Friday, August 20, 2010

¿Trotsky versus trotskistas? La cuestión judía de Trotsky - Robert S. Wistrich - Forward



Hace setenta años, el 20 de agosto de 1940, León Trotsky - el archi-hereje del comunismo internacional y el símbolo (para sus admiradores) de la pureza revolucionaria bolchevique - fue asesinado en la ciudad de México por el piolet de un asesino estalinista.

Trotsky, un arquitecto de la Revolución de Octubre de 1917 y, posteriormente, el creador del Ejército Rojo, al cual llevó a la victoria en la guerra civil rusa, había sido expulsado de la Unión Soviética en 1929. A lo largo de la década de 1930, continuamente denunció a la estalinista "Torre de Babel" - como él llamaba al régimen de su némesis, Joseph Stalin - como una traición de la revolución. Mientras tanto, en la Unión Soviética y en otros lugares, sus seguidores fueron perseguidos sin piedad y purgados.

Incluso hoy, 20 años después del colapso del comunismo de estilo soviético en la propia Rusia, Trotsky - aunque ya no sea sujeto de una execración sistemática - sigue siendo una figura polémica y mayoritariamente poco amada. En Occidente, su legado se mantiene vivo por la amorfa Cuarta Internacional, un grupo variopinto de grupos trotskistas cuyo sectarismo, disensiones internas, esteriles disputas escolásticas y rivalidades personales son legendarias.

Los propios sueños de Trotsky de una revolución proletaria internacional y su creencia en la inminente desaparición del capitalismo mundial no fueron, por supuesto, mucho más allá. Tampoco sus profecías de la desaparición del modelo organizativo del Estado-nación.

Sin embargo, a pesar de la rigidez dogmática y absurda de la ideología trotskista, en algunos países como Gran Bretaña y Francia sus herederos autoproclamados todavía ejercen una cierta influencia radicalizadora, por ejemplo en su abrazo incondicional de la causa palestina. Esto resulta especialmente notable a la luz del cambio de opinión del propio Trotsky sobre el sionismo, la asimilación judía y la cuestión de Palestina durante la década de 1930.

Lev Davidovich Bronstein (para usar su nombre original ruso-judío) se opuso firmemente, desde sus primeros años, no sólo a los sionistas, sino incluso a los judíos socialistas antisionistas del Bund, y ello por su defensa de un particularismo nacional [N.P.: El Bund fue una organización socialista y revolucionaria judía que reivindicaba una amplia autonomía cultural y política en los países de la diáspora del Este de Europa. De ámbito preferentemente polaco y lituano, desempeñó un importante papel cultural en la potenciación del yiddish, pero tras chocar con el nazismo lo hizo con el comunismo, desapereciendo sus últimos restos bajo este último] . Trotsky, como ateo marxista rusificado que era, no tuvo tiempo para la Biblia, el judaísmo y la historia o la cultura judía, todo ello lo desestimó como reliquias de una psicología del ghetto fuera de moda.

Observador en el Sexto Congreso Sionista en Basilea en 1903, el joven Trotsky descalificó a Herzl como un aventurero "desvergonzado" que tuvo el descaro y la "perfidia diabólica" de buscar una patria para los judíos. Más tarde, en el apogeo de su gloria bolchevique en 1921, desestimó una petición del rabino jefe de Moscú para que intercediera en nombre de todos aquellos numerosos judíos que morían de hambre en Rusia. Se dice que el rabino comentó después de la reunión: "Los Trotsky hacen las revoluciones y los Bronstein pagan la factura".

Los comienzos de un cambio de actitud de Trotsky se iniciaron durante la lucha por el poder en la Unión Soviética, en la que Stalin, utilizando como un arma el antisemitismo existente en las filas bolcheviques, derrotó a Trotsky. En la década de 1930, el exiliado Trotsky comenzó a interesarse por el conflicto árabe-judío y por la colonización sionista en Palestina. Él desconfiaba de los que llamaba musulmanes "reaccionarios" y elementos "pogromistas antisemitas" dentro del movimiento nacional árabe palestino. A diferencia de la Comintern estalinista, él no barrió bajo la alfombra los disturbios anti-judíos en la Palestina de 1929, o bien los redujo a un episodio menor en la lucha de liberación árabe.

En 1937, Trotsky - aunque sin considerarse nunca un sionista - había llegado a revisar radicalmente su posición inicial sobre la "cuestión judía". Reconoció, por ejemplo, que su creencia anterior en la asimilación inevitable era infundada, que existía una nación judía que requería una base territorial y que el régimen soviético estaba alentando descaradamente el antisemitismo para desviar la atención de sus propios fracasos.

Lo más notable de todo fue idea de Trotsky de que el peligro nazi estaba haciendo sonar constantemente la alarma desde 1930. Un mes después de los pogromos de la Kristallnacht en 1938, advirtió de manera inequívoca a la comunidad judía americana de la futura aniquilación de los judíos. Trotsky escribió sin rodeos que, "incluso sin la aparición de una nueva guerra europea, el próximo desarrollo de la reacción mundial significa con certeza el exterminio físico de los judíos". Esta profecía escalofriante pronunciada en la Ciudad de México fue ignorada.

Poco antes de su asesinato, también advirtió de que el Libro Blanco británico de 1939 "puede transformar a Palestina en una trampa sangrienta para cientos de miles de judíos". Trotsky conjeturó correctamente que el imperialismo británico había abandonado su compromiso con un hogar nacional judío y sacrificaría sin vacilar al sionismo en el altar de su estrategia en el Oriente Medio.

León Trotsky pasó la mayor parte de su vida tratando de escapar de su origen judío y de la imagen débil y dubitativa del judío del gueto. El bolcheviquismo le endureció, convirtiéndole en un intelectual marxista separado del pueblo judío y en un símbolo demoníaco del judeo-comunismo para los antisemitas.

Aun entre sus compañeros revolucionarios, se vio incapaz de trascender de su origen judío. En la década de 1930 la lucha contra el hombre del saco del "trotskismo mundial", visto como sinónimo de la perfidia y la traición, se convertiría en un leitmotiv de la maquinaria propagandística de Stalin en todo el mundo. En una época de terror totalitario, el esfuerzo por perseguir a Trotsky llegó a prefigurar misteriosamente el trágico destino del pueblo judío, al cual Trotsky había abandonado anteriormente con tanta arrogancia.

Fuente: Forward

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