Friday, February 24, 2012

¿Por qué discutir sobre los autobuses en Shabbat? - Elad Yana – Israel Hayom


Olivier Fitoussi: Un autobús de Jerusalén, unos haredim y el beso de unos adolescentes

Aunque he nacido y vivo en Tel Aviv, hago un esfuerzo para observar las mitzvot. Puedo usar la kipá casi todo el tiempo, y en Shabbat me pueden encontrar con una camisa blanca paseando por el bulevar Ben-Gurion de camino a una serie de sinagogas llenas de gente joven orando en este día santo.

A lo largo de mi camino, paso ante uno o dos cafés que están abiertos por negocios y llenos de clientes. A mí se me hace difícil entender cómo pueden vivir en un mundo donde no se deja de trabajar ni un día a la semana, y ellos no entienden cómo puedo vivir en un mundo anticuado que me lleva de vuelta a unos 1.000 años atrás y a ese mismo bendito día, semana tras semana. Intercambiamos miradas de respeto mutuo, y cada uno sigue con su propio y especial día. No hay intercambio de palabras en este diálogo.

Cada uno vive su propia vida, y yo no puedo expresar verdaderamente la sensación de calma y disfrute personal derivados del respeto del Shabbat, ya que se trata simplemente de una cuestión personal y de un estilo de vida.

Todos lo hemos llevado bien hasta hoy, cuando se anuncia un cambio en el status quo de Tel Aviv. El Shabbat también existe para otro tipo de público: hay lugares de ocio, de negocios y medios de transporte, cada uno abierto o cerrado, dependiendo de las creencias personales del propietario.

No hay ninguna coerción real en Tel Aviv. Hay mini-buses que transportan a la gente de un lugar a otro, también en sábado, y es la prerrogativa que deben tener aquellos que quieren vivir en un país democrático. Pero como también hay personas que piensan que el Shabbat debe ser respetado, las guerras de palabras entran en erupción y se convierten en acciones, con lo que cada lado se pone de pie y en voz alta se lamenta de, o bien de perder sus libertades, o bien su día de descanso. Y al igual que en cualquier otra guerra, aquí no hay verdaderos vencedores.

En Shabbat me gusta visitar a unos amigos que también observan las mitzvot (yo uso esas palabras para evitar el ambiguo término "religioso"), y una de esas mitzvá es atender a los huéspedes. Lo que tiene de especial la comida de mis anfitriones en Shabbat es que siempre invitan a un tipo de huéspedes que el rabino Kook habría denominado del tipo "liberados" (no "seculares", ya que señalar a alguien así sería catalogarlo de “totalmente secular”, sin nada "santo", lo que bordearía las fronteras de una estúpida insensibilidad). Y así, durante cada una de estas comidas, diferentes personas se exponen al aura única del Shabbat, y más y más gente entiende la idea especial que está detrás del hecho de tener un día a la semana donde se puede desconectar de la vida cotidiana y se entra en un ambiente cálido, el del calor del espacio familiar.

No es cuestión comenzar a discutir sobre si los autobuses pueden o deben cumplir con su cometido también en Shabbat en una gran ciudad. Si su corazón así lo desea, súbase al de la línea Nº 5 y vaya a la playa este sábado.

Pero tengo otra sugerencia para aquellos que insisten en cambiar el carácter del Shabbat: si ustedes tienen ese estado de ánimo que les invita a intentar o desear algo diferente, vayan a la casa de un amigo religioso para experimentar una comida en Shabbat. De repente, la importancia de poder utilizar el autobús en Shabbat la verán de una manera diferente.

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