Saturday, November 20, 2010

¿Un renacimiento judío? - Yehudah Mirsky - Jewish Ideas Daily


Menahem Kahana - Getty

En los últimos años Israel se ha convertido en un vasto laboratorio al aire libre donde experimentar el judaísmo, remodelándose rituales, realizando una lectura de textos antiguos a través de nuevas lentes, mezclando y fracturando las familiarea dicotomías entre laicos y religiosos. Yeshivot seculares, artistas e intérpretes cantando himnos medievales hebreos, "comunidades de oración" no confesionales en el Tel Aviv "en la onda", movimientos de terapia cabalística, festivales de judaísmo en los kibutzim anteriormente socialistas... En definitiva, algo está pasando aquí, pero ¿qué?

Yair Sheleg, un habitual colaborador del Haaretz y miembro del Israel Democracy Institute, ha sido durante años el introductor privilegiado y el maestro de periodistas dentro del ámbito del conocimiento e información sobre la vida religiosa de Israel. Un libro anterior, "Los nuevos ortodoxos", documenta la manera por la que tanto sionistas religiosos como ultra-ortodoxos se han ido adaptando a la vida secular de Israel y a su cultura. Ahora, en un nuevo libro titulado "From Old Hebrew to New Jew: The Jewish Renaissance in Israeli Society" (Del antiguo hebreo al nuevo judío: El renacimiento judío en la sociedad israelí), Sheleg explora hábilmente el otro lado de la balanza: los grupos e individuos difícilmente clasificables que exploran vigorosamente el judaísmo fuera de la estructura del establishment religioso y de sus instituciones.

La hegemonía política del sionismo laborista ha estado en declive desde la triste década de 1970. No menos consecutiva, y tal vez aún mayor, es la disolución constante de la ética social y cultural con la que los Laboristas construyeron la sociedad y la cultura del estado. Ese ethos-estatista, colectivista, secular (pero con un lugar reservado para un domesticado sionismo religioso), inequívamente ashkenazi, obtuvó unos logros, pero al final demostró no ser un rival ante la privatización, la globalización, el surgimiento de las políticas de identidad, y la humana necesidad de una cierta trascendencia. Sintiendo que la revolución sionista contra el judaísmo tradicional había seguido su curso, los nuevos círculos, pequeños al principio, inauguraron una revolución propia: un retorno, no tanto a la tradición como a los tesoros culturales del judaísmo bajo unos nuevos términos.

El eje central fue el estudio. La década de 1980 contempló la creación de dos centros de estudio pioneros (midrash batei): Midreshet Oranim, afiliado al movimiento kibutz, y Elul en Jerusalén. En ambos, religiosos y laicos se reunieron para leer los textos clásicos y modernos al estilo de las yeshivas pero sin la vigencia de la autoridad tradicional en las yeshivas. Curiosamente, el estudio del Talmud tomó una gran importancia, tratando de alcanzar unos horizontes judíos más amplios que los adoptados por el sionismo clásico, con su subodinación de la historia de la Diáspora en favor de la Biblia. Los pensadores sionistas con los que se comprometieron - HN Bialik, AD Gordon, Brenner, H., B. Katznelson, Rav Kook - fueron autores que se buscaron a sí mismos, oscilantes entre la bisagra del exilio y la revolución, entre la desesperación y la redención.

En la actualidad, existen docenas de centros de estudios alternativos, y su estilo ha sido adoptado por un buen número de diferentes instituciones, desde yeshivot a colegios paramilitares. Mientras tanto, como detalla Sheleg, un gran número de israelíes también han sido arrastrados hacia unas formas no institucionales de espiritualidad: la magia popular y un estudio serio de la cábala, un judaísmo al estilo New Age, la psicología judía, la música modular de Shlomo Carlebach, el mesianismo de Chabad, el sincretismo del "HinJew" y "Buju", las oscilaciones extáticas del hasidismo Bratslav.

En todo momento, Sheleg distingue entre las dimesiones culturales y espirituales de este renacimiento judío, o según sus propias palabras, "entre los que buscan el judaísmo y los que buscan a Dios". Los primeros son más ashkenazies, de clase media, y más en sintonía con las élites culturales del país. Entre los últimos, se encuentran más sefardíes, más rusos y, curiosamente, más nuevos ricos. Tal vez, paradójicamente, o quizás no, los del primer grupo tratan de influir en la sociedad y en el mundo que les rodea, mientras que los del segundo grupo están principalmente interesados en su realización espiritual. Otra paradoja: la búsqueda cultural es un drama más bien local, se trata de una búsqueda de un centro perdido con ningún camino fácil ni obvio detrás de si, en cambio, la búsqueda espiritual forma parte en muchos aspectos de una tendencia global.

¿Cuál será el futuro? Materialmente, el movimiento cultural sigue siendo muy dependiente de los filántropos estadounidenses, mientras que el movimiento espiritual es una fábrica de dinero muy tentadora para los profanos. Moralmente, Sheleg observa grandes peligros potenciales para cada uno de estos movimientos: el renacimiento cultural corre el peligro de derivar en algo etéreo, en un esteticismo elitista; mientras, el renacimiento espiritual corre el riesgo de terminar en dogmatismo religioso, en charlatanería mercántil, y en políticas atávicas. Los signos de esa degeneración son ya visibles.

Pero, mientras tanto, ¿qué pasa con el gran público israelí? ¿Puede cualquiera de estos movimientos llegar a afectarle, y quizás para bien? Ambos están en contra de las fuerzas insensibilizadoras de los medios de comunicación, del cansancio cultural, de las categorías inertes de lo "religioso" y lo "secular", y de un establishment religioso calcificado. Pero Sheleg también ve posibilidades de esperanza, que este renacimiento judío tenga éxito en la presentación de unas alternativas genuinas y convincentes frente al pálido y desalentador brebaje que se ofrece en la cultura dominante. Esto puede ser una ilusión. Sin embargo, los siglos XIX y XX vieron varias revoluciones judías, para mal, pero también para bien.

¿Es mucho esperar otra revolución vivificadora para el siglo XXI?

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