Saturday, October 31, 2009

Un descubrimiento: Juan Bautista Maíno (1581 - 1649)


Adoración de los pastores


Adoración de los Magos


Pentecostés


Resurreción de Cristo


Retrato de un caballero


Santa Catalina de Siena



Santo Domingo de Guzmán


Magadalena penitente


San Juan Evangelista


San Antonio Abad



San Juan Bautista

(Para ampliar las imágenes, pinchar en ellas)


Juan Bautista Maíno (Pastrana, 1581-Madrid, 1649) es uno de los maestros más desconocidos de la pintura española. Aunque Lope de Vega, Francisco Pacheco, Jusepe Martínez o Antonio Palomino mostraron gran admiración tanto por su persona como por su pintura, hasta la fecha no se han desarrollado importantes estudios sobre la figura de Maíno. Por otro lado, el hecho de que tras su ingreso en la orden dominica en 1613 relegara a un segundo plano su trabajo artístico ha propiciado que su producción quede reducida a unas cuarenta obras.

A pesar de fue profesor de dibujo del futuro Felipe IV, de quien siempre encontró reconocimiento y respeto a propósito de sus juicios artísticos, la concreción biográfica de Maíno ha permanecido tan difusa que ni siquiera su nacimiento en España pudo concretarse hasta 1958.

En la actualidad, se sabe que el pintor nació la villa alcarreña de Pastrana en 1581, hijo del matrimonio formado por un comerciante de origen milanés llamado como el pintor, y la lisboeta Ana de Figueredo. Pasó su adolescencia en Madrid y, en una fecha imprecisa pero que suponemos hacia finales del siglo XVI, pasó a Italia, donde tendría una decisiva formación pictórica vinculada a las dos grandes corrientes generadas en la Roma de hacia 1600: el revolucionario naturalismo de Caravaggio y la revisión del clasicismo italiano de Annibale Carracci y la escuela boloñesa. Maíno vivió en primera persona toda esa confluencia de aportes y estilos, y así lo manifiesta su pintura, caracterizada por un dibujo vigoroso y descriptivo, la monumentalidad escultórica de sus figuras, trazadas con una iluminación contrastada e intensa y un colorido vivo y saturado, con profusión de amarillos, ocres, azules cobaltos y bermellones. Trabajó en diversos soportes y dimensiones, destacando como retratista pero también como paisajista, un género del que nos ha dejado unos pocos ejemplos donde confluyen la poética clasicista y una minuciosa descripción botánica muy cercana a los paisajistas flamencos.

Fuente: Museo del Prado

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