Saturday, February 24, 2007

¿Supongamos, y sí algunos fueron realmente culpables? - Michael Pellivert - Haaretz


Historia de San Simón de Trent.

En todo momento de la historia han sido encontrados motivos y excusas para odiar a los judíos.
Lo que todos ellos tenían en común es que fueron dirigidos contra un pueblo entero, contra un colectivo. La crucifixión de Jesús, la mala explotación de la riqueza, la siembra del socialismo y del capitalismo y el derrumbe de Rusia y de Alemania son sólo una muestra "de los delitos y pecados" por los cuales una nación entera fue condenada en ausencia y donde la vileza moral fue atribuida a todas sus generaciones.

En aquellos días oscuros éramos capaces de estar de pie, unidos y fuertes, frente al cruel acusador. Entonces esto era esencial, teniendo en cuenta nuestra triste situación, sin estado ni soberanía. Es pues posible asombrarse por el hecho de que en tales circunstancias no nos volviéramos paranoicos y no nos convencieran de nuestra supuesta maldad.

Pero había una excepción: en el s.XVI, en Padua, Italia, el judío David Morpugo recorrió gritando las calles de la ciudad que una muchacha de 3 años, la hija de su vecino cristiano, debería ser sacrificada. Por suerte para él, su locura era tan obvia que el incidente no degeneró en un pogromo.

Nos hemos descargado del yugo de la honradez incansable. ¿De qué tenemos que estar avergonzados? ¿Del hecho o de la posibilidad de que en un tiempo pasado, una secta extremista y despreciable, que se reclamó judía, cometió verdaderamente asesinatos rituales con motivo de una celebración religiosa? ¿Qué tenemos que ver con esa abominación?

¿Y si un día resulta que las hipótesis del profesor Ariel Toaff son exactas y respetan todas las exigencias "de la objetividad académica"? ¿Qué hacer entonces? ¿Nos negará ese hecho nuestro derecho a un estado soberano y a la expresión de nuestras opiniones en cuestiones morales? ¿Se cuestionará nuevamente nuestra existencia? Después de todo, nadie duda del derecho de los rusos a existir como nación por el hecho de que los cristianos de Kishinev, a principios del s.XX, sacarán los ojos a niños judíos en un progromo.

Habrá aquellos que justificarán la crítica de las hipótesis de Toaff como una tentativa de impedir que "un arma mortal" caiga en las manos de los antisemitas.

Éstos son argumentos completamente inaceptables. Debemos dejar de existir gracias a la piedad del mundo y dejar de dirigirnos al banco de los acusados. Aquellos que nos odian como pueblo no nos dejarán en paz a consecuencia de esa penitencia. No debemos desencadenar el pánico por el hecho de que había y aún hay judíos buenos y judíos malos, como en cualquier otro pueblo o religión.

Asumo que la idea de Toaff no fue acusar al pueblo judío, sino aclarar unos hechos hace mucho tiempo conocidos, además de que nunca hubo pueblo sobre la tierra sin sus propios monstruos.

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