Thursday, June 28, 2007

La crisis del pueblo judío británico - Isi Leibler - JPost

La llamada a un boicot contra los académicos israelíes por parte de la Unión de Colegios y Universidades británicas (UCU) refleja la profundidad a que la ha llegado la viciada hostilidad contra Israel y como esta se inculcado en la sociedad británica.

Es una abominación por parte de unos "enseñantes", supuestamente liberales o progresistas, pretender sancionar con una cobarde resolución de boicot a los académicos del único estado democrático del Oriente Medio. Es sobre todo extraño porque las universidades israelíes son pluralistas sin limitaciones en la admisión de estudiantes árabes israelíes. En contraste absoluto, muchas de las "universidades" palestinas promueven el culto a la muerte, los mártires suicidas y la destrucción del estado judío.

Puede ser políticamente incorrecto describir tal boicot como "antisemita" más bien que como "anti Israel". Pero seguramente ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre.

Ignorar el desmentido brutal de los derechos humanos por parte de los estados islámicos no refleja simplemente practicar unos deformados "dobles estándares". Y aún teniendo en cuenta la alta proporción de judíos renegados entre los defensores del boicot (y hasta de ex-israelíes), este debe ser juzgado como un acto antisemita.

La atmósfera nociva que irradia veneno contra Israel es ahora tan intensa que parece nostálgica de lo que debieron soportar los judíos europeos en los años 30, cuando fueron transformados en parias. Mientras que las primeras iniciativas nazis de boicot anti judío se dirigieron contra las empresas judías, hoy estas actividades se dirigen contra el sustituto del pueblo judío, el estado judío. Por supuesto, los judíos en Inglaterra no están a punto de ser enviados a campos de concentración. Pero hay indudablemente otras semejanzas siniestras.

Es significativo que en los años 30, fueran los liberales y la izquierda quienes defendieran a los judíos de los nazis. Por contra, actualmente, son ellos quienes conducen el ataque contra Israel y se alinean con las fuerzas más oscuras del Islam fundamentalista (quién por su parte proclama orgullosamente su intención de realizar el objetivo nazi de aniquilar a los judíos y a sus instituciones).

La pesadilla se incrementa cuando incluso muchos de los que sí reconocen el grado de la amenaza islámica sobre la sociedad abierta británica culpan de esos excesos islámicos a Israel. En su deformada visión mundial, si Israel no hubiera sido creado, los musulmanes no habrían sido humillados y la rabia contra Occidente no sería el resultado. El grado de deformación absurda de la realidad se refleja en los sondeos que demuestran que al británico medio se le ha lavado el cerebro, al creer este que Israel representa la mayor amenaza para la paz mundial, incluso más que Irán.

Mucha de la responsabilidad de este clima negativo descansa en los sucesivos gobiernos israelíes que abandonaron la lucha cuerpo a cuerpo en la guerra de las ideas o dejaron de asesorar a las comunidades judías de la Diáspora. Los arrebatos cínicos de políticos fracasados como Avrum Burg, quién demoniza a su propio país, y la utilización de las universidades israelíes como impulsoras de la actividad anti israelí a través de los académicos postsionistas también han contribuido a la deslegitimación del estado judío.

Sin embargo, todo esto no invalida la obligación del pueblo anglo judío de defenderse.

En ocasiones anteriores ya expresé mi preocupación por la pasividad de aquellos líderes anglo judíos que, como un acto de fe, confían excesivamente en la diplomacia silenciosa y mantienen un perfil bajo a la hora de manifestar su preocupación para no alborotar más el barco. La impotencia de su proclamada política "del cuchicheo", preferida a la del "grito", en respuesta a los actos antisemitas y la deslegitimación de Israel, esta ejemplificada por los dolorosos debates recientes de sí hay que celebrar actividades públicas para conmemorar el 40 aniversario de la Guerra de Seis Días, no sea que esto provoque al enemigo, y en la preferencia de estas autoridades en realizar reuniones de protesta en áreas cerradas. Tales actitudes han promovido con frecuencia la identificación de los líderes anglo judíos con "israelitas temblorosos.". En todo caso, su comportamiento contrasta crudamente con los líderes judíos franceses que mostraron coraje y determinación ante el antisemitismo.

El corazón del problema es que muchos líderes judíos británicos privilegian el desmentido y la minimización a la hora de afrontar la realidad de las oleadas de antisemitismo - disfrazado como antisionismo - que les azotan. Esto se reflejó en el banquete presidencial anual de las autoridades judías británicos. En un momento de crisis profunda en Israel, y con un grado ascendente del antisemitismo en Inglaterra, fui informado por fuentes fidedignas que la dirección marcada por el presidente, Henry Grunwald, era centrarse en la obligación de protestar por la infracción de los derechos humanos en Darfur.

Por supuesto, lo que pasa en Darfur es un ultraje a la humanidad al que deben ser sensibles los judíos. Pero que un líder judío se refiera en tal ocasión casi exclusivamente a Darfur, sin hacer caso prácticamente de los fuegos que rodean al mundo judío y de las amenazas existenciales que afronta Israel, dice mucho.

Como consecuencia de la reprensible resolución de boicot, las autoridades judías británicas han sido expuestas en toda su desnudez. No hay por supuesto ninguna garantía de que una acción contraria, mucho más resistente, hubiera cortado el paso a dicha resolución. Pero nunca lo sabremos, ya que los líderes anglo judíos confiaron principalmente en unos canales discretos para combatirla, y fueron sorprendidos cuando aun así fue adoptada. Ahora ellos han lanzado una campaña para invertir esa decisión.

Después de una resolución tan abominable, seguramente se esperaría que cada líder judío, que cada rabino, y que cada activista, se levantará y expresará su cólera y repugnancia contra un ultraje tan inmoral. En cambio, oímos expresiones de pesar, y se piensa en respuestas académicas. De lo que se carece es de torrentes de indignación moral por el hecho de que una resolución tan malvada y parcial pudiera haber sido incubada por los "enseñantes" del lugar en donde nació la democracia.

Por supuesto hay voces de protesta. Melanie Phillips, periodista valerosa y autora del aclamado "Londonistan" tiene un papel destacado. Ronnie Fraser ha estado conduciendo una campaña ascendente de resistencia de parte de los Académicos Amigos de Israel. Andrew Balcombe, presidente de la Federación Sionista británica, en una entrevista con la BBC, acusó el Reino Unido de ser el país más antisemita de Europa. Muchos judíos británicos medios quieren encarar a los antisemitas, pero están siendo desalentados por unos "líderes" que insisten en que las actividades de protesta estridentes son contraproducentes. Quizás ha llegado el momento para los judíos británicos de evitar a sus tímidos representantes e iniciar una acción independiente.

Las mayores consecuencias negativas de la pasividad de los judíos británicos no son que el antisemitismo crecerá - lo que ocurrirá indudablemente. Es el impacto que tal cobarde comportamiento tendrá en las futuras generaciones de judíos británicos.

¿Qué puede esperarse en el futuro de unos jóvenes que hoy ven a sus padres y a sus líderes dejar de encarar a aquellos que demonizan a Israel y al pueblo judío? Si el liderazgo oficial del pueblo anglo judío no cambia su actitud, el malestar actual sólo representará la punta del iceberg.

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