Monday, December 22, 2008

Turista del ideal o José Saramago y Gaza



El Nobel portugués José Saramago no está atravesando uno de sus mejores momentos. Hace ya cierto tiempo que una neumonía, complicada enfermedad a su edad, pareció reblandecer un tanto su habitual caparazón estalinista. Y es que no en vano, algunos le tienen como al santo laico de progreso por antonomasía.

Hace unos años, tras un viaje a Israel y Palestina, sus opiniones sobre el conflicto israelo-árabe desbarraron hacia unos más que evidentes prejuicios antijudíos, muy próximos al típico antijudaísmo cristiano rebozado de progresia al viejo estilo del "socialismo de los imbéciles", y que trascendían claramente de las habituales críticas ideológicas contra Israel.

No hay que olvidar que el origen ideológico del antisionismo de la izquierda internacionalista proviene de la URSS de los años 50, cuando tras votar la creación del estado judío en 1947, y por intereses geopolíticos ligados con la Guerra Fría y el control del petróleo del Oriente Próximo, en ese momento aún bajo el dominio de potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, y el conflicto de Suez de 1956, por ejemplo), el imperio soviético procedió a apostar dedicidamente por el lado árabe y por la destrucción de Israel.

En el blog de Saramago, asistimos a una nueva embestida:

"Desde el día 9 de diciembre los camiones de la agencia de Naciones Unidas, cargados de alimentos, aguardan a que el ejército israelí les permita la entrada en la faja de Gaza, una autorización una vez más negada o que será pospuesta hasta la última desesperación y la última exasperación de los palestinos hambrientos. ¿Naciones Unidas? ¿Unidas? Contando con la complicidad o la cobardía internacional, Israel se ríe de recomendaciones, decisiones y protestas, hace lo que viene en gana, cuando le viene en gana y como le viene en gana. Ha llegado hasta el punto de impedir la entrada de libros e instrumentos musicales como si se tratase de productos que iban a poner en riesgo la seguridad de Israel. Si el ridículo matara no quedaría de pie ni un solo político o un solo soldado israelí, esos especialistas en crueldad, esos doctorados en desprecio que miran el mundo desde lo alto de la insolencia que es la base de su educación. Comprendemos mejor a su dios bíblico cuando conocemos a sus seguidores. Jehová, o Yahvé, o como se le diga, es un dios rencoroso y feroz que los israelíes mantienen permanentemente actualizado".

Eviten la búsqueda, no encontrarán ninguna referencia a los numerosos cohetes y misiles lanzados desde la Gaza contra las poblaciones de civiles israelíes. Debe ser la cuota que deben pagar por permanecer fieles a Jehová o Yahve, dios rencoroso y feroz, y doctrina en nada equiparable a "la religión de la paz" propia del supuesto Islam Moderado, del Cristianismo que exportó su religión del amor poniendo la otra mejilla (la ajena sobre todo), y sobre todo, por esa religión comunista y/o socialista revolucionaria que resulta tan añorada en todos los países que la padecieron.

Eso sí, he recuperado ciertas criticas de la novela donde aparecía retratado bastante fielmente este santo laico progresista:

- "Pero Turistas del ideal aún va más lejos. (...) Un alegato contra los «maîtres à penser» que no han visto una idea desde que nacieron. Una sátira feroz del progresismo «gauche caviar» y de la moralina «todo-a-zen» del izquierdismo memo. Un hierro al rojo que marca donde duele. Vigil, escritor comunista de novelas policíacas, no cree en horóscopos y viaja al país centroamericano de Tierras Calientes para apoyar con su presencia la marcha revolucionaria liderada por su amigo el Capitán, un Che Guevara posmoderno, que se presenta ante el mundo con el rostro siempre cubierto por una capucha y lanzando poéticas soflamas políticas. Allí se encontrará con otros mandarines culturales europeos: un cantautor canalla y noctámbulo, con afición a la cocaína y las mujeres, y un refinado, pomposo y melancólico escritor portugués, todos muy contentos de asistir a las vísperas de la revolución desde la primera fila de platea, o sea desde la terraza del hotel Savoy. A ellos se unirá una variopinta fauna de "turistas del ideal": un cineasta hollywoodiense con vocación radical, un cocinero francés antihamburguesa, miembros de varias ONG, organismos internacionales y grupúsculos antisistema... Primera novela de una trilogía satírica sobre la España contemporánea, Turistas del ideal es una cáustica visión del filisteísmo cultural, el mandarinato de los intelectuales progresistas y las contradicciones entre sus ensueños revolucionarios y su realidad acomodada y burguesa. Y es también una afilada reflexión sobre las posibilidades y limitaciones de la literatura como vehículo de las ideas y medio de transformar el mundo".

- "La figura de Vigil, el protagonista del libro, no tiene desperdicio: comunista millonario, escritor de novelas de género negro antiburguesas y asiduo a los restaurantes más caros del momento, es un filón de contradicciones y situaciones entrañablemente ridículas. Sin ir más lejos, la reunión del Comité central del grupúsculo marxista que dirige, que acaba con una buena mariscada, no tiene desperdicio. Podemos dividir la novela en tres bloques. Primero nos presenta a Vigil, su entorno barcelonés y sus contactos con el Capitán, fiel imagen del subcomandante Marcos (porque aunque el autor insiste en que los personajes son ficticios y no tienen ninguna relación con personajes reales, los paralelismos son tan evidentes que uno no puede evitar pensar en Vázquez Montalbán, en Saramago, en Sabina, en Mendiluce, en...). Son los momentos más brillantes de la obra, una sucesión de situaciones desternillantes que se leen de corrido y saben a poco.

A continuación el escenario se traslada al hotel Savoy, el mejor hotel de una ciudad con sospechosas similitudes con México D.F., hacia donde confluye la comitiva del Capitán en su intento de presentar sus poéticas reivindicaciones ante el Parlamento. Por el Savoy pasará la flor y nata de la intelectualidad progre, esos turistas del ideal que nunca dejan de ser turistas, demagogos de pacotilla que se solidarizan con lo que haga falta, lo cual les reporta por cierto pingües beneficios, pero que contemplan la revolución de verdad con cierto asco y aprensión. Y aquí, aunque encontramos momentos gloriosos, hay que reconocer que el tono de la narración decae, entrando en algún marasmo y, en uno de los momentos más flojos a nuestro juicio del libro, cayendo en el típico pasaje erótico que, por otra parte, el mismo libro critica.
Vigil, el protagonista, es Vázquez Montalbán, aunque su caricatura literaria – tan risible que podría resultar incluso tierna– no atesore la miseria del modelo. Augusto es el pelma del Nobel portugués (o sea, Saramago, hasta escribir su nombre da pereza), perejil de todas las salsas cocinadas por la revolución siempre pendiente y farolillo rojo de cualquier verbena. Colores no es otro que Sabina –¿quién si no?– buscando alguna musa a la que camelar a base de malditismo de ocasión y de bohemia abonada con tarjeta de crédito (platino, por supuesto). «El Capitán» es el subcomandante Marcos, que ha concertado una cita con la Historia en el Zócalo de México para acabar atrapado en un bochinche que es una demostración sindical de vía estrecha. Valdemont podría ser cualquiera. Cualquiera de aquellos grandes escritores catalanes de la pre y la posguerra que fueron fusilados por la «cultureta» con una cerrada descarga de silencio. Ignacio Agustí, por poner un ejemplo. Con esos mimbres (y algunos otros no menos sabrosos, como Oliver Stone y Günter Grass, que se pasean por la trama fugazmente), Vidal-Folch ha conseguido poner en evidencia el desbordado caudal de tartufismo que inunda los barrancos del buenismo, de la cultura oficiosa y oficial y de ese Sida mental en el que se ha acabado convirtiendo la proliferación del pensamiento estéril. El autor ha roto el molde de la corrección política como un forzado que escapa a sus cadenas. Ha visto la realidad, o la realidad ficticia (al cabo, esa grisalla cotidiana que a todos nos amuerma), en los espejos del Callejón del Gato, para analizarla a la luz del esperpento. Ha roto, en un ejercicio brillantísimo de valleinclanismo posmoderno, el costurón que aherroja al Ruedo Ibérico".

- Finalizo con un artículo de David Gistau en El Mundo dedicado integramente al santo laico estalinista:

"Saramago ha vuelto a Cuba, su parque temático, su colina desde la cual predicar en sandalias con esa iluminación apocalíptica que nos lo delata como un rescatado del Hyde Park's Corner que para dar la tabarra con un megáfono se sube al Nobel en vez de a un cajón de huevos. El macho alfa de «los turistas del ideal», como los llama Vidal-Folch en su excelente novela, había roto con la revolución cuando unos fusilamientos y condenas por delito de pensamiento le dejaron en la utopía una mancha como de café en una chaqueta. Pero ya superó el soponcio. Ya disculpó al verdugo, al cerrajero totalitario. Ya se reconcilió con Fidel, acaso por nostalgia de ese geyperman revolucionario al que se encomienda la intelectualidad neocomunista para que les vengue de todos sus resentimientos antiamericanos. Esas visitas de los turistas del ideal a la Revolución, a la selva Lacandona, donde basta con conformarse con una apariencia sin preguntarse demasiado qué hay detrás, quién las pasa putas detrás del decorado, para que el intelectual regrese al chaletazo con la conciencia limpia, habiendo cumplido con las exigencias del compromiso narcisista como otros cumplen, cada mañana, con la tabla de gimnasia. Espejito, espejito, ¿hay alguien más comprometido que yo? ¿A qué espera Rioyo para venir a hacerme un servicio completo, tan de los suyos como soy, tan aprobado por los salvoconductos de Prisa como lo estoy?.

Desde Cuba, o nada más salir de Cuba, el Saramago tronante nos ha enviado un rayo para castigarnos por las imperfecciones de nuestra democracia. Por la supuesta represión policial con que Estados Unidos exportaría la asfixia de las libertades. Hace falta ser cínico, o estar cegado de prejuicios, para decir eso mientras se hace uno cómplice moral de una de las últimas dictaduras residuales que sobrevivieron a la caída del Muro para perpetuarse como extravagancia totalitaria, como capricho intelectual. Si es inevitable que Saramago, obligado por su tabla de gimnasia, se suba al Nobel para dar lecciones de democracia, que comience criticando ese ámbito en el que la democracia no existe ni siquiera en estado de imperfección. Si le indignan los abusos policiales, ésos que, por temor a sufrir, le mantienen alejado de Estados Unidos, que no pierda ocasión en su próxima visita a Cuba de corregir la conducta de esos policías cubanos que, por ejemplo, a la poetisa María Elena Cruz Varela se la llevaron de su casa, arrastrándola por el cabello y camino de dos años de reclusión, sólo porque había puesto su firma a un folio en un país en el que el compromiso no es un capricho con billete de vuelta, sino una apuesta de valientes. Pero claro, el día que hagan eso los intelectuales occidentales, el día que su vigilancia de las dictaduras les anime a denunciar incluso las rojas, se quedarán sin los muñequitos con los que juegan a la revolución aceptando una apariencia falaz por no revisarse a sí mismos. Con lo que eso jode a la vanidad
".

A mejorarse, señor Nobel

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2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Jehová, o Yahvé, o como se le diga, es un dios rencoroso y feroz que...

Responderé al rebuzno luso con uno de los pasajes más bonitos del Antiguo Testamento, Isaías 58:5-8

¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?

¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?

¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?

Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia...


Tiene suerte el "intelectual" que Dios es misericordioso y pidasoso, lento para la ira y grande en misericordia y Verdad...

del Cristianismo que exportó su religión del amor poniendo la otra mejilla (la ajena sobre todo)

Hey, apunta a los mal llamados cristianos, no al Cristianismo!

Groooompf!

3:50 AM  
Blogger Iojanan said...

Saramago, al que conocemos por estas tierras granadinas toda vez que su mujer vive muy cerca de donde yo ( él no se si hace lo mismo )está en una urna de cristal translúcido, sabe que en la calle hay sol porque percibe el calo, pero nunca ha podido verlo. Su gran mala suerte ha sido obtener el chanchullo del nobel literario que como el de la paz es un acuerdo entre muchas partes, en cambio su esposa se ha garantizado el futuro de varias generaciones de sus familiares. Esa es la vida. Por cierto, ¿ dónde la emoción de este hombre?

10:50 AM  

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