Saturday, December 27, 2008

Ahmadineyad y el «Junior Baby» - Tomas Cuesta - ABC

En la última edición del «Junior Baby» - el diccionario con el que los británicos se bautizan en letras - se han expurgado aquellas expresiones que se consideran arcaicas u obsoletas a fin de hacerles sitio a las que se corresponden con la sociedad moderna. Términos como «Blog» o como «MP3» ocupan el espacio de algunos como «Abbaye» o como «Bishop» (Abadía y Obispo, respectivamente) que han desaparecido de sus páginas de malas a primeras. Son sólo dos ejemplos: hay docenas idénticos. El diario «La Croix» - una de las grandes cabeceras de la prensa francesa- ha entrevistado al jefe del equipo que le ha cortado la lengua al cristianismo en la tierra de Chesterton. Y el personaje en cuestión - lavándose las manos en plan Poncio Pilatos de la imprenta - ha aducido en su defensa que el multiculturalismo ha transformado a Gran Bretaña de los pies a la cabeza (por mucho que la reina se resista a cambiar de peluquero). Otrosí: que la nación es ahora muy distinta de la que antaño fuera y que se encuentra muy distante de los valores que la constituyeron. Y, «last but not least», que, actualmente, «a nadie le interesa qué es lo que significan Pentecostés, Eucaristía o Cuaresma». Y a los alumnos de primaria, menos que a nadie, por supuesto. De oírle, el desdichado Tomás Moro -que estás en los cielos- se habría quedado mudo de repente. Literalmente sin palabras. Igual que el «Junior Baby».

La palabra -afirmaba el tempestuoso Kraus, dando lecciones magistrales en los cafés de Viena- no es el ama de cría, sino la comadrona que alumbra el pensamiento. El término «abbaye» designa algo mucho más amplio, más rico y más complejo que un conjunto de piedras venerables pulimentadas por el paso del tiempo. Esas seis letras que los tipos de Oxford han arrojado alegremente al vertedero son una de las claves esenciales de la cultura y de la espiritualidad europeas. De la Europa cristiana, por supuesto. La que nació cuando Saulo de Tarso se trasladó de Asia Menor a Grecia. Y si alguien ha descubierto una Europa budista, o musulmana de raíz, o lo que sea, que tenga la bondad de presentárnosla y por ecumenismo que no quede. Mientras, quienes se quedan a dos velas y custodiando el féretro de su propio cerebro son los que, tras un proceso de desaprendizaje radical, acabarán sentando plaza de párvulos perpetuos. Lo que no se puede nombrar se desvanece. Y los ingenieros de almas conocen, desde siempre, que, antes de fundar el hombre nuevo, hay que despojar al viejo de sus antecedentes. Que es preciso echar mano de la fregona ideológica y borrar cualquier huella del pretérito. «All the rest is silence». Cerrazón, tinieblas y silencio.

Steiner tiene escrito que la epidemia de «corrección política» («politically correct», según el «Junior Baby») que transforma al individuo en un pelele no es sino una dictadura enmascarada que actúa, últimamente, a cara descubierta. En nombre de la supuesta tolerancia -que, en realidad, es pura indiferencia- resulta intolerable que los niños contaminen sus mentes con pócimas de clérigos. Tolerancia, por contra, es tolerar que una televisión generalista -Channel 4, en concreto- perpetre la indecencia de que Ahmadineyad (presidente de Irán, genocida en potencia, espejo de fanáticos, modelo de siniestros) haya sido invitado a deleitar al respetable, al que nadie respeta, con el tradicional mensaje navideño. Bien es verdad que el personaje cumplió con su papel de cabo a rabo y no defraudó a la clientela. ¡Veinticinco de diciembre, pun, pun, pun! Pongamos que cada pun, sumando a bulto, sean cien mil judíos menos: el villancico le salía a cuenta. Los «bishops» al trastero y los bichos a escena. ¿O sea, que paz y amor? Podredumbre y miseria. Europa, que ha abdicado de sí misma, ríe -por no llorar- a tumba abierta. Chapotea en el albañal del nihilismo; olisquea las mondas de su antigua grandeza; maquilla los estragos del hastío con la solvencia de una fulana experta. Desfibrada y estéril, fía en hallar el rastro de un dios desconocido en cuyo altar sacrificar su herencia. O lo que todavía quede, luego de haber despilfarrado veinte siglos en apenas tres décadas.

Labels:

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

El crsitianismo está llamado a ser una religión de minorías, una religión marginal y nunca dominante.

La vuelta a la marginalidad se traducirá en una mayor pureza doctrinal, en un volver a lo que los evangelios expresan.

Europa, que ha abdicado de sí misma, ríe -por no llorar- a tumba abierta. Chapotea en el albañal del nihilismo

Europa jamás ha salido del charco nihilista, jamás ha sido cristiana!

Qué tiene que ver el cristianismo con las cruzadas, las conversiones forzosas, la restricción de la Palabra de Dios a unos pocos?

Todo eso es antievangélico.

Me alegra que Europa no se llame cristiana porque cuando lo hacía y se comportaba deplorablemente, manchaba la Palabra del Señor.

8:08 PM  
Blogger Fabián said...

Las sociedades cambian. ¡Horror!

"Steiner tiene escrito que la epidemia de «corrección política» («politically correct», según el «Junior Baby») que transforma al individuo en un pelele no es sino una dictadura enmascarada que actúa, últimamente, a cara descubierta."

O sea no es una dictadura si no una enfermedad, está enmascarada pero no...

Yo le diría a Steiner que defina mejor sus conceptos.

12:27 PM  

Post a Comment

<< Home