Tuesday, December 27, 2011

El gran retorno de la Ortodoxia - Lawrence Grossman – Jewish Ideas Daily



El resurgimiento de la ortodoxia puede representar la más profunda, y sin duda la más sorprendente, transformación del judaísmo en los últimos 60 años. Aún más sorprendente, la parte más energética no proviene de la "Ortodoxia moderna", sino de una cultura insular, la conformada por la ortodoxia de los tribunales hasídicos, la de aquellos hombres educados exclusivamente en el Talmud, y que muestran una cultura de sospecha, e inclusive de desdén, hacia la sociedad secular. Este es el mundo haredi.

La creciente importancia de los haredim es especialmente evidente en Israel, donde pesa la influencia política haredi en las políticas públicas lo cual irrita a los menos ortodoxos. Incluso en los Estados Unidos, donde una forma de judaísmo no puede mandar sobre las otras, el recrudecimiento ortodoxo es palpable y tiene implicaciones políticas: los judíos ortodoxos votan por los republicanos aún más abrumadoramente que los judíos liberales por los demócratas.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, nadie habría predicho esto. Los nazis habían destruido los grandes centros en Europa del Este de la cultura ortodoxa. Por otra parte, la Ortodoxia llevaba en declive desde hacía más de un siglo. En Europa central, fue víctima de la emancipación, la aculturación y del emergente judaísmo reformista. En Rusia, comenzando el siglo XIX, muchos de los hijos de los ortodoxos desertaron hacia el socialismo y el sionismo laico, mientras que otros emigraron, abandonando a menudo la religión.

Entonces, ¿cómo explicar este retorno de los ortodoxos?

Los mismos ortodoxos dan una doble respuesta. Ellos creen que la Ortodoxia es la única forma sostenible de judaísmo porque es el único "verdadero" judaísmo, y, como así lo creen, trabajan para que sea una realidad. Los estudiosos que prefieren unas explicaciones más impersonales acerca del resurgimiento ortodoxo lo interpretan ocasionado por la erosión general del liberalismo occidental y el fortalecimiento del fundamentalismo religioso: los haredim son, mutatis mutandis, los equivalentes judíos de los islamistas y de los cristianos evangélicos.

Quizás ambas explicaciones sean erróneas, o al menos incompletas. Aunque las teorías de la historia que reivindican los "grandes hombres" están pasadas de moda, Benjamin Brown, de la Universidad Hebrea, sostiene que un solo hombre jugó un papel estratégico, quizás determinante, en el ascenso de la Ortodoxia. Su caso es impresionante.

Este hombre es el rabino Avraham Yeshayahu Karelitz (1878-1953), conocido como el Hazon Ish (Hazon significa visión, Ish significa hombre y es el acrónimo hebreo del primer y segundo nombre del rabino). El nuevo libro de Brown escrito en hebreo sobre él se titula “El Hazon Ish: Halajista, Creyente, y Líder de la Revolución Haredi”. Basado en la tesis doctoral de Brown, el libro es enorme, muy sabio y completo. Brown está en su salsa ante las complejas cuestiones halájicas que planteaba Hazon Ish y ante las obras de filosofía jurídica y de jurisprudencia que proporcionan un contexto para ellas.

Admirando sus conocimientos sobre el tema sin necesariamente compartir sus puntos de vista, Brown evita la hagiografía de mucha de literatura anterior sobre el Hazon Ish, y presenta una evaluación objetiva del hombre. No es exagerado decir que esta biografía marca una nueva era en los estudios críticos sobre la historia de la Ortodoxia del siglo XX.

Karelitz era el hijo de un rabino de un pueblo lituano que fue educado en su casa. Retraído y con la mente solamente dedicada a la erudición rabínica, el joven se casó con una mujer mayor que tenía una tienda, mientras él pasaba su vida dedicado al estudio. El matrimonio fue infeliz y sin hijos. Hasta los 55 años Karelitz residió en Vilna. Había publicado cuatro libros, pero no obtuvo ninguna recomendación rabínica y se mantuvo apartado del ojo público. Mucho de lo que sabemos acerca de sus años en Vilna proviene del gran escritor en yiddish Chaim Grade, que estudió con él privadamente durante varios años y lo retrató en la ficción como el Rabbi Yeshayahu Kossover, en su magistral novela “La Yeshiva”.

Karelitz llegó a Israel en 1933 y comenzó a atraer la atención con su flujo constante de publicaciones, incluidas respuestas innovadoras a cuestiones prácticas: ¿Deben los judíos en el Asia Oriental tener en cuenta la línea de la fecha internacional cuando observen el calendario judío? ¿Pueden vender los judíos sus tierras (en Palestina) a los gentiles durante el año sabático, lo que les eximiría de la orden bíblica de ponerlas en barbecho? ¿Cómo debemos calcular las cantidades de las sustancias utilizadas con fines rituales, como el vino para el kidush y la matzá en el Seder de Pesaj?

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Hazon Ish llegó a ser reconocido como el Gadol Hador - el gran hombre de esa generación, la autoridad preeminente en la halajá -. Una vez retirado, el Hazon Ish también tomó a su cargo el liderazgo político-religioso de la Ortodoxia no sionista en Palestina, más tarde Israel. Esta situación fue confirmada por el propio primer ministro David Ben-Gurion, el cual en un acontecimiento que se convirtió en legendario entre los haredim, visitó la casa del Hazon Ish en 1952 con la esperanza de elaborar un modus vivendi entre la comunidad tradicional ortodoxa y el estado secular sionista.

Si bien el actual modus vivendi no surgió de ese encuentro, el Hazion Ish desarrolló una estrategia comunitaria que fue adoptada por los principales grupos haredí: ni se adherían al nacionalismo sionista, ni - como los Neturei Karta – luchaban en su contra de forma activa. El Hazon Ish aceptó la legitimidad del Estado de Israel y dirigió sus esfuerzos hacia lo que Brown denomina "enriquecimiento espiritual": la construcción de una subcultura estrictamente ortodoxa dentro del Estado de Israel a través de una red de yeshivas y kollels. Brown considera que si los judíos haredí no hubieran seguido ese "camino de en medio", no estarían en la posición de fuerza que poseen en la actualidad.

Antes de su muerte, el Hazon Ish emprendió y ganó batallas políticas fundamentales para eximir a los estudiantes de yeshiva del ejército y mantener exentas a las niñas estrictamente ortodoxas de cualquier forma de servicio nacional. Sin embargo, estos verdaderos éxitos conducen a Brown a poner fin a su libro con una nota dudosa. El Hazon Ish diseñó una estrategia destinada a proporcionar un espacio social independiente para los haredim dentro de Israel, sin embargo, hoy en día cada vez se encuentran más enredados en la vida secular de Israel. ¿Cuando consiguió las exenciones al ejército para los 400 estudiantes de yeshiva en el año 1949, soñaba que su número se multiplicaría hasta los 62.500 en 2010, lo que provocaría un intenso resentimiento entre sus compatriotas? ¿Se habría sentido satisfecho de contemplar como muchas mujeres ortodoxas, a las que trató de proteger del mundo secular, han debido involucrarse profundamente en ese mundo a nivel laboral para así poder permitir que sus maridos se dediquen exclusivamente al estudio del Talmud?

Tal vez el caso haredi es un ejemplo más de un fenómeno recurrente, la revolución que tanto éxito cosecho traiciona finalmente a su arquitecto.

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