Saturday, April 28, 2007

¿Quizás abandonaremos la bandera? - Nadav Shragai - Haaretz





¿Por qué sólo se debería anular "Hatikva"? ¿Por qué no deberíamos también anular la bandera azul y blanca, con los colores del chal de oración con la Estrella de David en el centro? ¿Y el símbolo del estado con la menorah del Templo? ¿Qué conexión tienen los árabes de Israel con David? ¿Y con el talit? ¿Y con la menorah? Incluso "Israel", el nombre del estado, proviene del pasado judío y los ciudadanos árabes de este país no guardan ninguna vinculación con él.

Aquellos que están molestos con "Hatikva" porque los ciudadanos árabes de Israel no son capaces de identificarse con ese himno (por ejemplo, en el artículo, "Hacia los próximos 60 años", de Amos Schocken, Haaretz, el 19 de abril), realmente buscan un cambio mucho más profundo, no simplemente algo simbólico. Ellos no aceptan el sionismo como una superideología y la definición del estado de Israel como un estado judío y el estado del pueblo judío.

En una realidad en la cual los árabes de Israel sostienen el retorno a ciudades y a pueblos donde viven judíos desde hace tres generaciones, y donde muchos de los árabes israelíes que se dicen enajenados del estado se definen como parte del pueblo palestino, y hasta algunos de ellos consideran el terrorismo contra los ciudadanos israelíes como "una lucha legítima", la exigencia de igualdad como el cambio del himno nacional tienen un único significado: la preferencia por una unidad multinacional (un estado binacional) sobre la unidad judía (el estado israelí). De aquí el camino hacia la asimilación y los matrimonios mixtos - sobre los que Amos Schocken no esta opuesto - es breve.

"Hatikva", que se supone pasado de moda y arcaico, es hoy más pertinente que nunca. Naftali Herz Imber, que no era una persona religiosa, definía en los nueve versos de la canción "Tikvatenu" ("Nuestra Esperanza") la noción "de saber de donde venimos y a donde vamos" de todos nosotros como pueblo. Venimos de la tierra de Sion y de Jerusalén (en el texto original de Imber, "la ciudad en la cual David permaneció") y vamos hacia allí. Es la esencia de la historia del pueblo judío, el que partió al exilio y volvió a su tierra, cuya base es Sion - Jerusalén.

Los dos versos de "Hatikva" que fueron adoptados como himno nacional son nuestra memoria histórica. En 1966, el escritor Shai Agnon dio expresión a esta verdad interior cuando dijo en su discurso de recepción del Premio Nobel que debido a un accidente histórico - la destrucción de Jerusalén - él nació en una de las ciudades de la Diáspora.

Junto con "la Jerusalén de Oro," pero mucho antes que ella, "Hatikva" fue la canción hebrea más conocida en el mundo judío. Fue cantada por generaciones de judíos que no sabían una palabra de hebreo - una canción hebrea popular cuyas palabras no provienen ni del misal siddur, ni de la Biblia. Es todavía pertinente porque sus versos contienen hasta hoy un amplio denominador común del pueblo judío, o como dijo Natan el Alterman, la visión judía.

"La tierra de Sion y Jerusalén," presencia y aspiración del alma judía, nos recuerda que el Estado de Israel no es un estado "normal" como los otros estados, no es simplemente un país de refugio para aquellos que sufren de pogromos y de antisemitismo (como era el pensamiento de Herzl), o un centro para la cultura judía en el ámbito público (como dijo Ahad el Ha'Am), sino un estado cuyo "vitalidad está en el presente, donde su derecho esta en el presente, pero en el que todo proviene del pasado" (como lo definió el doctor Yaakov Herzog).

El pasado y el futuro son nuestra memoria judía colectiva. Sin ellos también habría sido posible establecer una patria judía en Uganda. ¿Por qué aquí expresamente? ¿Por qué nacimos aquí? Los árabes también nacieron aquí. Jerusalén es uno de los factores centrales que todavía sintetiza la consciencia nacional exclusivamente en lo que es evidente - el lugar de nacimiento - y "Hatikva" nos da esta expresión.

El rabino Kook, que compuso la canción de la creencia, "Shir ha'emunah," un contra-himno de "Hatikva", mencionó una vez que los judíos no tienen "una esperanza", sino más bien "una creencia". A pesar de esto, "Hatikva" hizo posible durante años que esos judíos, que no siendo religiosos para "creer", y de un modo algo diferente, de un modo secular judío, tuvieran la expresión de la memoria judía y de su continuidad. Si hay alguna posibilidad de que los árabes de Israel, por no decir nada de nuestros vecinos, reconozcan un día que nuestra presencia aquí es una presencia que continuará, y que no seremos un invitado de paso, somos nosotros mismos los primeros que debemos creer en ella. Nadie respetará nuestras raíces judías y nuestra posición única aquí si nosotros mismos no las respetamos.

Mientras en lo profundo del corazón
palpite un alma judía,
y dirigiéndose hacia el Oriente
la mirada aviste a Sión,

no se habrá perdido aún nuestra esperanza;
la esperanza de dos mil años,
de ser un pueblo libre en nuestra tierra:
la tierra de Sión y Jerusalén.

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