¿Por qué fue castigado Moisés? - David Hazony - Jewish Ideas Daily

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Se presenta en la parte de la Toráh que se lee este sábado(Hukat, Números 19:01-22:01), y es sin duda el punto más bajo en la carrera de Moisés. Después de arrastrar a los esclavos hebreos fuera de Egipto, darles los Diez Mandamientos, derrocar al Becerro de Oro y desafiar sus interminables retrocesos, quejas y peticiones de regresar a Egipto, Moisés es requerido por Dios para realizar un milagro sobre todo en respuesta a la inextinguible sed de los israelitas. "Y el Señor habló a Moisés diciéndole: "Toma el cayado y reune a la congregación... Y habla a la roca delante de sus ojos, y ella se pondrá a emanar su agua".
Pero en lugar de hablar a la roca, Moisés la golpeó con su cayado, y no una vez sino dos veces. A pesar de producir el agua, Dios, inmediatamente, le da un castigo increíblemente severo: "Porque no crees en mí, para santificarme ante los ojos de los hijos de Israel, no podrás conocer la tierra que les he otorgado". Al igual que la generación de los esclavos liberados, Moisés deberá vivir el resto de su existencia en el desierto.
La historia plantea unas preguntas excepcionalmente difíciles. ¿Cómo podría constituir esa pequeña alteración de Moisés una infracción tan horrible como para ser colocada a la par con el pecado de los espías, el cual lo leí hace unas dos semanas, se caracterizaba por un desplome total del espíritu y de la fe? Además, golpeando una roca con su cayado así fue como precisamente realizó otro milagro anteriormente (ver Éxodo 17). Si actuó bien entonces, ¿cómo podía estar tan equivocado ahora?
La respuesta más común es que, al no cumplir con los detalles exactos de la orden divina, él también había demostrado una falta de fe en Dios. Para alguien de tan alto nivel espiritual como Moisés, incluso una pequeña muestra de duda representaba un crimen tan atroz como para justificar el castigo que recibió.
Pero esto no tiene sentido. Puede ser justo mirar a Moisés con una luz diferente con respecto a los demás israelitas, después de todo estuvo mucho más cerca de Dios que ellos, y al igual que las personas más cercanas a nosotros nos pueden herir más profundamente con los más pequeños desaires, es comprensible que Dios tomara como un delito más importante una falta de respeto por parte de Moisés que de cualquier otra persona. Pero ¿por qué eso y por qué ahora? ¿Y por qué tendría que marcar un giro tan decisivo en la trama, algo tan desgraciado como para cambiar el curso de la historia y privar a Israel de su líder más importante en ese momento, y si se puede decir, cuando más lo necesitaba?
La clave, al parecer, se encuentra en el propio milagro. Parece recaer en el simbolismo de sacar agua de una roca a través de palabras, algo que resultaba increíblemente importante para Dios en ese momento, algo tan grande e importante que, de haberlo llevado a cabo tal como se le dijo, Moisés habría tenido éxito a la hora de impartir al mundo un nuevo mensaje transformador.
A lo largo de toda la historia del Éxodo, Moisés realiza una serie de milagros por mandato divino, y todos ellos diseñadas para probar el poder de Dios a los ojos de los israelitas, de los egipcios, o del propio Moisés. En todos los casos, a Moisés (o Aaron) se le pide que haga algo físico: aumentar el tamaño de un cayado o arrojarlo al suelo, arrojar arena al aire, y así sucesivamente. Estos son, por así decirlo, parte de los "trucos" de Dios: funcionan como un perpetuo recordatorio de su dominio sobre el universo físico. De regreso a Egipto, donde compitió con la magia de los propios magos del faraón, el asunto debe ser nuevamente demostrar el poder superior de Dios.
Ninguno de estos milagros se efectuó a través de las palabras por sí solas. De hecho, el único lugar de la Toráh en la que vemos como las palabras causan milagros es la creación del universo, al comienzo del Génesis. Allí, se nos dice: "dijo Dios, hágase la luz, y hubo luz". Todo el universo es creado a partir de las palabras de Dios.
Los milagros producidos a través de palabras son de un orden completamente distinto, y es que las palabras no pertenecen tanto al universo material como al espiritual. Cuando hablamos, nosotros estamos traduciendo nuestras ideas, diseños o valores en fuerzas vivientes. El hecho de que las palabras puedan cambiar y hayan cambiado el mundo es en sí mismo un milagro, uno que vemos a nuestro alrededor todos los días y que se sitúa en el corazón de nuestra imitación de la creación divina del universo.
Hasta ese momento, Moisés había utilizado los milagros para indicar claramente a los israelitas la cuestión de quién detenta el poder sobre sus vidas. Sin embargo, esa estrategia, aunque había demostrado ser efectiva, lo había sido mínimamente, pues había mantenido la atención del pueblo israelita por un breve tiempo antes de que su espíritu se torciera y más milagros fuesen necesarios. Las demostraciones de poder, que sabemos que son buenas para inducir al temor, tienen poco valor a la hora de preservar y mantener una entrega íntima e interior. Algo más radical es necesario.
Si hubiera hablado Moisés a la roca, en lugar de golpearla, ese habría sido un milagro como ningún otro que hubieran visto en su vida los hebreos, más fundamental que las diez plagas, que la división del Mar Rojo o el maná del cielo. Se les habría mostrado el poder del espíritu afirmándose. Se les habría recordado que no sufrieron su tortuosa odisea solamente para encontrar otra nación basada en la política del miedo, al igual que el resto de regímenes que existían alrededor de ellos - y a uno de los cuales había estado sometido durante su estancia en Egipto -. Más bien, y aún cuando la fuerza tuvo que ser empleada para conseguir su libertad, y tendría que ser empleada nuevamente para asegurarla, estaban participando en una misión divina para crear una nación cuyo éxito en última instancia radicaba a su vez en el poder de su espíritu, en la infinita capacidad creativa de los pensamientos, de las palabras, del amor y de la esperanza.
Pero hasta Moisés, al parecer, no pudo mantener esto vivo en su mente cuando más necesario era.
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