Tuesday, June 29, 2010

Tzimtzum: un enfoque cabalístico de la creación - Rachel Elior - Sh'ma




Tzimtzum, 1990, obra de Anselm Kiefer

La tradición cabalística tomó forma en el mundo judío a raíz de una profunda crisis. A partir de la destrucción ocasionada por las Cruzadas a finales del siglo XIII, y continuando con los libelos de sangre y la expulsión de los judíos en toda Europa durante los siglos XIV y XV, la crisis culminó con su expulsión de España y Portugal durante la última década del siglo XV.

La dura realidad a la que se enfrentaban los judíos estaba llena de hostilidad religiosa, persecución, destrucción, desesperanza y discontinuidad, siempre en un exilio permanente cuyo fin no estaba a la vista. La tradición cabalística ofrece una percepción completamente nueva de la historia embebida en la meta-historia; algo que cambió la relación de Dios y el hombre, así como las relaciones entre pasado, presente y futuro. La Cábala contempló a la divinidad como un proceso continuo, dinámico y con un propósito y una dirección metahistórica, siendo su objetivo la transición desde el exilio a la redención, y contemplando al hombre como jugando un papel decisivo en ese proceso de transformación. La Cábala propone una nueva narrativa de la creación nueva, una que da un nuevo sentido a la presencia de Dios en el mundo y donde el hombre desempeña un nuevo papel, el formular un nuevo lenguaje que explique la relación existente entre lo infinito y lo finito, entre Dios y el hombre. La nueva narrativa de la creación abarcaba los conceptos dialécticos de desbordamiento, infinita bondad (Shefa) y contracción finita (tzimtzum); de infinita expansión y de retirada limitada o restrictiva; y el resultado de esta tensión: la rotura (shevirah) o "rotura de los vasos" ( Shevirat-ha keilim) y la restauración (tikkun). Todos estos conceptos (Shefa; tzimtzum; keilim shevirah, Shevirat-ha) fueron parte del proceso divino de creación que precedieron a la creación de nuestro mundo "roto o quebrado", un mundo cuya esencia más fundamental está en el exilio. El último concepto, el de tikún - la restauración de ese mundo roto - fue confiado a las manos y a la mente de los seres humanos.

Dentro de la tradición cabalística, se pueden distinguir dos discretos posicionamientos - de hecho, contradictorios - sobre la cuestión de la presencia de Dios en el mundo. Ambos están vinculados al concepto de tzimtzum; se les conoce como "tzimtzum en su sentido literal (tzimtzum ki-feshuto)" y "tzimtzum en su sentido no literal (tzimtzum lo ki-feshuto)". Tzimtzum es un término cabalístico que se desarrolló en la tradición zohárica y fue elaborado en la Cábala luriánica de Safed. Éste término se ocupa de la presencia de Dios en el mundo en el contexto del proceso de creación. La doctrina cabalística del tzimtzum sostiene que cuando Dios quiso crear el mundo, se contrajo "a sí mismo en sí mismo" con el fin de dejar "un espacio vacío" en el que el proceso creativo pudiera comenzar. La idea está expresamente atribuido a R. Isaac Luria ("Ari") en el capítulo primero del libro de R. Hayim Vital Etz Hayim (Koretz, 1784):
Sepan, que antes de que las emanaciones (sefirot) fueran emitidas y que las criaturas fueran creadas, una luz celestial se extendió, llenando el universo entero. No había lugar desocupado (de ella), es decir, el vacío o el espacio, sino que más bien todo estaba lleno de esa luz extendida… Pero entonces, el infinito se contrajo en un punto central que era realmente el centro de la luz, y esa luz se contrajo y se retiró hacia los lados alrededor del punto central. Entonces, un espacio vacío ocupó ese vació o espacio. Posteriormente, el Infinito se extendió en línea recta desde la luz, y el espacio vacío fue emanado, creado, formado, y se hicieron todos los mundos íntegramente (Etz Hayim, Parte 1, Capítulo 1).
Muchos cabalistas de los siglos XVI a XVIII entienden este argumento literalmente y dedujeron de él la existencia de una extensión infranqueable entre el Creador y sus criaturas. Pensaron que el Dios infinito se había apartado del mundo, contraído en sí mismo, refugiándose en los recovecos del infinito con el fin de dejar un espacio vacío que permitiera que el proceso de creación comenzara. Si no fuera así, y en realidad existía un infinito eterno que se extendía por el espacio y por el tiempo, ¿cómo podría haber lugar a una creación finita, algo opuesto por su propia naturaleza finita a la esencia divina infinita?

Esta doctrina sostiene que la divinidad se retiró del mundo al inicio del proceso creativo, por lo que la divinidad es trascendente al mundo y está situado (se relaciona) más allá de su creación. De acuerdo con este punto de vista, asumida por aquellos que interpretan la doctrina del tzimtzum literalmente, la única presencia divina en este mundo - por otro lado despojada de divinidad - se encuentra en la Torá. En consecuencia, el estudio de la Torá y la inmersión en la halajá son las únicas maneras de lograr la unión con Dios. R. Elías ben Solomon de Vilna (el Ga'on de Vilna, 1720-1797), afirma esta doctrina del "tzimtzum en su sentido literal". Él se ocupó ampliamente del Zohar y de la Cábala luriánica, y atacó duramente a los hasidim (hasidismo), que, como vamos a ver, sostenían que Dios se había contraído a sí mismo en el propio mundo a diferencia de que los que sostenían que se había ausentado de él.

Mientras que el Ga'on de Vilna utilizaba el "tzimtzum en su sentido literal" para desarrollar una visión trascendental que colocaba a Dios más allá del mundo, el R. Israel Baal Shem Tov (el Besht) tomaba el tzimtzum en un sentido no literal y adoptaba una posición diametralmente opuesta en la que un Dios inmanente estaba en todos sus aspectos dentro del mundo. De acuerdo con esta comprensión no literal de tzimtzum - adoptado por el Besht así como por muchos otros cabalistas -, Dios no se contrajo y se retiró del mundo con el fin de hacer posible la creación, al contrario, él contrajo su infinitud en el mundo finito, en el mismo sentido en que "la presencia divina se contrajo [para caber] entre los paneles del Arca del Pacto]" en un proceso dialéctico y de interacción.

Para decirlo de otra manera, él mismo se contrajo en el mundo cuando lo creó para poder vivificarlo y así mantener su existencia como el alma con el cuerpo, permitiendo así que la creación permanezca activa (en funcionamiento). De esa ubicuidad de la presencia divina, de la que depende todo lo que existe y en todo momento, el Besht dedujo que cada persona puede servir al Dios-que-se-encuentra-en-todas-partes y hacerlo no sólo a través de la manera familiar del estudio de la Torá y la observancia de los mandamientos, sino también en todo tiempo y en todo lugar, bajo cada forma y manera, con cada palabra y pensamiento.

El Ga'on de Vilna, en cambio, adoptó la doctrina del "tzimtzum en su sentido literal" y la correspondiente visión de un Dios trascendente que está ausente del mundo y presente solamente en la Torá, e incluyó la doctrina del Besht del "tzimtzum en su sentido no literal" entre sus razones para prohibir a los hasidim y al hasidismo.

La doctrina que creía en la inmanencia divina (el Besht), que consideraba que la presencia de Dios abarcaba todo lo existente, sirvió como primer principio o punto de partida para todos los cultos hasídicos. Esta forma de culto divino, que se apoyaba en el grito de que "todo es Dios", y que declaraba de forma prominente que "el mundo entero está lleno de la gloria de Dios y que ningún lugar está libre de Él", buscaba la presencia divina en cada momento y en cada lugar, en cada letra y en cada enunciado.

Además afirmaban que veían las chispas divinas, el espíritu divino, y las marcas de la santidad en todo lo viviente, lo inanimado y lo vegetativo; en los árboles y en las piedras, además de sostener que todas las formas de culto en las que una persona medita sobre ese Dios-que-se-encuentra-en-todas-partes-y-en-todo-momento, descubren la sustancia divina de toda la existencia.

Originalmente, la teoría del tzimtzum fue una manera de explicar el significado interno del exilio más allá de sus tormentos existenciales. El mismo proceso de repliegue o contracción sobre las partes más profundas de la divinidad y la emanación que siguió a ese vacío creador, y que culminó con la catastrófica "rotura de los vasos" (shevirat ha-keilim), significaba que no hay nada en su lugar correcto tanto en el cielo como en la tierra, es decir, que todo está en el exilio.

La tradición cabalística llegó a la conclusión de que la teoría de la contracción y la retirada indicaban que un proceso de reparación y de restauración tiene que tener lugar en el cielo y en la tierra. El papel del hombre ha cambiado profundamente, porque el paso del exilio a la redención es enteramente dependiente del paso del (estado) de "rotura" al de "restauración", o del mundo injusto que nosotros conocemos después de la "rotura de los vasos" al "mundo ideal" tal como debería ser en su justo orden.

La teoría del tzimtzum delinea así las diferencias entre, por un lado, "el exilio / esclavitud / persecución / separación / injusticia / coacción / silencio", en suma, "el mundo roto", y, por otro lado, "la redención / libertad / igualdad / unificación / benevolencia / el mundo de la palabra / justicia", es decir, la verdadera "realidad restituida". Al mismo tiempo, delimitó la vía mística de pensamiento, centrándola en el orden ideal divino y haciendo hincapié en la "devequt" (meditación, adhesión y/o vinculación con la presencia divina) y en las "kavannot ve-yihudim" (intenciones y unificaciones, es decir, una focalización en los símbolos de los ideales divinos de un mundo justo). Estos mecanismos para acelerar el paso del exilio a la redención fueron la contribución de la teoría del tzimtzum al pensamiento judío y a la historia de la libertad.

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