Monday, November 07, 2011

Fantástico alegato. La vanidad moral de esos izquierdistas judíos hipercríticos, “como es de rigor”, con Israel - Adam Levick - Propagandist


Un modesto "verdadero judío" en buena compañía

Ben Murane, un judío estadounidense y dirigente de New Generations, una organización del lobby izquierdista (y post-sionista) New Israel Fund, escribió recientemente un ensayo bajo el seudónimo bloggero de KungFuJew titulado "La reinterpretación del servicio comunal judío".

Su ensayo trata de "reinterpretar" el servicio comunitario judío en términos universalistas y representa la quintaesencia del sentimiento de culpa de la diáspora liberal judía ante el particularismo judío.

Murane escribe:
Acusado como era, de no preocuparme lo suficiente por aquellos que no eran judíos..., de trabajar sólo para los judíos.
Murane fue acusado del pecado de trabajar para una organización que se centraba principalmente en el destino del Estado judío y, evidentemente, sentía la necesidad de defenderse de esa acusación de "egoísmo".

En lugar de devolver la acusación a sus interlocutores y refutar la sugerencia de que los judíos son los únicos que se preocupan más por el destino de su propia comunidad que por el de las restantes, Murane inmediatamente intentó calmar su sensación de culpa por ser un judío que se preocupa por los otros judíos:
Hay muchos judíos en mi mundo, predominantemente jóvenes y no afiliados, que están cansados de esos tambores que repican "judío, judío, judío", y el atraso de su incesante centrarse en sí mismo, autoreferencial y egoísta.
Murane trata de distinguirse de esos judíos autoreferenciales, de esos en los que triunfa ese "egoísmo", y escribe:
Lo que aborrezco de la lucha "contra” los matrimonios mixtos es esa unidad para identificar y erradicar a lo no judío, y así protegernos contra la invasión.
Aquí, Murane coquetea con la idea nociva de que el particularismo judío es intrínsecamente chauvinista, racista y antiliberal, y se distancia de las almas de esos judíos “cerrados” que defienden los valores judíos y la observancia y supervivencia judía.

A pesar de la erudición de Murane y de sus compañeros de agenda política, ellos no entienden que el deseo de mantener una identidad comunal diferenciada no resulta nada excepcional, sino que es la norma en toda la historia humana.

La gente en todo el mundo, ya sea católica, hindú, musulmana, o de cualquiera de los miles de grupos étnicos diferentes que constituyen el tejido de la diversidad humana, también aspira a mantener viva su comunidad, y para ello inculca a sus hijos la creencia de la importancia especial de su cultura, la cual valdría la pena defender.

El judaísmo, en su pasión por mantener una tradición de miles de años de antigüedad, no práctica un comportamiento especial, sino que más bien sigue la norma general, y ello de manera completamente coherente con los ideales de tolerancia y pluralismo.

En cuanto a Israel, y sintiendo claramente la necesidad de desvincularse de la "estupidez del nacionalismo" – el de esos judíos que, a diferencia de él, son ciudadanos de Israel - escribe:
Israel se convierte en un lugar donde el fin justifica cualquier medio, porque tenemos que garantizar la seguridad de los judíos en primer lugar y ante todos los demás pueblos..., en una amarga fiesta de avaricia que trata de acumular y conservar el poder para nosotros sin compartirlo con nadie.
Es decir, nos sumergimos de manera manifiesta en el vocabulario de los "multiculturalistas" de la izquierda radical, esos que denuncian la "infraestructura comunitaria de los judíos", la cual representaría según nos dicen, "un afianzamiento de la raza y de los privilegios de clase".

Y evidentemente eso es "muy cierto", ya que si los judíos representan al 2/10 del 1% de la población mundial, son una “clase privilegiada”: es decir, esa pequeña minoría históricamente oprimida que trata desesperadamente de sobrevivir, en realidad sólo representa el último suspiro de un “poderoso opresor”.

La retórica de Murane florece cuando afirma:
Así pues, es ese esfuerzo por clasificar entre judíos y no judíos – ya sea en las ideas o en los genes - lo que hemos aprendido de las manos de nuestros más crueles gobernantes, en estos tiempos que preferimos olvidar.
Es decir, el particularismo judío como racismo. El sionismo como la encarnación cruel de todo lo que antes se sufrió bajo los innumerables déspotas y dictadores antisemitas. La supremacía racial con un rostro judío.

El triunfalismo moral de Murane concluye:
Yo solamente soy un ejemplo de una nueva y valiente variedad de esos judíos comunales profesionales [El subrayado es mío]
Y resulta que estoy aquí sentado, escribiendo estos comentarios en mi casa en Jerusalén, como un ciudadano del primer Estado judío soberano en dos mil años.

Mi esposa y yo vivimos en un país rodeado de movimientos terroristas políticamente reaccionarios que abiertamente buscan nuestra destrucción, y que explícitamente expresan ideas acerca de los judíos - y no sólo de los israelíes - que son decididamente racistas y escasamente progresistas.

Y sí, por supuesto, mi principal preocupación es proteger a mi familia y amigos de aquellos que desean hacernos daño, al igual que los egipcios, jordanos, griegos, alemanes, turcos, chinos, americanos (y los ciudadanos de los 193 países en el mundo) se preocupan más por la seguridad de su propia comunidad nacional que por las otras.

Sin embargo, aquí tenemos nuevamente esa recurrente tendencia de estos “judíos al estilo de Murane” de prestar más atención a su propio comportamiento que a las necesidades de supervivencia, en un rasgo que Ruth Wisse ha caracterizado como "solipsismo moral".

En su deducción de cómo obtener el grado de resistencia necesaria para sobrevivir en el exilio, muchos judíos eligieron practicar el “fetichismo de la debilidad”, y ahora creen que podrían seguir con su misión de ser una "luz para las naciones" en un plano puramente moral.

Sin embargo, la historia judía nos ha demostrado sin lugar a dudas que tal debilidad sólo consigue incrementar nuestra vulnerabilidad como chivos expiatorios y la violencia contra nosotros.

Sí, la soberanía nacional en ocasiones conlleva un precio que se paga en términos de una imposición ocasional de sufrimiento humano (aunque sea involuntario), y que se produce siempre, incluso como resultado del uso más responsable y moderado del poder nacional.

Pero en la vida de los individuos adultos, así como en la vida de las naciones responsables, rara vez se tiene el lujo de tomar decisiones que conduzcan a una justicia perfecta para todos los interesados. Y es que con cada decisión importante que Israel debe adoptar, deba sopesar cuidadosamente los costes y beneficios de las diferentes actuaciones posibles, y tratar de tomar aquellas decisiones que probablemente se traducirán en el resultado más positivo para el Estado judío - la única patria judía que nunca fue y que siempre será -.

A diferencia de Murane, no podemos darnos el lujo de preocuparnos por el hecho de que nuestra firme determinación a la hora de mantener y defender nuestra presencia en la patria histórica del pueblo judío, les ocasione molestias a esa “nueva y valiente variedad de judíos”, o que corramos el riesgo de alienarnos de nuestros “amigos progresistas" no judíos.

Para aquellos que no están dispuestos a ensuciarse las manos luchando por una democracia judía bajo continúo asedio, todo lo que puedo decir es que por favor den un paso al lado y dejen que otros no tentados por la placentera dicha de la vanidad moral tomen su lugar.

Por último, siempre he sostenido firmemente que la frase "judíos que se odian a sí mismos" es un término equivocado. Los judíos como Ben Murane no se odian en absoluto. Esa “nueva y valiente variedad de judíos” se creen de hecho los “mejores y más validos judíos”.

Por lo tanto, como judío menor y peor, todo lo que puedo decir es que prefiero ser odiado en vida que amado póstumamente.

Pueden calificarlo como expresión de la moralidad de supervivencia judía.

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