Saturday, October 29, 2011

En Israel, el cambiante mundo cristiano - Matti Friedman - AP


Fieles filipinos asisten a una misa en el monasterio de Ratisbona, en el centro de Jerusalén

Jaffa, Israel - Los horarios de las misas en las dos iglesias católicas romanas de Jaffa, en la costa mediterránea de Israel, revelan un cambio que, de manera espectacular y en silencio, está alterando la faz de la Cristiandad en Tierra Santa.

Las dos misas en árabe para los nativos árabes cristianos de la ciudad son superadas en número por cuatro en inglés, al que asisten principalmente cuidadoras filipinas. Luego hay otras en español, para los sudamericanos, en francés, para los inmigrantes africanos, y en tres idiomas de Asia de sur, incluyendo Konkani, hablado en el distrito indio de Goa, y, finalmente, en hebreo, para una generación de cristianos entre la gran mayoría judía de Israel.

En septiembre, una colorida celebración de los indios católicos atrajo a 2.000 personas. Ese es el doble del número total de católicos nativos de la parroquia. Durante siglos, el cristianismo radicaba aquí en las antiguas comunidades de árabes cristianos. Ya existían cuando Israel se creó a su alrededor en 1948, y han mantenido desde entonces su propia identidad dentro del Estado judío. Las últimas dos décadas, sin embargo, han visto una de las afluencias más importantes de cristianos a Tierra Santa desde las Cruzadas, y ha creado un paisaje cristiano totalmente nuevo basado en las realidades de Israel.

Los recién llegados son trabajadores procedentes de decenas de países diferentes que proporcionan a la economía israelí una mano de obra barata, además de los solicitantes de asilo procedentes de Sudán, Eritrea y otros lugares de África que han logrado cruzar la frontera de Egipto. Y por primera vez, hay una población significativa de ciudadanos cristianos no árabes en Israel, sobre todo los inmigrantes de la ex Unión Soviética, los cuales, a diferencia de los árabes, están completamente asimilados a la corriente principal judía israelí.

Su presencia ha creado nuevos retos para las iglesias locales que se enfrentan, al igual que el resto de iglesias de todo el Oriente Medio, al futuro incierto de sus rebaños locales. El número de 110.000 árabes cristianos nativos de Israel se ha estancado en gran medida: no se reduce, pero no está creciendo, ya que muchos jóvenes parten a Occidente presionados por el conflicto entre judíos y musulmanes, y también en parte por un sentimiento general de negligencia compartido por los ciudadanos árabes de Israel.

El sacerdote Ramzi Sidawi, un católico árabe de Jerusalén, es el párroco de Jaffa. Fuera del ámbito de su iglesia, nos dice, ahora escucha todos los días como los niños de África y de las Filipinas juegan en hebreo, el idioma de sus escuelas y de los empleadores de sus padres.

"Así pues, tienes que dividirte, cambiar de idioma. Tenemos que servir a todos", nos dice. "El mayor desafío es mantener la comunidad unida y no dividida".

Esa es una tarea difícil, teniendo en cuenta el abismo de la lengua y de la cultura que divide a los propios recién llegados, los unos de otros, y de los árabes cristianos. No parece que existan fricciones o resentimientos abiertos, pero en la práctica, no dice Sidawi, hay poco contacto entre ellos más allá de las misas compartidas en Navidad y en las otras festividades. Los no árabes que asisten a la iglesia en Jaffa, por ejemplo, viven en otros lugares, principalmente los trabajadores extranjeros dominantes en los distritos del sur de Tel Aviv.

Si se cuentan todas las personas en Israel que ni son judíos ni musulmanes, estos recién llegados son más numerosos que los àrabes cristianos en una relación de más de cinco a uno. El número de recién llegados que son creyentes practicantes es mucho menor, pero según algunas estimaciones igualan o son más numerosos que los miembros de las iglesias locales.

"Esto genera la preocupación entre algunos de que, a largo plazo, podría haber un cambio en la manera de ser de los cristianos de Tierra Santa, y la preocupación sobre lo que sucederá con las iglesias históricas", dijo Amnón Ramón, que ha investigado los cambios demográficos como experto en el cristianismo en Israel en el Jerusalem Institute for Israel Studies.

Hay actualmente recién llegados suficientes como para dar lugar a una catedral católica en todas las ciudades importantes de Israel, dijo el reverendo David Neuhaus, director de vicaría de la Iglesia para los hebreo hablantes.

"No tenemos suficientes sacerdotes, y no tenemos suficientes lugares para orar", nos dice. "Los servicios se llevan a cabo en lugares ad hoc o en las iglesias árabes existentes".

Los clérigos se enfrentan ahora a problemas como los solicitantes de asilo sudaneses que tratan de probar su paternidad sin papeles, los miembros del coro deportados por la policía de inmigración israelí, y los niños que van a las escuelas públicas judías y que se sienten atraídos no por el cristianismo de sus padres, sino por la cultura de su compañeros israelíes.

En un domingo reciente, en la capilla del monasterio de Ratisbona en el centro de Jerusalén, se oyó el sonido de los himnos en tagalo, uno de los idiomas de las Filipinas. La mayoría de los fieles eran mujeres que desempeñan labores de cuidadoras de ancianos israelíes.

Había 5.000 trabajadores filipinos en Israel cuando el padre Angelo Beda Ison, un franciscano nacido en Manila que atendía a la comunidad local de Filipinas, llegó en 1991. En la actualidad hay unos 40.000.

Por primera vez, la Iglesia Católica tiene que lidiar con chicos católicos que se están integrando en una mayoría judía. En la actualidad hay varios miles de hijos de trabajadores extranjeros que hablan el hebreo como lengua materna, celebran las fiestas judías con sus compañeros y están sujetos, como todos los niños en todo el mundo, a la fuerza de la corriente cultural principal.

A fin de reforzar su fe, la iglesia local ha producido un catecismo en hebreo - "Meet the Messiah" - ofrece clases sobre el cristianismo en hebreo y los invita a un campamento de verano católico, nos informa el reverendo Neuhaus. La iglesia cuenta con 25 clérigos que atienden a una población transitoria, algunos de ellos traídos de los países de origen de esos trabajadores.

Los católicos no son la única Iglesia que experimente esos cambios demográficos. Los inmigrantes de la ex Unión Soviética comenzaron a mudarse en masa a Israel en la década de 1990. Entre el millón que llegó, alrededor de un tercio no eran judíos según la ley judía, pero tenían derecho a la ciudadanía ya que estaban casados con judíos o tenían linaje judío. Entre ellos se estima que había entre 50.000 y 80.000 cristianos practicantes, en su mayoría ortodoxos. Por lo que la Iglesia ortodoxa rusa también tiene actualmente servicios en hebreo cada semana en Jerusalén.

"La Iglesia nunca soñó esa llegada", dice el padre Alexandr Winogradsky, el sacerdote que dirige los servicios y un converso del judaísmo originario de Ucrania. Su trabajo consiste en "tratar de asimilar a la Iglesia dentro de la nueva cultura israelí y de su lenguaje".

Algunos de los nuevos miembros, especialmente los jóvenes, están tan asimilados en la corriente principal de Israel que no se sienten cómodos entrando en una iglesia, nos comenta Winogradsky, por lo que tiene que ir a su encuentro, vestido con sotana y la cruz, y dar la confesión en los cafés.

La pequeña iglesia ortodoxa etíope también se ha ocupado de sus propios recién llegados: los solicitantes de asilo procedentes de Eritrea llegan a Israel en un número cada vez mayor, a través de un contrabando desde Egipto dirigido por los beduinos. En una ceremonia de bautismo en el río Jordán que se celebró a comienzos de este año, los eritreos fueron el grupo más notable.

Estos grupos dispares de cristianos comparten una característica, la cual ha pasado sin pena ni gloria para la mayoría de los israelíes.

"Esta es una población que está presente y ausente al mismo tiempo", nos dice Hana Bendcowsky del Jerusalem Center for Jewish-Christian Relation. "Aquí nadie sabe nada de sus vidas".

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