Thursday, September 29, 2011

Entre el universalismo y el particularismo, un desgarrón


El que descubrió la importancia del desgarrón

¿Universalismo o particularismo? Tal era la cuestión debatida por un círculo de estudiantes reunido en Berlín en la década de 1890. Uno de los oradores era A. L. Helphand, un revolucionario más conocido a continuación por su nombre de pluma, Parvus. Algunos años más tarde, éste extraño personaje ayudaría a Trotski a elaborar su teoría de la Revolución permanente, se hizo expulsar del Partido Social-Demócrata alemán por corrupción y, después de haberse convertido en un agente por cuenta del Kaiser, facilitó, junto con otros, que Lenin pudiera llegar hasta la estación de Finlandia.

Pero esa tarde, allá en Berlín, él se reveló como un entusiasta del universalismo radical, criticando con vehemencia los sentimientos proto-sionistas de los estudiantes que eran como él estudiantes judíos rusos en el exilio.

El mundo se mundializa”, les gritaba, “deshaceros de vuestras preocupaciones provincianas”, y blandiendo su chaqueta continuo su requisitoria: “la lana... de esta chaqueta proviene de ovejas que pastan en Angora, después ha sido hilada en Inglaterra, para más tarde ser tejida en Lodz. Los botones son alemanes, el hilo austríaco… ¿Acaso no es evidente... que nuestro mundo es internacional, y que una simple prenda como esta fue elaborada por diez razas diferentes?

Su imagen y verbo galvanizaban a los estudiantes, recordaría posteriormente un observador, que “casi sentía como una corriente de simpatía intelectual por el orador estremecía a su auditorio”, pero fue entonces cuando un incidente interrumpió bruscamente su alegato. Como gesticulaba con tanta vehemencia, sin darse cuenta se hizo un desgarrón en una de las mangas de la chaqueta. Entonces una voz se elevó del auditorio para burlarse de él: “Y el desgarrón de tu manga... ¿proviene del pogromo de Kiev?”.


(Esta historia, quizás apócrifa, plantea las cuestiones candentes del debate político judío moderno. ¿El “problema judío” es – era – particular? Su “solución” – si existe una – exige estrategias universalistas, o bien el particularismo, o bien una mezcla de esas dos aproximaciones. Parvues era un “monista”. Enarbolando su chaqueta, esperaba demostrar como un solo principio, que ya estaba manos a la obra a nivel mundial, iba a resolver todos los problemas, incluido el “problema judío”. Para él, la especificidad judía no se revelaría intransigente, y aún menos fatal, con respecto a la modernidad. Su tesis no era nada original.

Para el liberalismo, sería el individualismo quien proporcionaría ese principio singular; para el republicanismo, la universalización pasaría obligatoriamente por la ciudadanía. Los marxistas por su parte, dirigían sus miradas hacia una clase universal engendrada por la generalización a escala mundial de los mercados capitalistas, mercados “sobrepasados” por la inevitable llegada del socialismo.

Ese día, Parvus se vio “sobrepasado” por Nakhman Syrkin, que bien pronto se impondría como uno de los fundadores de la izquierda sionista. Queriéndose a la vez universal y particular, Syrkin se esforzaba en conciliar esos principios contradictorios. Se encuentra en su caso una mezcla de ideas socialistas, populistas y nacionalistas. Igualitarista, sostenía, desafiando a Parvus, que los problemas particulares apelaban a soluciones particulares. Syrkin representaba lo que Vladimir Jabotinsky, el padre de la derecha sionista, denominaría más tarde como shaatnez, mezcla de lino y lana proscrita por la tradición religiosa judía. Para Jabotinsky, reunir los principios de universalismo y particularismo suponía corromperlos. Como Parvus, aunque su opuesto en el espectro político, Jabotinsky se presentaba él mismo como un ”monista”, pero su único principio era el nacionalismo).

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