Tuesday, March 27, 2007

Una iniciativa israelí creativa - Ari Shavit - Haaretz

El conflicto israelí palestino es una causa para la desesperación. Desde la llegada de la Comisión Peel al país en 1936, innumerables tentativas han sido emprendidas para solucionarlo. En los 70 años que han transcurrido parece como si todo hubiera sido intentado: guerra y paz; negación y reconocimiento; expulsión y compromiso; establecimientos y desarraigo; ocupación y retirada; vivir juntos y vivir separados; un acuerdo interino y un acuerdo final; la solución de un estado, la solución de una autonomía y la solución de dos estados; Oslo y Camp David; retirada y convergencia. Y sin embargo, a pesar de todas las tentativas, el conflicto sólo se hace más complicado. Cada vez más complicado.

El año pasado aportó a esta complejidad nuevas cimas. Los motivos fueron que la reacción palestina a una retirada israelí sin precedentes de la Franja de Gaza consistió en el caos y la violencia, y que, eligiendo a Hamas, los palestinos cambiaron de opinión sobre la opción estratégica de dividir el país. Y cuando los palestinos se dedican al caos y a la violencia, es imposible poner fin el conflicto.

Cuando los palestinos vuelven la espalda a una división del país, es muy difícil dividir el país. Y sin la división la ocupación continua. Sin la división el extremismo se hace más fuerte y la cordura desaparece. Sin la división los israelíes y los palestinos se estrangulan los unos a los otros.

Cuando la realidad es tal fuente de desesperación, la muy humana necesidad de creer en soluciones mágicas aparece. En el acuerdo de La Meca, por ejemplo. En la iniciativa saudita, por ejemplo. En el gobierno de unidad nacional palestino.

Pero la verdad es que ni el acuerdo de La Meca, ni la iniciativa saudita, ni el gobierno de unidad nacional palestino crean una base genuina para solucionar el conflicto.

Esto es así porque tanto el acuerdo interpalestino, como la iniciativa pan-árabe y como el nuevo gobierno Haniyeh exigen con decisión el derecho de retorno de los refugiados palestinos a Israel.

La exigencia de ese derecho de retorno no concuerda con un final del conflicto. La demanda del derecho de retorno no concuerda con la división del país en dos estados nacionales soberanos. La insistencia en el derecho de retorno certifica el hecho de que, en la era Hamas, la opinión palestina no trata de establecer una Palestina que viviría junto a Israel, sino que se esfuerza por establecer una Palestina que sustituiría a Israel. Debilite a Israel, mate a Israel y herédelo.

Esta situación tan compleja tiene varias implicaciones. Por una parte, está claro que en la presente etapa histórica no hay ninguna posibilidad de conseguir que los palestinos abandonen ideológicamente la demanda del derecho de retorno.

Por otra parte, está claro que sin tal concesión cualquier retirada israelí de gran alcance es muy peligrosa. Así, por un lado, está claro que el status quo es letal, pero por otro lado, está claro que la tentativa de saltar directamente del status quo a un acuerdo total es absurda.

De una parte, parece claro que los países árabes moderados exigen un horizonte de esperanza justo, pero por otra parte también está claro que esos mismos países no contribuyen nada a la creación de un horizonte ilusionante. Por todo ello, lo que no es necesario ahora es una servidumbre israelí a un falso discurso internacional totalmente divorciado de la realidad. Lo que sí es necesario es una iniciativa israelí valerosa, creativa y sobria.

La iniciativa israelí debe tener cuatro aspectos: buena voluntad israelí de realizar una retirada limitada en Judea y Samaria incluso sin un acuerdo de paz; buena voluntad palestina a la hora de convertir los establecimientos que Israel evacue en sitios de rehabilitación para los refugiados palestinos; un compromiso por parte del cuarteto árabe moderado para financiar la rehabilitación de los refugiados y garantizar que esos lugares no se harán bases para el terror; y por último, el renovado reconocimiento internacional de Israel como un estado nacional judío y democrático, que solucionó el problema de los refugiados judíos exactamente del mismo modo de como el futuro estado palestino deberá solucionar el problema de los refugiados palestinos.

Una iniciativa israelí con este espíritu no traerá un final del conflicto. No desenmarañará el enredo israelí palestino con un empuje mágico. Pero creará un cambio gradual de la situación que indicará una dirección que los israelíes y los palestinos deberían seguir.

Demostrará que Israel abandona la filosofía de los establecimientos mientras que los palestinos comienzan a moverse más allá de la filosofía del derecho al retorno.

Así se preparará la conciencia de las dos naciones torturadas para un compromiso histórico verdadero.

Así se obligará a Egipto, Arabia Saudí y Jordania, no sólo a predicar la reconciliación, sino a tomar la responsabilidad de lo que la estrategia de reconciliación realmente requiere.

Será la opción correcta para que el Occidente moderado, los árabes moderados y los israelíes moderados puedan hacer frente durante estos tiempos difíciles al ascenso del extremismo.

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