de notas a pie de página. En "Judíos divididos", Efraim Karsh expone el farrago de deformaciónes y fabricaciones del trabajo de Morris incluso después de que Morris se pusiera del lado de Israel después de octubre de 2000. Para comprobarlo, leer su famosa entrevista al Haaretz).

El mecanismo por el cual una acusación antisemítica se hace respetable una vez que un judío la respalda no esta limitado a los nuevos historiadores de Israel. Norman Finkelstein proporciona una cobertura general a los negacionistas del Holocausto, como también lo hace Noam Chomsky. Israel Shahak consiguió que la comparación entre Israel y el nazismo se hiciera “respetable” — a la vez que una descripción del Judaísmo según los canones medievales del libelo de sangre. Y George Steiner popularizó la visión del judío ideal como la del judío errante — perennemente en el exilio, constituyendo, según su opinión, a única condición aceptable para ser un auténticamente judío. Todos estos estereotipos son parte del arsenal antisemítico de hoy. Y todos ellos han encontrado el apoyo de algún judío. ¿Es por ello tan maravilloso que estos judíos sean tan populares en tantos círculos occidentales?.

Esto no quiere decir que el antisemitismo no existiría sin esos judíos del ‘autoodio’, pero que duda cabe que ellos contribuyen a su reforzamiento. Y actuando así, ganan en aceptación y en reconocimiento en los círculos a los cuales quieren pertenecer. Su adhesión al dogma político liberal/progresista izquierdista es una pequeña cuota, considerando su eficaz distanciamiento de la vida judía, de los valores judíos, y de las comunidades judías.Pero también prueba que son todo menos esos disidentes antinomistas que pretenden ser. De hecho, ellos son la expresión de un instinto gregario y prueba viva de que nadie es inmune al prejuicio antijudío, ni siquiera los propios judíos.

"Judíos divididos" expone este fenómeno y a sus promotores. En un momento en la historia en el que Israel lucha otra vez por su supervivencia, siendo vilipendiado como el violento y el agresor, muchos intelectuales judíos han buscado otra vez el espacio público para declarar que lo que Israel hace no puede reivindicarlo y defenderlo “en su nombre.” Puede que este libro no proporcione una cura para esta enfermedad, pero seguramente ofrecerá las claves para el reconocimiento de sus síntomas y para el desarrollo de un antídoto eficaz.

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