Saturday, November 22, 2008

Las desvergüenzas del capitalismo - José Vidal-Beneyto - El País

José Vidal Beneyto escribe un acertado artículo sobre las desvergüenzas del capitalismo, sobre todo la descarada rapiña y corrupción que azota actualmente buena parte del sistema. No es nada complicado certificar y estar de acuerdo con la identificación de dichos males.

"El capitalismo es una doctrina económica, a la par que un sistema político-económico, de condición y de usos en ocasiones positivos aunque con frecuencia perversos, que después de la incorporación de las experiencias antagonistas o alternativas -Rusia, China, países emergentes, etcétera- a la sola filosofía y práctica del mercado y del beneficio, se ha convertido en un modelo único en la realidad del mundo, casi también en la esfera del pensamiento. Esta presencia gloriosamente omnipotente y unánime se ha visto sacudida por la corrupción en su funcionamiento, resultado de los numerosos desafueros que bajo su advocación se han perpetrado y que han acabado convirtiendo el latrocinio en regla. Todo ello además, viniendo de donde venía. Pues frente a la consideración de que la práctica religiosa es enemiga de la actividad económica, fue ella la que, con la aparición del protestantismo y, más aún, del calvinismo, supuso un soporte decisivo para el surgimiento y la difusión de los valores del capitalismo.

Dos pensadores son los heraldos de esta posición. En primer lugar, Max Weber, que parte de la constatación de que los países protestantes son, en el siglo XIX, los que están en cabeza del desarrollo económico, debido a su identificación con los valores del capitalismo. En su obra matriz La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la esencia del capitalismo está en la voluntad de trabajo, simultánea con el fervor por el ahorro. Comportamientos ambos que no pueden ser sólo individuales pues su efectividad exige que lo sean de todo un pueblo, y para ello fruto de unas convicciones que son sobre todo de naturaleza religiosa. En este caso esas convicciones comunes proceden del calvinismo que descarta el consumo, condena el disfrute y el gasto y exalta el trabajo considerado como ejercicio religioso, secularizando con ello el ascetismo y elevando el trabajo profesional a la condición de práctica religiosa por excelencia. Que deviene así obra de Dios. Esa santificación del trabajo ordinario que opera el calvinismo y que saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional, sigue resonando en muchas organizaciones religiosas contemporáneas, tanto moderadas -Opus Dei, Kikos, etcétera- como progresistas -Focolares, Comunidad de San Egidio, etcétera-.

Richard H. Tawney en La Religión en el origen del capitalismo nos ofrece una reflexión mucho más pormenorizada y pegada a la historia, que en oposición a los espiritualismos orientales y apoyado en la Biblia, sostiene que la vida material en su conjunto nos viene de Dios y por tanto los bienes, e incluso el dinero, son signo de su bondad y en cierto sentido de su predilección. Pero signo que tiene que estar presidido por la gracia y que sólo puede operar en relación con el otro, cuya expresión esencial es el pobre. Por lo demás Calvino/Tawney, frente a la prohibición bíblica, recuperan el préstamo comercial o industrial, que sin usura está permitido y hace posibles con ello el mundo de la banca y de las finanzas.

Era difícil de imaginar desde tan razonables y esperanzadores inicios, que la generalización de la trampa y de la rapiña en los ámbitos económico y financiero llevase a un triunfo tan absoluto de la economía criminal".

Hasta aquí se puede estar bastante de acuerdo, aunque se obvie claramente los beneficios del sistema, sobre todo si lo comparamos con otros que tanto han inspirado al autor del artículo, y que se pueden resumir genéricamente con la palabra "fracaso", más aún por lo que "prometían".

El artículo finaliza con una larga y contundente enumeración de ejemplos de algunos de esos beneficiarios de dicha rapiña y corrupción, "el pillaje desde las alturas", y que tan buena consideración tenían hasta hace bastante poco. Tras aseverar la falsedad de la Declaración de la Cumbre de Washington del G-20, el artículo termina con una frase que más que devolverme cualquier esperanza, me ha hecho reir a carcajadas y comprobar la inutilidad de toda su argumentación:

"Sólo una movilización popular e intelectual, insistida y de gran calado, podrá ayudarnos a acabar con tanta patraña y tantas desvergüenzas".

Lo de la movilización popular - y sobre todo intelectual -,"insistida y de gran calado" (!! que bella expresión !!) , no deja ser más que otra gran patraña de las supuestas soluciones al gusto del autor.

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