Saturday, December 25, 2010

¿Debe un judío creer en Dios? - Daniel Septimus - Patheos



¿Cómo de importante es la creencia en Dios? ¿Se puede ser un "buen judío" sin creer en Dios? Estas preguntas, articuladas de esta manera, son relativamente modernaa. Sin embargo, mientras el judaísmo normativo siempre ha estado centrado en Dios, algunos pensadores - tanto antiguos como modernos - han conceptualizado el judaísmo bajo unas formas que vuelven las creencias acerca de Dios menos centrales.

El chiste habitual de que "no había ateos en la antigüedad" es más o menos cierto. La existencia de Dios (o de los dioses) se daba por sentado en el mundo antiguo y medieval. Incluso los filósofos medievales - judíos, cristianos y musulmanes - que trataron de demostrar la existencia de Dios, se preocuparon más por demostrar la racionalidad de la religión que de demostrar la existencia de una deidad.

El ateísmo y el agnosticismo sólo surgieron como opciones reales en la era moderna y como consecuencia de la secularización, es decir, de la separación de Iglesia y del Estado, y sobre todo, tras la confianza otorgada a las explicaciones de la ciencia de los fenómenos naturales.

Sin embargo, si agrupamos a todas las formas pre-modernas del judaísmo, en su conjunto no hacen justicia al tema en cuestión. Uno podría argumentar que la creencia en Dios fue menos central para los judíos de la época rabínica (los siglos después de la destrucción del Templo en el 70 d.C.) de lo que lo fue para los judíos en la Edad Media, y no porque Dios fuera menos importante, sino porque la creencia en si lo era. Aunque los judíos tendían a creer en ciertos conceptos compartidos - por ejemplo, un Dios que los sacó de Egipto, una eventual redención mesiánica -, las creencias o dogmas oficiales no se formalizaron hasta la Edad Media.

El judaísmo rabínico exige una acción - el cumplimiento de los mandamientos -, no la afirmación de unas creencias específicas. Quizás el ejemplo más llamativo de esta posición es un comentario sobre el versículo de Jeremías donde Dios dice: "[Ellos] me han abandonado y no han guardado mi Toráh". Algo que la Pesikta D'Rav Kahana, un midrash del siglo V al VII d.C. glosa así: "Si tan sólo me hubieran abandonado y hubieran cumplido mi Toráh".

El judaísmo rabínico, al igual que el judaísmo bíblico, tiene un concepto de creencia, pero no en el sentido, sostienen muchos, de afirmar una serie de propuestas o proposiciones, por ejemplo, afirmar que Dios existe. Por su parte, el académico Menajem Kellner señala que la palabra bíblica emuná - "creencia" o "fe" -, connota “confianza“, “creencia en“, pero contrapuesta a una verdadera y rotunda afirmación de las propuestas proposiciones. Por supuesto, uno podría argumentar que confiar en algo implica que ese algo existe, pero la distinción entre la “creencia en si” y la “creencia en algo” ayuda a entender las prioridades y los énfasis de esa visión del mundo rabínico.

Este enfoque sobre la creencia cambió durante la Edad Media, cuando los filósofos judíos comenzaron a proponer unas doctrinas oficiales del judaísmo. Los trece principios de la fe de Maimónides es la lista o recopilación más famosa del "credo" del judaísmo, y al incluir varios dogmas acerca de Dios, incluye la afirmación de que Dios existe.

Los principios articulados por Maimónides en realidad no eran muy revolucionarios. Lo que si resultaba revolucionario era la afirmación de Maimónides de que la creencia en esos principios resultaba esencial para la identidad judía.

Tradicionalmente, la identidad judía había sido definida biológicamente. De acuerdo con el judaísmo rabínico, si una madre era judía sus hijos eran judíos, independientemente de sus acciones o creencias.

Sin embargo, refiriéndose a sus trece principios, Maimónides escribió: "Cuando todos estos fundamentos son perfectamente entendidos y asumidos por una persona, entra en la comunidad de Israel, y uno tiene la obligación de amar, de practicar la compasión y de actuar a favor de todo aquello que el Creador ha ordenado que se trate como a un hermano". Para Maimónides no se era judío - al menos no plenamente judío - si no se creía en Dios y en los otros principios de la creencia que él delimitaba.

Muchos pensadores modernos, en particular los teólogos liberales, han tratado de recuperar la actitud rabínica hacia la creencia, haciendo hincapié en que el dogma religioso es un anatema para el judaísmo y que la creación del dogma medieval supuso, en cierto sentido, una corrupción del judaísmo. Aunque la mayoría de estos pensadores, como Leo Baeck y Salomón Schechter, no hizo uso de este rechazo del dogma en lo que respecta a la cuestión de la existencia y de la pertinencia de Dios, otros si lo hicieron.

Erich Fromm, en su interpretación radical de la Biblia hebrea “Seréis como dioses“, describe cómo Dios se hace cada vez menos real (y pertinente) en la literatura judía tradicional. Al principio de la Biblia, Dios es un soberano absoluto que puede (y hace) destruir el mundo cuando no está satisfecho con él. Sin embargo, en una etapa posterior, Dios renuncia a su poder absoluto haciendo un pacto con la humanidad. Así, el poder de Dios está limitado por los términos de ese pacto a los que está sujeto.

La tercera etapa de la evolución de Dios (o de su descentralización) sucede durante su revelación a Moisés, en la que se presenta como un Dios sin nombre. La evolución de Dios no se detiene con la Biblia. Irónicamente, Maimónides la lleva aún más lejos al proponer que nada se puede decir acerca de Dios. Podemos atrevernos a decir lo que no es Dios, pero los atributos positivos de Dios son impensables.

El siguiente paso, dice Fromm, debería haber sido un rechazo de Dios por completo, pero incluso el propio From, un autodeclarado "místico no teísta”, reconoce que esto es imposible para los judíos religiosos. Sin embargo, reconoce que debido a que el judaísmo no se ha ocupado principalmente de las creencias “per se“, alguien que no crea en Dios aún puede estar muy cerca de vivir una vida que sea totalmente judía en espíritu.

En una discusión más reciente, Howard Wettstein, un filósofo de la Universidad de California, ha ido aún más lejos que Fromm. En “El temor y la vida religiosa", la visión de Wettstein del judaísmo es más tradicional que la de Fromm, aunque sin embargo da más credibilidad a un judío que rechace totalmente a un Dios sobrenatural.

En el corazón del artículo de Wettstein está una cita de Abraham Joshua Heschel que se hacía eco de la reflexión acerca de la no centralidad de la creencia que hemos mencionados anteriormente. Según Heschel, "El temor, en lugar de la fe, representa una actitud cardinal para un judío religioso. En el lenguaje bíblico, al hombre religioso no se le llama "creyente", como sucede por ejemplo en el Islam ( mu'min ), sino “yare hashem yare” (temeroso de Dios)".

Trabajando alejado de esa noción, Wettstein alega que, en el corazón de la sensibilidad religiosa judía, existe una actitud distintiva frente a la vida, en la cual un componente importante es el mencionado temor. Varios aspectos de la práctica religiosa judía - la oración, el estudio de la Toráh, los ritmos del calendario judío - están destinados a facilitar esta actitud.

Wettstein reconoce que el objeto de este temor es Dios. Sin embargo, al hacerlo propone que este temor, y una vida plena que contribuya a la creación, también están disponibles para un “naturalista” (la Naturaleza como madre) que rechace a un Dios sobrenatural. Para demostrar este punto, se compara esta "religión naturalista" con un “teísmo no fundamentalista“, uno que crea en Dios y en el judaísmo, pero que no entienda todas las historias bíblicas a la letra.

Como esa persona que no cree que la historia de la creación que aparece en el Génesis refleje hechos reales. Dios no crea necesariamente al mundo en seis períodos de 24 horas, ni descansa verdaderamente el séptimo día. Sin embargo, esto no supondría negar el significado de la historia. "La noción del Sabbath, como una retirada creativa después del compromiso creativo con el mundo, e interpretada como una renovación espiritual", escribe Wettstein, "no se vería afectada". Las imágenes, las resonancias religiosas y el significado de la historia aún estarán disponibles para ese “no literalista“, aunque no crea que sean objetivamente ciertas.

Wettstein sostiene que un enfoque similar está disponible para quien desea evitar totalmente lo sobrenatural. Al igual que el "teísta no literalista" encuentra un sentido en la narración de la creación sin necesidad de creer que sea "verdadera", así también el "naturalista" puede encontrar significado en la historia, y en todo el judaísmo, sin creer en la realidad objetiva de un Dios sobrenatural.

Wettstein no está interesado en la reducción filosófica de la idea de Dios, es decir, en los intentos de decir que la palabra "Dios" verdaderamente hace alusión a algún aspecto del mundo natural. Más bien, acepta la imaginería del Dios judío tal como es, utilizando dicha imaginería para cultivar el sentido, para perseguir la fraternidad con la comunidad y para conectar con las generaciones pasadas. Sin embargo, el enfoque de Wettstein sólo funciona para alguien interesado en cultivar el sentido religioso en relación a un concepto de “Dios no literal“.

En contraste, el movimiento humanista secular, una pequeña denominación iniciada por Sherwin Wine en 1963, abastece a esos judíos que desean identificarse judaicamente pero se oponen a las imágenes de Dios. Los judíos humanistas seculares van tan lejos como para llegar a decir que creer en Dios devalúa a los seres humanos, ya que sugiere que la fuente del valor humano se encuentra fuera de los seres humanos.

Sin embargo, a nivel oficial, la mayoría de los judíos se sienten incómodos con la idea de un judaísmo sin Dios. Esto es tan cierto para los movimientos liberales como para los judíos más tradicionales.

En 1994, la UAHC (el Consejo de la Sinagoga del movimiento de la Reforma) rechazó una solicitud de adhesión de una sinagoga que practicaba "un judaísmo con una perspectiva humanista" porque los principios de dicha sinagoga se desviaban de "la histórica orientación hacia Dios del judaísmo reformista (de la Reforma)". Por lo tanto, ¿debe creer en Dios un judío? En cierto sentido, depende de cómo usted defina cuatro palabras: "deber", "judío", "creencia" y, por supuesto, "Dios".

En resumen: Probablemente crea, y probablemente no crea.

Patheos

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